Capítulo 5

4064 Words
Atlanta. —Hace unos días mi esposo hizo una donación de medio millón en un orfanato. Salimos en todos los periódicos. —presume, la esposa del ministro de relaciones exteriores. —El mío me obligó hacer una obra de caridad luego de gastarme casi un millón con el cirujano plástico, creé que me dió una lección pero no sea dado cuenta el muy iluso que todo fue con su dinero. Tres de las cuatro mujeres que se encuentran ese pomposo círculo sueltan de una risotada cubriendo con una mano su boca para no hacer escándalo, pero al parecer nadie las observa. Elizabeth es la más joven de las cuatro siempre ha creído que no encaja con ellas, son tan superficiales y cabezas huecas que nunca ha encontrado gracia alguna en sus malos chistes. Sin embargo tiene la obligación de socializar aunque eso sea tan agotador incluso asfixiante como en éstos momentos. —Beth es la más afortunada de todas nosotras solo miren como como la consciente Erick. —con la mirada, la señora hace una mención al collar de diamantes en el cuello de la aludida. Ella con pena lleva una de sus manos al cuello. Para después escuchar un comentario más. —Eso es porque llevan muy poco de casados y ella es muy joven, deja que el embarazo le aumente de peso y cumpla unos añitos más, todos esos cumplidos se van a terminar. Lo que dijo esa mujer es aterrador, no se ha imaginado teniendo sexo con Erick, mucho menos hijos. Sé que suena absurdo, cualquiera pensaría que es normal en todos los matrimonios eso de la procreación pero no en el de ella que no es para nada normal y pensar en que ése día se llegara en verdad que le causaba estrés. Es mejor que todo siga marchando cómo hasta ahora, no quería pensar en futuro y que la aborrezca tanto como lo ha hecho le va mejor. Pero sabe bien el rumbo de esta conversación y tener que hablar de su vida íntima es algo bastante incómodo, más sabiendo que en algún momento tendría que mentir para mantenerse en la farsa de matrimonio en la que está ya qué a este grupo de señoras les encanta hablar del desempeño de sus maridos en la cama, claro, solo alardeando como si estuvieran casadas con alguna estrella porno. Cómo siempre no le ha quedado de otra que sonreír tímida a las palabras malintencionadas y pensamientos para nada objetivos, tomando a la brevedad la iniciativa de alejarse de ellas sin intentar inmiscuirse en su plática banal, menos cuándo se estaba convirtiendo en la razón de sus críticas. —Me disculpan, necesito ir al tocador. —se retiró con toda educación y deja la copa de champagne a la que solo le ha dado un pequeño trago en una de las mesas cercanas buscando con la mirada a su esposo para que la deje ir a casa, pero no lo encuentra por ningún lado, son muchos los invitados y dado a qué todos los hombres están uniformados con esmoquin n***o no es fácil dar con él, de cualquier manera está segura que debe estar hablando de política o haciendo negocios con alguno de sus amigos y por supuesto que no le haría el menor de los casos. A quienes sí logra identificar es a dos de sus guardaespaldas quienes no le quitan la mirada de encima igual a un halcón a su presa ¡Dios santo!, Se siente pesadamente abrumada, los tacones de aguja la están matando y el vestido largo se enreda en su pies al caminar, el corset es tan ajustado que la está dejando sin aliento, sin mencionar que odia estos tipos de eventos, ahora mismo la cabeza le va a estallar en mil pedazos, siente la urgente necesidad de alejarse, tomar aire fresco sin ese par de gorilas detrás de ella. Pero en esta ocasión lo ve imposible. De unos días para acá Erick a reforzado la seguridad al triple, al grado de no tener privacidad ni cuando va al baño. No entiende porque lo ha hecho y tampoco él le ha dado ningún tipo de explicación, ella por su parte tiene miedo, bastante, en muchas ocasiones si no es que en todo momento se siente observada, es entonces cuándo deja pasar desapercibidos a ésos hombres que cuidan de ella y comprende que Erick es un hombre malo, no duda que tenga muchos enemigos que quieran acabar con él por supuesto llevándosela a ella entre las patas. Con mayor razón maldice el día que aceptó el chantaje de su padre para casarse con él, pero está segura que si su papá hubiera conocido está faceta de su esposo no la hubiera arrojado a los brazos de esta bestia y hubiera buscado otra salida a sus problemas financieros, pero el hubiera no existe, y por supuesto estamos hablando del maestro del