Siempre odié las alturas por el vértigo que me causaba. Sin embargo llevo horas de horas con los pies colgando, sentada en el filo de un acantilado observando el paso rápido de las personas por la iluminada ciudad. Siento las náuseas revolver mi estómago, el miedo enfriando mi cuerpo y el temblor sin poder definir la razón, la verdadera. Miro con pesar el oscuro cielo, sin una estrella para darle vida a la triste y desolada noche como mi alma entera. Una noche casi eterna, que me envuelve sin darme tregua para aferrarme a los escasos rayos de sol de lo que fue mi vida. — ¿Habrá alguien que lo ame como yo lo hago? –pregunto al aire-, yo que hice lo posible e imposible por él, yo que le ofrecí mi corazón entero ¡mi vida! Limpio las lágrimas, limpio los recuerdos y borro de mi cabeza aque