Capítulo 8

3421 Words
Comenzaba a despertar con la claridad natural de luz que entraba por la ventana, aunque ese fulgor estaba por esfumarse y las nubes grises opacan el poco brillo del sol. Sus movimientos eran aletargados por el todavía efecto de las drogas, los ojos los sentía pesados y en la boca un mal sabor a metal que le ocasionaba náuseas pero el estómago lo sentía vacío y tampoco tenía apetito, el temor, el miedo, la angustia se hacían uno solo atacando su pecho, acelerando su frecuencia cardíaca, se apreciaba frágil y que a pesar de estar en una habitación grande sintió que le llegó a faltar el aliento, fué entonces cuándo un par de lágrimas rodaron al recordar lo que había pasado antes de quedarse inconsciente, provocando la urgente necesidad de comprender todo. Estas personas no quieren dinero. Intuyó al sentir su reloj de oro en la muñeca, su anillo de bodas y en el cuello el colgante de una rosa en oro blanco que le habían regalado sus padres hace un tiempo y que muy rara vez se lo quitaba, pero quizás no eran objetos tan valiosos para ellos y los consideraban baratijas teniendo en cuenta los miles o millones de dólares que pensaban ganar con su rescate. Ojala hubiera uno. Y aunque así lo fuera no podía esperar acostada en esa cama un heroico rescate, buscaría la manera de escapar. Se incorporó sentándose en la orilla de la cama pero ese movimiento le produjo un mareo, la cabeza le palpitaba y las ganas de vomitar aumentaron, sin embargo todo fue transitorio con solo quedarse quita unos segundos con la cabeza baja y tratando de meter aire a sus pulmones con respiraciones pausadas y profundas, así fué como las molestias fueron pasando inadvertidas. Sintiéndose mejor levanto la cabeza para examinar con detenimiento el lugar. Como ya se había mencionado la habitación era grande, bonita, en tonos grises con blanco, debajo de sus pies sintió la suave y firme alfombra persa de color n***o uniforme combinando con las paredes, en contraste con el piso, sin embargo esa solo cubría unos cuántos centímetros al rededor de la cama, el resto era piso de mármol impoluto y brillante. Lo demás no eran lujos solo lo básico para que una persona pasará un par de noches ahí. Parecía una habitación simple de un hotel de lujo a media decoración sin llegar a lo ostentoso. Al menos sus raptores fueron considerados y no la encerraron en un calabozo, ¿Debería estar agradecida?. Pensó. Que demonios, solo un enfermo, un loco ambicioso podría condicionar de su libertad a otro ser humano y eso es un delito, lejos estaba de agradecer lo que habían hecho con ella. Cuándo se pudo mantener de pie lo primero que hizo fue aproximarse ver a la única ventana que había, haciendo a un lado la persiana a medio cerrar que impedía la entrada completa de luz y así ver a través de ella. No había rejas de protección y la podía abrir sin ningún problema, pero entonces vió a un hombre con una ametralladora y se dió cuenta que estaba siendo vigilada además de que probablemente estaba en un segundo o tercer piso y salir por esa ventana le costaría una pierna rota o un golpe fuerte en la cabeza, sería muy arriesgado considerando también su estado actual. Antes de que fuera observada por ese hombre pudo darse cuenta que él no era el único, vió a tres más, cada uno regado en diferentes puntos del jardín que colindaba a lo que podría ser un bosque o algo así, comprendió al instante que no podía escapar por ahí, eso hombres quizás solo son unos cuantos y allá afuera podía haber cientos de ellos por eso la ventana no tiene protección. Cerro de nuevo la persiana dejándola como estaba y se apartó de ahí. Ahora entro al baño que era espacioso pero vacío, solo el retrete, la bañera y la regadera, no había jabón, toallas, pero al menos habían dejado papel