Los leves tonos del atardecer comenzaban a desaparecer del firmamento. El camino había sido largo, pero en cierto modo lo había disfrutado.
Después de salir de la ciudad transitamos por un hermoso bosque, no sabia que había uno tan cerca, el aroma a sabino y a pino entraba en el interior del auto aunque ninguna ventanilla se encontraba abierta, el paisaje me pareció hermoso, como de cuentos de hadas y así me sentí, quizás como cenicienta, no era más que una persona común hasta que mi hada madrina me transformo, en esta ocasión Julio era el príncipe y el hada madrina al mismo tiempo.
Pronto llegamos a un pequeño pueblo, estaba situado en medio del bosque por lo que las fachadas de los negocios y casas eran casi las mismas, imagine que se trataba de un pueblo mágico.
Había mucha niebla,