engaño, todo el mundo se traga el cuento del maravilloso hombre que se supone es. Luego de caminar por el salón llega a la terraza para sentir algo de libertad, saliendo momentáneamente de ése mundo frívolo, lleno de excentricidades, con un pequeño detalle, no poder omitir la punzada terrible en las sienes que la ataca casi provocando náuseas, pero en contraste, el viento fresco se sentía tan bien después de un caluroso día, un par de nubes trataban de abrazar ésa luna llena que le daba un poco de luz a la obscura noche. Entonces inspiró y exhalo tranquilizándose a si misma, cuándo de la nada vio un reflejo en el piso, se trataba de una sombra masculina la cuál le hizo dar un respingo que supo disimular al instante cuándo este habló. —No te está gustando la fiesta. Escucha un claro y fluido inglés sin embargo en su asentó se ha dado cuenta que es extranjero, ruso, quizás. Sin mirarlo levanta los hombros en un gesto que parece de resignación. Ahora percibe al hombre más de cerca a su derecha pero no hace nada por voltear, se mantiene viendo al frente las luces que propagan los demás edificios. Es lo único interesante que hay para ver ya qué el evento fué planeado en el último piso de uno de los más grandes edificios de Atlanta. —Se le puede llamar fiesta a esto, ja. Si quieres ayudar a alguien porque simplemente no lo haces y ya, porque hacer un evento de caridad para competir en quién da el mejor cheque. No son más que parásitos alimentándose de la adulación de la gente de buen corazón. Al hombre le llegan a sorprender sus palabras quizás no esperaba ese tipo de respuesta. No obstante la vuelve a cuestionar. —El gobernador hizo un gran donativo, ¿no estás orgullosa de ello?. Negó con la cabeza. —Para nada. ¿Eres ingenuo?. Acaso nos sabes que los fondos reunidos esta noche... —se queda callada se podría meter en problemas, o ¿ya lo estaba?, diablos, el dolor de cabeza la estaba haciendo hablar de más. Se ha olvidado por completo que en un lugar como este no puede compartir su forma de pensar. Al menos que sea un opositor de Anderson pero también sería negativo para ella. Había metido la pata pero no hay forma de retractarse, o en todo caso no podía pensar en algo inteligente que la librara. Entonces, gira la cabeza para conocer al hombre, aquél que le pondría la soga al cuello al contarle a Erick que ni su esposa confía en él. Por un instante, cuándo sus ojos se encontraron con aquel alto hombre caucásico, el tiempo se detuvo para ella, miraba con escrudiño su rostro, sus labios, complexión, le parecía un adonis, haciendo posible una repentina conexión con uno de sus amores ficticios de aquella novela alemana ambientada en la segunda guerra mundial que aún no terminaba de leer. Sus ojos verdes eran del mismo color que el protagonista, su color de piel igual de pálida como ella lo veía en su imaginación, "definitivamente así era como imaginaba a Peter", pensó para ella. Con un detalle esté hombre en comparación lleva lo que parece ser una pequeña estrella judía tatuada en su cuello justo por debajo de la oreja izquierda, pero aún así le sigue pareciendo atractivo, no obstante, al instante corrigió sus pensamientos, ya no puede ser Peter porque Peter no tiene tatuajes, pero sí quizás un bad boy de alguna novela actual, "sí este será mi chico malo". Sin duda lo que más le sobra a esta mujer es imaginación, debería escribir un libro, tanto encierro la ha convertido en una devora libros que ya no distingue la ficción de la realidad. Sin embargo la magia terminó cuándo sintió el desdén de su mirada, la misma que ella usaba cuándo se encontraba con alguna mujer de alcurnia presumiendo la marca de su bolso. Lo que ella ignoraba por estar metida en su loca imaginación eran las intenciones de aquél sujeto, ya que mientras soñaba despierta, él empuñaba con fuerza dentro del bolsillo del pantalón una navaja suiza, planeaba usarla rebanando su cuello en dos, pero no lo hizo algo lo detuvo, quizás algún otro plan macabro que se maquinaba en su cabeza o simplemente fué la compasión. Ni él conoce la razón. Solo se detiene a mirarla con un supuesto odio, tal vez odio a si mismo por no poder actuar, perder una oportunidad como está, empero consiguió alivio en que no sería la única oportunidad que tiene ya que probablemente en unas horas concluiría su venganza. Mientras tanto Elizabeth no podía ocultar que se sentía como una boba, era obvio que había molestado al desconocido con su infantil