higiénico. Que detalle. Se miró al espejo y observó su demacrado rostro, la noción del tiempo la había perdido por completo no sabía que día era, cuánto tiempo había pasado, la desesperación le ganaba ante la razón de cualquier cosa, su labio inferior comenzó a temblar y con ello comenzó a llorar con gritos de desesperación, ella solo quería salir de ahí, entonces empuño su mano derecha y con todo el coraje e impotencia acumulados, de un golpe fuerte rompió el espejo, llegando enseguida el arrepentimiento de hacerlo cuándo vio sus nudillos llenos de sangre y el dolor que le ocasionaba su imprudente acto. Con la otra mano que ahora le temblaba intento quitar los pequeños fragmentos de vidrios incrustados en sus nudillos y ahí volvió a ver su anillo de bodas que de inmediato aborreció más que nunca, lo quito de su dedo y lo aventó sin darse cuenta dónde caía. Independientemente de quién la tenía ahí, el culpable de todo era Erick Anderson. —¡Te odio, ojalá te murieras!. —grito entre llantos desesperada al tiempo que deseó nunca haberlo conocido como en muchas otras ocasiones ya lo había hecho, pero nunca con tanta certeza como ahora, porque estaba totalmente segura que Anderson era el culpable de todo lo que sucedió. Pobre, quizás de haber sabido la realidad no diría ésas palabras sin embargo ella aún es ajenas de la realidad de su presente y futuro. Se alejó de aquel espejo roto que ahora distorsionaba su imagen dando un paso hacía atrás, cuando sin fijarse dónde pisaba, un vidrio de tantos que cayeron el piso le causó una herida pequeña en la planta del pie. —¡Auch!. —se quejó. Era un pedazo grande y muy filoso, lo recogió y observó su sangre en él. Talló sus ojos con la mano que no se encontraba lastimada y su visión se aclaró un poco más al igual que sus pensamientos, que no eran para nada racionales. Miró una de sus muñecas y ahí estaba esa vieja cicatriz de su fallido suicidio, en aquella ocasión se sentía más destruida que ahora y el dolor de todo lo que pasaba en su momento quizás no le permitió ser atinada. Ahora nadie podía interferir, nadie se daría cuenta y la muerte es mejor opción comparado al infierno que tiene de vida ya no quiere seguir en este asqueroso mundo. Cerro los ojos cuándo acomodó el vidrio en la muñeca y sintió el filo en su piel, ahora planeaba una herida más grande y profunda, estaba por hacerlo, verse desangrar no le importaba, pero... —Aunque lo hicieras no morirás. —La voz de Dmitry la asusta obligándola a abrir los ojos y soltar el objeto al piso, al ver a ese hombre en umbral de la puerta. —Al menos no tan rápido dando oportunidad para que un medico te suture. —agrega indiferente. Todo este tiempo Elizabeth ignoró por completo que estaba siendo vigilada por cámaras que ni siquiera detectó. —Y a usted que más le da, ¿Que quiere de mi?. —dijo con voz trémula. —A mi no me importas, pero al jefe sí. —¿Tu jefe?..., ¿Y quién es?, Quiero verlo para que me deje ir, por favor, yo no sé que haya hecho Erick, pero puedo jurar que yo no sé nada de él, nunca me ha involucrado en sus negocios. —lo intentó convencer. Él no contesta. —Vamos, sal de ahí. —le extiende la mano para que se apoye en él, brindando a su vez confianza e intenté esquivar los vidrios rotos. Antes de aceptar su mano, dudó, sin embargo no le quedaba de otra, lo hizo a pesar del miedo que le causaba aquél hombre, no quería que la volvieran a drogar. Debía ser inteligente si lo que quiere es escapar, todos sus sentidos deben estar activos, alertas a su alrededor, su experiencia con Erick debe servirle de algo. Recordó que entre más se mostraba obediente con su verdugo, menos la fastidiaba. Al salir del baño soltó su agarre y prefirió caminar sola con él por delante. El dolor debajo de su pie izquierdo al caminar le recordó la