La comitiva fue creciendo a medida que se dirigían al palacio real de Tersan, a pesar de la penumbra que ya estaba presente, y del frio que comenzaba a hacer, la gente salía de sus casas para ver al heredero de Wintus pasar por la calle.
Ellos trepaban a los techos para ubicarlo, muchos empezaron a querer acercarse a él para tocarlo o solo sentir su presencia más de cerca, pero la escolta del rey constituida por sus mejores caballeros era una férrea barrera entre la gente y los que estaban dentro de esta, llevaban pesadas armaduras y grandes escudos, además de que cada uno llevaba un conjunto de lanza y una espada al costado, varios iban montados en grandes caballos desde los cuales observaban a todos.
Estos caballeros le habían ofrecido a Daniel uno de esos grandes caballos para que pudiera ir más cómodo, pero no los acepto ya que no sabía montar y también les tenía un poco de miedo.
Daniel siguió andando junto a la comitiva con esa formación y con la creciente multitud un buen tramo, hasta que el hombre alto y delgado con los parches multicolores que estaba sobre un caballo delgado y gris se acercó a hablar con él abriéndose paso entre los caballeros.
—Me da mucho gusto poder conocerlo héroe del pueblo, mi nombre es Kandar Ferrson vocero del rey —Kandar hablaba con una voz sumamente impostada y exagerando cada silaba.
—Mi nombre es Daniel señor Kandar, no héroe del pueblo, y el gusto es mío —decía Daniel hablando con el tono más amable que pudo sacar, no quería parecer grosero.
—Un joven humilde por lo que veo, escasean estos días, ¿me permitiría hacerle algunas preguntas joven Daniel? —diciendo esto Kandar se bajó de su caballo y se puso al lado de Daniel.
—Como guste señor Kandar —respondió Daniel alejándose un poco de Kandar, que en realidad era poco ya que no había mucho espacio con lo apretado que estaban.
—¿De dónde eres? Conozco a todos los nobles de esta ciudad y es probable que conozca a más la mitad de los del reino, y no me creo que seas un poblador más, tu apariencia no encaja con la de los pobladores —Kandar decía esto mirando a Daniel de arriba abajo tratando de sacar algo de aquello.
—Vengo de muy lejos, no te imaginas cuanto, y no creo que hayas escuchado de Inestin, así que no sabrás ubicarlo, y yo menos, ya que llegue a Tersan por un rapto, uno de los caballeros de la iglesia me encontró y me trajo a la santa sede hace unos días, así que estoy aquí hace nada —Daniel dijo todo esto lo más rápido que pudo y medio riendo.
—¿Me estás diciendo que estas solo? ¿sin padres, amigos o ningún familiar? —pregunto Kandar poniendo una mano en su pecho y aspirando aire de forma escandalosa.
—Efectivamente, estoy solo —respondió Daniel pensando en sus compañeros de clase.
—Eso es triste, lo lamento, aunque también es bastante singular que el heredero de Wintus haya llegado de una forma tan fortuita, y sin nadie respaldándolo, podría decirse que el destino confabulo para que llegaras aquí. Lo dejo por el momento joven Daniel, ya estamos cerca de llegar al palacio y creo que vas a estar ocupado —habiendo dicho esto Kandar se subió a su caballo y se alejó cabalgando.
Justo cuando ya la noche había llegado quitando la poca luz que quedaba, Daniel pudo observar a lo lejos después de voltear una esquina que había al final de ese camino una muralla, no era tan alta pero si lo suficiente para que nadie pudiera saltarla con facilidad.
Desde donde estaba podía ver que había más allá de la muralla, lo que vio fue un edificio de grandes dimensiones hecho de piedra blanca, con muchas ventanas, muy largo y con torres en toda su extensión que tenían puntas cónicas con banderas en su punta ondeando al viento.
La mayoría de personas que habían acompañado a la comitiva se quedaron dónde estaban, y vieron como abrían las puertas para los que estaban en el círculo de protección de los caballeros del rey, algunos pobladores intentaron meterse, pero fueron expulsados con facilidad.