y descortés comportamiento que no conforme con ello ahora esos ojos dominantes que le han parecido lindos la miran con desprecio causando desconfianza. En segundos esa mirada fría paso de incomodar a dar miedo, había un odio en él, parecía algo personal y entonces se preguntó, ¿Porqué?, Si jamás en su vida lo había visto, el comentario que hizo no fué para él, quizás se podría tratar de ésas personas que se toman las cosas muy propias, o talvez fue porque lo llamo ingenuo, sí, podría jurarse que ese fué su enojo. —Lamento haberte llamado de esa manera. —se disculpa intentando poder atisbar un poco inquieta dónde se encontraban sus guardias, pero no los logró ver. Ya se estaba poniendo más nerviosa, podía sentir el miedo c******r su cuerpo y acelerar los latidos de su corazón, a pesar de que él no se veía dispuesto en hacerle daño. —¡Elizabeth!... Se escucha la voz de Erick y por primera vez en toda su vida sintió alivio que llegara. —Nos veremos pronto. —lo escucho decir en sutil tono de voz y marcharse a la vez. Sintió la curiosidad por detenerlo y hacerle un par de preguntas pero de nuevo la voz de Erick la distrajo, y cuándo cayó en cuenta el hombre se había ido. —¡Elizabeth!. —Aquí estoy. —sale del balcón. Erick se aproxima a ella enfadado. —¿Porque demonios te escondes? Y ¿Quién era el sujeto con el que estabas? ¿Porque salió de prisa?, ¿Que carajos estabas haciendo?. —toma bruscamente de su brazo esperando respuesta observando a su alrededor. —¡Auch!, Me lastimas, —se quejó soltando el agarre dónde han quedado los dedos marcados. —Yo no sé quién sea, no lo conozco, solo quise tomar aire fresco y él llegó. —¿Hablaste con él?. Maldita sea nadie te enseñó que no debes hablar con extraños. —intenta hablar bajo para que nadie lo escuché a la vez que ella piensa rápido su respuesta y las consecuencias de ello. —No. —le miente. —Ni siquiera me dí cuenta de su presencia. No pregunta más, creé en lo que ha dicho pero a pesar de ello no se queda tranquilo y le pide a uno de sus escoltas que traté de seguirlo. —Llévala a la casa. —da la orden a otro sin siquiera mirarla o preguntarle que es lo que ella quiere. A Elizabeth le da lo mismo, total, de cualquier manera eso era lo que ella quería. Lo que no pudo dejar pasar fue lo inestable que parecía estar Erick, su delirio de persecución lo estaba dejando mal, si sigue así lo más probable es que termine en un psiquiátrico y que ha decir verdad no suena mal cuando lo piensa. Al llegar a su recamara lo primero que hace es deshacerse de las molestas zapatillas y engorroso vestido que comprimía su frágil caja torácica, se desmaquilla y va directo al baño para relajarse introduciéndose al agua caliente, tratando de quitar con el agua a la Elizabeth de sociedad y regresar de nuevo a ser ella. En seguida lo recuerda, desecha por completo los últimos pensamientos negativos que tuvo de él y se queda con la primer impresión, le parecía interesante no lo podía negar, sabe que jamás en su vida lo volverá a ver y aunque sucediera no pasará nada, sin embargo eso no le quita el derecho de poder fantasear con él, como lo ha llegado hacer con sus amores literarios. Pero este era real, un hombre de carne y huesos con un atractivo muy peculiar y que mientras lo recordaba le provocó un cosquilleo en su vientre que se recorría hasta sus partes íntimas, que a no ser por la temperatura de la tina la sentía caliente y húmeda, como nunca antes. Bajó su mano para tocar entre su v****a, quería palpar y experimentar por si misma, era la primera vez que lo hacía, se sentía, atraída, traviesa y con algo de culpa pero era más lo primero. Entonces cuándo rozo el clítoris con sus dedos la sensación chispeante de regocijo la hizo querer más, le estaba gustando, en tal caso continúo tocándose hasta llegar al orgasmo, sensación muy satisfactoria pero que le pareció extraña, no sabía si era correcto lo que estaba sintiendo, lo que estaba haciendo, peor aun pensando en un completo extraño. El rostro de ése chico aún no se difuminaba en su cabeza, disfrutaba aún más con ésa imagen que le hacía sonreír. —Un momento..., —sale de su fantasía aún agitada luego de ésa excitante convulsión en su cuerpo para recordar la última frase que le dió..., "Nos veremos pronto". —Eso significa ¿que? A caso es alguien cercano o conocido, pero entonces porque se fué cuando escucho a Erick. Yo creó y más bien fue una pregunta que no supe interpretar. —no podía entender todo, sería