herida que se había hecho, era incómoda y a pesar de que no sangraba mucho, también era bastante molesta ya que le obligaba a cojear, pero a pesar de eso podía seguirle el paso a aquél feo hombre en el cuál el gesto de enojo ya se marcaba en su rostro de una manera natural. Enseguida fué llevada a la habitación contigua. No cubrieron sus ojos o amordazaron, la llevaban cuál huésped en hotel, ahí se dió cuenta que salir de ese lugar sería todo un reto. Su desgracia parecía no tener fin, se sentía encadenada sin tener una cadena. Una vez dentro de la que sería su nueva prisión, Dmitry dió la orden de quitar espejos, objetos punzocortantes o cualquier otra cosa con la que pudiera lastimarse. Elizabeth miraba absorta desde una esquina de la habitación sin que en ningún momento dejara de sentirse abrumada por el miedo. —Me puede decir dónde estoy. —le cuestionó al hombre antes de que la dejará sola. —Rusia, tú nuevo hogar. —respondió simple sin rodeos y después abandonó la habitación. La sangre se congelo, el dolor en sus nudillos y pie desaparecieron por completo o al menos ya no eran importantes después de aquellas palabras, ella sabía que tenía que ser fuerte pero la realidad la superaba en todos sus aspectos así que espero a estar sola nuevamente para llorar, llorar su desgracia eterna. Con el paso de los días, a una semana de su secuestro, la depresión aumento, el tiempo le pareció lento, pero fué suficiente para aprender la rutina que se llevaba en ese lugar, el cambió de guardias y la entrega de alimentos para ella que por cierto apenas y probaba, entre tanto se intento comunicar con aquella mujer que le llevaba la comida para que la ayudara, pero fué inútil la comunicación, aquella mujer no entendía su idioma y aunque lo entendiera tenía prohibido cruzar palabras con ella, el hacerlo le podía costar la vida. Se llevó ambas manos a la cabeza metiendo los dedos entre su espesa cabellera obscura, estaba desesperada sentía volverse loca, la cordura ya era poca, no podía más con el encierro, enseguida la puerta se abrió y un cierto impacto emocional golpeteo en su pecho, si bien no le habían hecho daño hasta el momento no podía asegurar que no lo llegarán hacer, por eso cada vez que esa puerta era abierta no podía evitar exaltarse. Cuando entro la mujer de servicio a recoger los platos que en esta ocasión fue antes del tiempo destinado, prosiguió en hacer un intento más por convencerla de que la ayudara, si no entendía sus palabras quizás podía causarle lástima con su rostro afligido, su desesperación por salir de ese lugar. —Ayúdame por favor. —Le suplicó atormentada con ésos ojos rojos cristalinos, ojerosos, llenos de tristeza. Luego tomo la mano de aquella mujer con la esperanza de encontrar compasión en ella y parecía estar dando resultados, en verdad parecía que quería ayudar y eso dió algo de esperanza. La mujer miró con angustia hacía la puerta, se sintió atada de manos no podía hacer nada con aquellos hombres que se encontraban en el pasillo las atraparían apenas y pusieran un pie afuera, después le darían un tiro en la cabeza por desobediente y que decir si hablaba de esto con alguien en el exterior rápido se darían cuenta y... sacudió en negativa, es mejor ganar un buen dinero como empleada, que terminar muerta por ser una chismosa. "Lo que pase en esta casa se queda en esta casa, ustedes no escuchan ni ven nada al respecto, solo hagan su trabajo, pero ya que si prefieren terminar muertos..." . Recordó las palabras de Dmitry cuándo fue contratada juntó con el jardinero. —Mne zhal' (lo siento). —la apartó y puso en la charola los platos con la comida intacta. Salió de la habitación antes de arrepentirse de sus decisiones. Cuando abrió la puerta del otro lado se encontraba su jefe al que su sola presencia le