Al entrar a los terrenos de palacio Daniel pudo percatarse del nivel de ostentosidad que tenía ese lugar, era como si al pasar el portón hubiera entrado en una ciudad diferente, había lámparas por todos lados iluminando el lugar, el camino era mucho más limpio que cualquiera de los de la ciudad, había arbustos cortados para que se vieran como animales, flores por todos lados.
Todo el espacio entre la muralla y el palacio parecía un inmenso jardín, había varios árboles podados en lugares que Daniel supuso estaban puestos con propósitos estéticos, diferentes estatuas de humanos, seres míticos, y animales también, Daniel se quedó asombrado de lo mucho que habían invertido en ese palacio, pero tuvo que admitir que comparado con la catedral del luzismo no era tan impresionante.
En la entrada del palacio los esperaban muchos sirvientes vestidos con ropas grises mucho mejores que las del pueblo, ellos estaban alineados en filas a lo largo del camino y en el centro estaban dos personas vestidas con ropas extravagantes, un niño y una señorita, llevaban anillos en las manos, como a su vez joyas adornando sus prendas.
La joven llevaba también un collar y dos brazalete en cada mano, al parecer de oro, además todas las joyas tenían piedras preciosas incrustadas. El niño era pequeño, parecía de seis u ocho años, cabello n***o algo ondulado, y una nariz larga que terminaba en gancho, iba vestido parecido al rey, solo que el manto, la camisa, y pantalón eran de color verde.
La señorita llevaba un hermoso vestido de color carmesí y dorado, que a pesar de que cubría todo su cuerpo estaba ceñido en las partes que resaltaba su figura, además su cabello castaño y largo tenía una trenza en extremo elaborada y compleja que caía por uno de sus hombros, todo en ella era llamativo.
Al llegar la comitiva cerca de la entrada los sirvientes se arrodillaron para recibir al rey, este al salir del palanquín levanto las dos manos indicando que se levantaran, y prosiguió a dirigirse hacia Daniel mientras indico a los dos jóvenes que estaban en el centro que se acercaran.
—Daniel Prado, te presento a mis hijos, Leonard y Dalila Wintuson —los dos hicieron una venia leve respectiva para la ocasión, Leonard poniendo uno de sus brazos en el pecho e inclinándose levemente, y Dalila bajando un poco las rodillas, extendiendo sus manos, y moviendo la cabeza como si asintiera, aunque este último movimiento fue tan leve que casi no se notó.
—Un gusto en conocerlo Daniel Prado, usted debe ser el heredero de Wintus que a alborotado todo el palacio —dijo la princesa Dalila con una voz juguetona, mientras miraba los ojos de Daniel con una sonrisa en el rostro.
—Ya tendrás tiempo de hablar con el Dalila, una fiesta lo está esperando y me parece que podría ofrecerle unas prendas más apropiadas para la ocasión —dijo el rey con una expresión seria en su rostro.
Dalila solo se hizo a un lado con gracilidad permitiendo el pase de su padre y de Daniel, este último siguió al rey cuando se movió sin pensarlo mucho, y mientras caminaba el príncipe se le acerco.
—¿Es cierto que tienes una espada invisible que puede cortar a distancia? —pregunto el joven príncipe emocionado y con brillo en sus ojos. Daniel suspiro y se le quedo viendo unos segundos con una sonrisa, la forma en que lo había preguntado era tan sincera y directa que lo relajo.
—No sé muy bien lo que ocurrió hoy en la mañana, pero puedo decirte que esto se acerca mucho a lo que mencionaste —decía Daniel mientras sostenía la guarnición de la espada de Wintus, y al hacerlo sintió como una descarga de energía que recorría todo su cuerpo e iba a la espada, antes de que sucediera cualquier cosa guardo de inmediato la espada en su cinto, y al soltarla de repente se sintió muy cansado, esto fue captado por el príncipe.
—¿Está usted bien señor? —Leonard lo agarró del brazo y lo miro con preocupación—, si desea podemos llamar a algunos médicos.
—Sí, no te preocupes —replico Daniel dándole unas palmadas en la mano de Leonard, este lo soltó y después siguieron caminando.