una larga noche tratando de adivinar el acertijo. A la mañana siguiente tiene que desayunar sola, señal de que Erick no está en la casa y lo más seguro es que no pasó la noche aquí y está en lo correcto, pero no tiene el menor interés por averiguar dónde se ha metido su flamante esposo. Ella por alguna extraña razón se encuentra de un excelente humor el cuál ni el mismo Erick podría estropear. O al amenos eso parecía. —Mi niña. Acaba de hablar el señor para avisar que no vendrá en todo el día tiene muchos pendientes en la oficina. Me pidió que te recordara que no puedes salir cualquiera de nosotros puede traerte lo que necesites. —le dice Carmen. —Conmigo puede ahorrarse sus mentiras estúpidas, si tiene una amante y quiere pasar tiempo con ella yo no sé lo voy a impedir por mí se puede casar si quiere, pero que a mi me deje en paz. Por favor, pendientes de oficina en domingo. —refutó molesta. Su coraje no es el engaño evidente, es más el hecho de porque le quiere joder la vida. Dejó los cubiertos sobre el plato para luego levantarse de la silla sus lacios cabellos cayeron hacía adelante cubriendo una parte de su rostro, de inmediato los acomodó detrás de las orejas y tomo un trozo de fruta llevándosela a la boca, su estómago todavía no estaba satisfecho pero el apetito se había esfumado gracias a las exigencias de su esposo, odiaba estar encerrada, se siente como una prisionera en su celda, en una muy lujosa pero una prisión al final de cuentas y ella no a cometido ningún delito. —Voy al jardín a regar las plantas, hacer yoga, leer algo, que se yo, después de todo una anciana de ochenta años tiene más actividades y acción que yo. —mira los ojos de Carmen. —O ahora también está prohibido. —No te enojes conmigo, sabes que solo recibo órdenes. Cayó en cuenta que tiene razón, no tiene porqué enfadarse con esa señora que lo único que ha hecho es darle cariño para que su estancia aquí no sea un verdadero infierno. Ablandó su mirada —Tienes razón, te prometo que no haré nada imprudente y me portare bien. Iré a nadar un poco para quitarme el enfado. Y así lo hizo pasó la mayoría del medio día en la alberca, luego como no tenía hambre a la hora de la comida se llevó un sándwich a su recamara para matar el tiempo leyendo, el cuál se le fue volando, hasta que tanta calma le pareció extraña, ya que en éstos casos, por lo regular las intervenciones de Carmen son constantes interrumpiendo su lectura con triviales acciones como llevarle un postre, un té o recordarle que tenía que comer algo. Pero eso no ocurrió hoy, posteriormente recordó lo de la mañana y el hecho de que Carmen era muy sentimental probablemente estaba dolida por su comentario, revisó la hora en el reloj que llevaba en su muñeca izquierda, las cuatro de la tarde, muy tarde para entonces, Carmen no suele enojarse por tanto tiempo. Se levantó del reposet y asomó la cabeza por la ventana que daba justo al jardín trasero y más raro aún no ver por ninguna parte algún guardia de seguridad, algo en su cabeza la alertó e hizo que se sintiera en peligro. Tapando la boca para evitar hacer algún ruido daba pequeños pasos en la habitación, quería salir para saber qué estaba pasando, ¿pero y si en verdad estaba pasando algo malo?. La impotencia de no saber que hacer la estaba matando, gritarle a Carmen no era una opción, las ideas se le iban una a una. Tampoco podía hacer una llamada a Erick o a alguien ya que el muy desgraciado no la dejaba usar celular, lo odiaba más ahora y lo maldijo en silencio. —Dios dame lucidez, este hombre ya me ha contagiado su psicosis. —habla consigo misma. —No hay nadie afuera todo es producto de mi imaginación, seguro que los guardias están comiendo algo en la cocina y Carmen solo quiere darme mi espacio para no abrumar. Quería convencerse para tener el valor de salir y lo hizo, caminó descalza con pasos cautelosos como si no quisiera qué escucharán su pisar, se detuvo en la puerta y tocó el picaporte, el escalofríos que recorrió su cuerpo lo relaciono con lo frío que se encontraba ese pedazo de metal, pero no como un aviso para detenerse y correr a esconder debajo de la cama. La abrió despacio y su crujir fue desesperante parecía estar llamando la atención de alguien o avisando que aquí se encontraba ella, todo daba la pinta para una historia de terror paranormal, y ese no era su género favorito. Cuándo por fin pudo salir luego de regañar un par de veces a la puerta para que guardará silencio, camino