causaba escalofríos, nunca ha tenido un trato directo con él y eso lo agradecía, realmente nunca se metía con el personal de servicio, pero la mala fama de lo que se hablaba de él era lo que la ponía mal. Tropezó cuándo lo tuvo muy cerca, sobre sus manos la charola se tambaleó pero de inmediato la puso en equilibrio evitando que algo cayera. Él gruñó por la torpeza de la distraída mujer y la miro mal, su humor hosco en estos días, hacía que se desquitará con cualquier persona que se cruzará en el camino, sin embargo le prestó atención a la charola de alimentos y tuvo la oportunidad de comprobar lo que había dicho Dmitry respecto a Elizabeth y su mala alimentación, la comida parecía intacta y entonces pensó que no quería matarla por una inanición. Enseguida pasó su vista de la charola a la mujer que seguía pasmada, Inerte, obstruyendo su ingreso a la habitación, en tal caso tuvo que hablar para hacerla reaccionar. —Dlinnyy (largo). —le habló con autoridad , serio. La empleada paso a su lado lo más rápido posible saliendo del lugar como si hubiese visto al diablo en persona. Elizabeth observaba la escena desde adentro, con su cuerpo hecho ovillo sentada sobre la cama, su barbilla recargaba en sus rodillas. Había escuchado una nueva voz, que parecía familiar pero no a las que había escuchado desde que estaba en este lugar, era un hombre alto y bien parecido en algún otro lado lo había visto. No necesito mucho tiempo para reconocerlo, en seguida supo que se trataba del hombre que la había cautivado en la fiesta, y ahora podía entender algo, él era su captor, él pretende hacerle daño y ella como una estúpida llegó a fantasear con él. ¿Que quiere de ella?. Limpió sus ojos con la palma de la mano cuando se cerró la puerta y quedaron solo ellos dos. Su sola presencia imponía bastante, sus ojos verdes parecían haber oscurecido por esa despectiva mirada de enojo que le dedicaba y que a su vez era enigmática y fría. Pero lo que ella no sabía interpretar era la lucha interna que él libraba en ése momento con aquel su monstruo y voces que le susurraban al oído que era su momento de liberar toda esa rabia que guardó por años, qué con ella podía hacer lo que no hizo con Anderson. Por su puesto qué ella era ajena sobre que tan malo podía ser ese hombre. Sin embargo él se contenía por el simple hecho de que nunca le ha hecho daño a un inocente y lo que tenía en contra de ella no era suficiente al menos no para la muerte eso ya lo había decidido, pero el monstruo no estaba satisfecho con esa decisión e insistía una y otra vez en un cambio de planes, aunque su desventaja era que Yuri tenía el control de mandarlo al carajo. Y así lo hizo para concentrarse en su raquítica visita, que en realidad era un excusa por qué no encontraba el momento para hacerse presente. —Señora Grayson o Anderson, como prefiere usted que la llame. —inquiere sarcástico y agrega. —Es de muy mala educación dejar la comida que te están dando, por agradecimiento debería comerla. —trata de sonar pasivo pero su voz aún arisca no ayudaba en nada, para aligerar el ambiente. Sus miradas se enganchan en un incómodo momento. —¿Que estoy haciendo aquí?, Déjame ir, yo no les he hecho nada. —le responde con cuestionamientos que lo irritan. —Si estás esperando que Erick venga por voluntad propia a buscarme, no lo hará yo no le importó. La dejó terminar pero al final esbozo una sonrisa de burla antes de contestar. —Erick está muerto. —lo soltó sin tacto quería verla destruida con la noticia. ¿Lo logró? Le sorprendió un tanto pero no le afecto, no sintió nada al respecto, ni tristeza, ni dolor y quizás eso sí la desconcertó (no solo a ella), luego de ponerle más atención a ese sentimiento de libertad que la abordó ya que había sido liberada de un veneno que la estaba consumiendo