Dos meses atrás…
Sara
Marta - Sara, ¡tienes que parar ya!
Sara - ¿Te parece que puedo parar justo ahora?
Marta – Pues no te queda otra… ¡Estás muy estresada! Te hará daño trabajar tanto.
Sara – Pues será cuando terminemos las rendiciones. Mientras tanto no puedo darme el lujo de parar, ni de descansar (resoplando y con los ojos cerrados, mientras colocaba mis manos en las sienes, para masajearlas a ver si me hacía efecto)
Marta – ¿Y cuánto tiempo les queda para terminar? ¡En mi área ya lo hemos cerrado hace unas semanas! Sé que tu eres la Directora Ejecutiva pero te veo agotada, amiga…
Sara – Diez días por lo menos, Marta (todavía con los ojos cerrados y ahora apoyando los codos sobre la mesa) Gracias por tu preocupación. Es mi segundo año como CEO de esta empresa, pero cada vez es más complicada la rendición, aunque la realidad es que se debe a que nuestro buen trabajo ha acercado muchos más clientes y proveedores, así que en definitiva no puedo quejarme.
Marta – Lo sé… pero el año pasado también terminaste agotadísima. Y luego no paraste… ¡Ningún cuerpo resiste tanto tiempo trabajando de corrido! (iba a hablar pero no me lo permitió) ¡Ni siquiera el tuyo, Sara!
Sarta - ¡Toda la vida he trabajado y estudiado mucho! Será cosa de dormir un poco más y ya… ¡Lo que me está haciendo mal es no dormir más de cuatro o cinco horas por día y estar trabajando sin días libres por tantos meses! Pero apenas pase… (me interrumpió)
Marta – ¿Me permites hacer algo por ti? (asentí) ¿Qué tanto?
Sara – ¡Lo que sea! (sin pensar) ja ja ja
Marta - ¿Lo que sea? (sonriendo pícara)
Sara – Sí, Marta, lo que sea. Pero por favor, vete ya que tengo que seguir revisando estos papeles…
Y es que así es mi vida desde que hace dos años, me nombraron como directora ejecutiva de SORO, una de las multinacionales de construcción más grandes, con sede principal en Madrid.
Si bien la experiencia que había adquirido en la empresa desde que había entrado a trabajar aún antes de graduarme como arquitecta, era muchísima, y trataba de optimizar mi tiempo al máximo, este era cada vez menos.
Por un lado, por la gran cantidad de tareas que tenía como CEO de una empresa tan importante como esta y por el otro, porque me exigía a mí misma de manera tal que ya no solamente me alcanzaba con mis conocimientos de arquitectura, sino que me había empeñado en estudiar gestión empresarial para mejorar mi performance en el cargo.
Todavía recuerdo la charla con el Consejo Directivo, el día que me dieron la noticia de mi ascenso…
Presidente – Sara, queremos que seas la nueva directora ejecutiva de Soro (muy sonriente).
Sara – Pero… ¿están seguros? (con los ojos como platos y sin poder pestañear)
Todavía estaba fría y seguramente pálida. No podía pestañear por la mezcla de emoción y de inseguridad al mismo tiempo. Claro que no dudaba de mis capacidades, pero me había graduado hacía relativamente poco tiempo y siendo mujer y encima joven, me resultaba difícil de creer que me dieran un puesto tan alto así de la nada. Aunque pronto explicarían los motivos, dándome la dosis de confianza que había perdido en ese momento y que seguramente necesitaría para estar al frente de un proyecto tan enorme.
Presidente - ¡Claro que sí, Sara! (sonriendo y abriendo los brazos) La decisión del Consejo Ejecutivo sobre tu nombramiento ha sido unánime. A decir verdad, hace mucho tiempo que estamos pensando en brindar más puestos gerenciales a mujeres en todas las sedes de la empresa, y lo sabes porque lo hemos conversado muchas veces (asentí), e incluso nos has realizado grandes aportes en lo que a género y equidad se refiere… Pero en este caso tu elección no va por la idea del aumento de la cuota femenina. En tu caso estamos todos de acuerdo en que tienes todo lo que necesitamos en nuestro nuevo CEO, incluso por encima de otros de tus pares con más experiencia y edad.
Vicepresidente - ¡Es así, Sara! No solamente tus conocimientos técnicos son brillantes. Te has graduado con honores, tu tesis ha sido un ejemplo para todos los arquitectos jóvenes del país y reconocida por varias revistas de la industria… ¡Para nosotros es un verdadero honor que estés trabajando aquí desde hace tanto tiempo y no queremos más que darte un puesto acorde a lo que tus capacidades merecen para que continúes aportando lo mejor de ti desde otro ámbito!
Lo que decían era cierto… el proyecto en el que había estado trabajando antes de graduarme con honores había dejado tan maravillados a mis profesores que luego de reunirse con el decano de la Universidad, habían decidido difundirlo en varias publicaciones importantes de la industria en todo el continente e incluso, había sido traducido a varios idiomas.
Además, mis jefes habían quedado tan contentos que habían decidido llevar a cabo la construcción de aquellas escuelas sustentables a lo largo y ancho de los veinte países en los que tenía sede la multinacional. De hecho, ese había sido mi primer proyecto para SORO como arquitecta profesional, cargo que me dieron ni bien mi tesis fue aprobada.
En aquel momento del que no habían pasado más que dos años al momento en que me propusieron ser la CEO de la sede Madrid de la compañía, lideré mi propio proyecto, tuve miles de personas de diferentes culturas y hablando distintos idiomas a cargo, aprendí a trabajar remoto en equipo y viajé cuando fue necesario a cada una de las sedes…
Fue, sin dudas, una experiencia inigualable, que me permitió conocer el mundo y trabajar en un proyecto propio pero financiado por la empresa a la que había entrado cuando apenas era una dibujante que se había inscripto en la Universidad Complutense de Madrid con aspiraciones muy altas, aunque no tantas como los objetivos que he logrado hasta convertirme en lo que soy: una referente del sector, inspiración para muchas mujeres y arquitectos jóvenes, y reconocida en todo el continente europeo.
Hasta ese momento había vivido en casa de mi madre, junto a mis dos hermanos varones y mayores que yo. A uno de los lados de mi casa vivía mi padre con su pareja y al otro, mis abuelos maternos.
Mis padres se habían separado cuando yo cumplí quince años, luego de que una vecina descubriera que mi padre estaba engañando a mi madre con quien es su actual esposa. Algo que ella ya sabía pero que no había considerado motivo suficiente para romper el matrimonio en tanto no había tomado estado público.
Claro que cuando todo el barrio se enteró, no quiso pasar como la engañada consciente y armó un escándalo por el cual no se hablaron durante algunos años pero, al día de hoy, para mi suerte y la de mis hermanos se llevan de maravilla y hasta trabajan juntos en un negocio que papá montó para ella con la aspiración de que no le reclamara que con el divorcio perdería todas las comodidades que había ganado con el matrimonio. Comodidades de las que siempre gozamos, pues nunca nos faltó nada y éramos de clase media – baja.
En lo que a mi refiere, a pesar de que mi madre siempre tuvo ciertos reparos en cuanto a mi carácter fuerte y a mis ansias de ser una mujer exitosa en la vida, pues ella considera que la mujer debe estar cómoda en casa y ser mantenida por su marido, junto a mi padre me habían apoyado en mi decisión de estudiar arquitectura.