por el pasillo experimentando cada vez más aterrador y apocalíptico esa calma que hacía sentir menos cálida de lo normal esa enorme casa. Se detuvo en seco, con el corazón palpitando como loco cuando vio que un hombre subía por las escaleras, no era Erick de eso estaba segura, pero bien se podría tratar de alguno de los guardias haciendo rondín, eso no lo podía concretar y no se iba arriesgar para averiguarlo, si realmente estaba en peligro no se podía hacer notar así que tomo la decisión de regresar a su recámara aunque temía no poder hacerlo o tropezar en el camino ya que lo hizo dando pasos de espalda para no perder de vista al hombre que cada vez estaba más cerca. De repente, su cuerpo topo con algo que no era la puerta o la pared, era más bien algo inmenso y robusto, era el cuerpo de alguien mas, se sintió atrapada y con temor a que la lastimaran pero ¿Porque adelantarse a los hechos?. Giro con cuidado para ver al hombre y en cuanto lo vio quiso gritar con todas sus fuerzas y salir corriendo pero fue imposible porque el hombre fue más rápido que ella y tapó con una sola mano su boca, de espaldas presionó la cabeza de ella en su pecho, mientras forcejeaba. El estar todo el día en la casa la hizo conocer a todo el personal los nuevos rostros, sus nombres e incluso sus horarios quedaban grabados en su cabeza y este hombre y el que se aproximaba a ella luego de subir las escaleras era más que obvio qué no los conocía y no tenían buenas intenciones. —U tebya yest' devushka. (tienes a la chica). Escucho decir al impresionante hombre que venía pero no le pudo entender ninguna sola palabra, fué entonces cuándo el terror la invadió por completo, pero de pronto cruzaron por su mente las clases particulares de defensa personal que le p**o su padre desde niña y era momento de que dieran fruto, no podía dejarse manipular por el miedo, sin embargo no era fácil llevar todo eso a la práctica cuándo el pánico te bloquea "siempre se lucha hasta el final, sin miedo al contrincante aún si la pelea parece estar perdida". Recordó las palabras de su instructor de aquél primer día. Ahora aquellas palabras se convertían en su motor, las fuerzas que necesitaba para librarse de ese enorme gorila de dos metros de estatura. Pero no recordaba ninguna técnica, no ahora en las desventajas en las que se encontraba, solo actuó como lo haría cualquier mujer al sentirse acorralada, mordió la mano del hombre tan fuerte que el sujeto creyó que le arrancaría un trozo de carne y retiró su mano, aprovecho ese descuido para voltear a él propinando una buena patada en los testículos, haciéndolo perder la guardia por completo. Corrió muy rápido de nuevo a su habitación, no tenía otra alternativa, cerró con pasador la puerta para esconderse en el vestidor el cuál también cerro con pasador con las manos y el cuerpo entero temblando del miedo, su pecho subía y bajaba agitado, todo le parecía una pesadilla, quería despertar, que nada de esto estuviera pasando. Las lágrimas comenzaron a salir, mientras se dejaba caer al piso deslizando la espalda en la puerta, pero cuando escuchó derribarse la primer puerta corrió para hacerse ovillo en una orilla de la habitación luego tapo sus oídos con ambas manos cuando los golpes para tumbar la puerta se hicieron presentes. Los impetuosos golpes cesaron y en lugar de tranquilizarla, esa sensación abrumadora de temor aumentaron. —No me hagas nada por favor. —suplico entre gimoteos al sentir a alguien frente a ella. —Te atrapé. —aquel hombre la jaló del cabello para levantarla y antes de que volviera a poner resistencia la atrapó en sus brazos inyectando en su cuello una sustancia que la pondría a dormir en un par de minutos. —Felices sueños princesa. Su cuerpo se comenzó a poner lánguido, las fuerzas para gritar o mantener los ojos abiertos también las iba perdiendo, no sabía que iba a pasar con ella, sus lágrimas correr por su rostro era de lo único que aún era consiente mientras el desmesurado hombre cargaba su cuerpo, lo más probable es que la violen y torturen antes de matarla. ¿Qué hizo ella para merecer tan salvaje castigo?, ¿Quiénes son éstos hombres? Se cuestionó cerrando los ojos con fuerza. —El trabajo está hecho. —escucho hablar al hombre antes de que todo se volviera n***o. —¿Y ahora? —Llévatela de aquí y encárgate de que no despierte, aún no sé qué planes hay para ella. —le dice Dmitry —Le avisaré al jefe.
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