- Narrador –
Sara - ¿Tú? (preguntó al verlo pasar por la puerta junto a la Jefa de Recursos Humanos de la empresa, aunque sin comprender lo que estaba pasando)
… - ¡Buenos días, Sara! Es un gusto para mí poder trabajar a su lado…
Sara – Pero… ¿Qué está pasando? (tratando de mantener la calma, pero con el ceño fruncido)
Marta – Sara, él es Andrés Canales (la interrumpió)
Sara – No puede ser… (levantándose de su asiento al otro lado de su escritorio)
Marta - ¿Prefieres que sea chica?
Sara miró un instante a Marta sin comprender y ella siguió hablando, justo cuando la CEO volvió a fijar su mirada en el rostro de su nuevo asistente, un chico de figura inconfundible, con su metro ochenta y cinco de altura y porte fuerte y decidido.
El tal Andrés Canales tenía cabello marrón oscuro y ojos azules sobre una envidiable piel tersa y blanca que le hacían retroceder en el tiempo aunque sin lograr comprender qué estaba sucediendo…
Sara estaba segura de que tenía que ser la misma persona… por esa sonrisa inconfundible que no podía dejar de mirar sin pestañear, como estaba haciendo en ese momento y que la tenía tan pero tan hipnotizada como para no prestar atención a lo que la Jefa de Recursos Humanos le seguía diciendo…
Marta - Puedo cambiarlo, Sara, pero de verdad que como te dije antes de nuestro viaje, creo que Andrés Canales es más que idóneo para ser tu asistente… tiene estudios terminados en Administración de Empresas y cursó tres años de Arquitectura en tu misma Universidad…
Ese pequeño detalle la llamó a tierra…
Sara - ¿Qué? (acercándose un poco más a ellos y frunciendo todavía más el seño mientras cruzaba los brazos) ¿Tú has estudiado arquitectura en la Universidad Complutense?
Andrés - ¡Así es! Aquí le dejo mi curriculum (sonriendo y extendiendo una carpeta que ella tomó en sus manos todavía más confundida que antes, y tratando de evitar un nuevo contacto visual con esos ojos que la estaban volviendo cada vez más loca)
Marta - ¡Te he enviado sus datos a tu correo electrónico, Sara! ¿No los has visto?
Sara – Eh… (intentando leer el curriculum impreso, rápidamente) a decir verdad he estado bastante ocupada desde que llegué y no he podido leerlo. Le esperaba mañana (señalando a su asistente, pero mirando a su amiga, como pidiendo explicaciones)
Marta - ¡Lo sé, y es mi culpa que esté aquí hoy! (levantando las manos y sentándose en una de las sillas, al tiempo que le hacía señas a ambos de que se sentaran también). Me pareció bien que comenzara hoy que estás bastante atareada, así te ayuda en lo que comienza a ver las tareas.
Sara cerró la carpeta y, todavía pálida, se fue a sentar a su sitio. Frente a ella tenía a Marta y al tal Andrés que no le quitaba los ojos de encima y lucía tanta paz en su rostro como ella necesitaba en su corazón.
Sara - ¿Estás seguro que no nos conocemos de algún lado? (mirándolo fijamente e intentando disimular la sonrisa que comenzaba a aparecer en su rostro)
Marta - ¡Sara! Yo le conozco, claro…
Sara – Pero… ¿Es Andrés tu nombre? (estirando sus manos, sin comprender lo que sucedía)
Andrés - ¡Sí! Así me he llamado toda la vida… ¿por qué?
Marta – Sara… ¿Qué te pasa? No querrás quedar como una loca con tu nuevo asistente el primer día… ¿O sí?
Andrés – Tranquila, no pasa nada… (bajando la mirada)
Sara – Es que de verdad te pareces a alguien que conocimos hace algunas semanas en… (mirando a Marta, buscando una aprobación)
Marta - ¡Andrés! Disculpa a Sara. Acabamos de volver de unas vacaciones en Bahamas luego de dos años de trabajar sin parar pero evidentemente necesita más descanso…
Él sonrió y ella le tomó las manos para disculparse, antes de volver a mirar a la Directora Ejecutiva…
Marta - ¡Por dios, Sara! Es muy parecido, lo acepto. Pero a Andrés le conozco desde hace tiempo. Él ya había participado de una entrevista aquí para un puesto que no consideré acorde a sus capacidades. ¡Es idóneo para trabajar contigo y por eso lo he elegido. Así que salvo que tengas alguna objeción… ¡Se queda! (sonriendo de oreja a oreja)
Sara - ¡Claro que no tengo ninguna! (titubeando y mirando sus manos) ¡Bienvenido a SORO!
Andrés - ¡Muchas gracias, Sara! Para mi será un placer trabajar al lado de alguien tan influyente como tú…
Sara – Gracias, no es para tanto (sonrojada). Y dime… ¿En qué años cursaste arquitectura? Quizás es de allí que te conozco y me estoy confundiendo…
Andrés – Pues fue desde el 2015 al 2017…
Sara – Ibas un curso adelantado al mío… ¿Por qué dejaste la carrera?
Marta – (carraspeó para llamar la atención) Bueno, los dejo con sus conversaciones arquitectónicas y me retiro (sonriendo)… ¡Te dejo en buenas manos, Andrés! (dándole dos besos y caminando hacia la puerta)
Andrés - ¡Muchas gracias, Marta!
Marta - ¡No lo tortures mucho! (apuntando a Sara con el dedo índice de su mano derecha, justo antes de tomar el pestillo de la puerta para abrirla e irse a su oficina)
Sara sonrió pero sin dejar de mirar al joven. Era increíblemente igual a Javier en el físico… ¿Cómo podía ser eso posible?
Pero no podía dejarse llevar por el inmenso parecido físico… Javier era Javier y… ¡Andrés era Andrés! Además, debía concentrarse en el trabajo, y por eso siguió preguntando sobre la carrera truncada del muchacho…
Sara - ¿Por qué me decías que dejaste la carrera?
Andrés – Bueno, a decir verdad, no me gustaba mucho la carrera y se me hacía muy difícil prestar atención…
Sara - ¿En serio? Pero la habías empezado porque te gustaba, supongo… ¿qué pasó luego?
Andrés - Para ser sincero… (bajó la vista para concentrarse en sus manos) la había comenzado porque me gustaba una chica que… (se sonrojó y paró de hablar unos instantes, al tiempo que su jefa juntaba las manos sobre el escritorio y apoyaba su rostro en ellas sin poder creer lo que estaba escuchando) que hacía esa… esa carrera… (volvió a levantar la vista)
Sara - ¡Woow! Y… nada que ver con el trabajo y, quizás sueno metiche, pero… ¿Luego peleaste con la chica? (él sonrió y volvió a bajar la vista) Pregunto por lo curiosa que me resulta la historia, no tienes por qué contarme…
Andrés – No pasa nada… no fue eso. Ella nunca se percató de mi existencia…
La respuesta le pareció a Sara, todavía más increíble que la historia en sí.
¿Cómo podía ser posible que una mujer en su sano juicio no se percatara de la presencia de un adonis como el que tenía enfrente? Porque no se trataba solamente de lo físico… su curriculum mostraba ante sí una persona muy culta e inteligente, y se veía amable y respetuoso. Además, si Marta lo había elegido tan insistentemente, debía ser una buena persona.