poco a poco. Si ahora llegaba a llorar sería de felicidad por cruel que pareciera. Se contuvo. Las facciones de él se endurecieron al notar que no logró lo que quería, estaba confundido, incluso vio un destello de felicidad que no comprendía. Sin embargo aunque no lo demostró le agradó verla así. Estos días aunque no fuera a la habitación permaneció al pendiente y siempre tuvo la necesidad de acercarse ella, se llegó a odiar por tenerla en ésas condiciones, así como también se odiaba por preocuparse por ella, su enfermiza obsesión bipolar lo está volviendo loco, una locura que no era fácil de explicar, es por ello que evitaba ir a ese cuarto, en cambio ganó la ansiedad por tenerla cerca y verla frente a frente otra vez, aunque fuera para fastidiar. Luego de admirar su belleza, por qué para él era una mujer bella a pesar de su desaliñada y demacrada apariencia, era hora de irse. —Te volverán a traer comida. —Espera un segundo. —lo detuvo y se levantó corriendo hacia él. —¿Cuando me dejarán ir?. —ahora sí había gran una ilusión de libertad, lo podía sentir. Pero estaba equivocada respecto a su teoría, Yuri era un hombre bastante posesivo y ahora que se había convertido en su inquietante obsesión no la dejaría, así la integridad de ella fuera destruida en el proceso. —Nunca. —pronuncio con voz ronca terminando con el espacio que había quedado en ambos. Recorrió con la yemas de los dedos el contorno de su rostro, quedando fascinado con volver a sentirla. Se inclinó un poco y musitó en su oído. —Eres mía, no pretendo dejarte ir. Se alejó dejándola inmóvil, con los ojos desorbitados debido a la sorpresa de sus palabras, sintió escuchar el latido de su corazón frenético pero no era de miedo, coraje quizás. De pronto la locura la dominó y no le importó las consecuencias, cualquier cosa era mejor que volver a ser la esclava de alguien más. —Eres un maldito enfermo. —lo comenzó a golpear en el pecho con ambos puños pero no lograba hacer ningún daño, él era más fuerte y no consiguió moverlo ni un poco. Eso en lugar de molestar llegó a divertir hasta que.. —Eres igual a Erick Anderson. Fué el momento en que el infierno se abrió y dejo salir a todos sus demonios, jamás debió pronunciarlo, mucho menos hacer una comparación entre ambos. Tomo sus manos con fuerza sin importar si la llegaba a lastimar, pudo sostener ambas con una sola mano así que levantó la otra mano dispuesto a darle una bofetada, pero no lo hizo, algo lo detuvo, algo puso sumisos a esos demonios, podría ser la repulsión que vio en su mirada, sus lágrimas o quizás era verdad que se estaba comportando como su peor enemigo. Pero que acaso esa no era la finalidad de su venganza, hacer lo mismo qué Anderson para quedar por igual. Acostumbrado estaba de aquellas miradas de odio, miedo, a decir verdad no era nada nuevo, sin embargo la de ella, la sintió diferente le estaba afectando considerablemente. Por primera vez no se sintió conforme, le falló esa plenitud, ese regocijo de orgullo de ser el villano de toda historia. Entonces al no querer cometer una locura de la cuál arrepentirse llamó a sus hombres. —Entren. —grito enérgico. A jalones la llevó hasta la cámara dónde la dejó caer sin ninguna delicadeza mientras ella intentó huir de las manos de aquellos hombres pero sin lograrlo. —Pónganla a dormir. —No por favor, eso ya no, no otra vez. —lloro intentando buscar su mirada, pero él le dió la espalda. Esto lo estaba superando, ¿En qué momento perdió el control para que esto se saliera de sus manos?, no lo sabía pero ya era demasiado tarde para desistir, la quería para él aunque como resultado solo consiguiera su odio. —No me dejas de otra. Espero que cuándo despiertes estés en mejor disposición de cooperar.
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