Toda la mañana mantuve mi mente ocupada, preparándome con la información suficiente para la dichosa reunión. No podría permitirme fallar con algo tan importante. El toque en la puerta, me recuerda la puntualidad y exigencia del único hombre con el que debo tener cuidado. Del único que aparece en mis pensamientos cuando cierro los ojos, del que intento olvidar y solo puedo recordarlo con mayor intensidad. — Adelante –he mentalizado no demostrar cuanto me afecta verlo. La puerta se abre y Amelia se pone de pie en automático, saludando con un asentimiento a nuestro jefe. Pronuncia un bajo “con su permiso” y se retira, dejándonos en una ardiente batalla de miradas. — ¿Estas lista? — Por supuesto –trato de sonar segura. Recojo los papeles sobre el escritorio guardándolos dentro de un