CAPITULO 34

1232 Words
No queria que mi hija saliera de la habitación pero ella dijo que estaría bien en su habitación además de que tenia tareas pendientes. Me aseguré de que fuera asi habia perdido el apetito asi que no bajé a cenar y menos permití que mi hija lo hiciera y me aseguré de preparar su comida personalmente porque no confiaba en nadie después de ver que esa perra tiene mas poder que yo y eso que soy la esposa de la cabeza de la familia Vlarios. —Victoria, ¿Qué haces en la cocina? —Las empleadas parecen hacer lo que esa mujer quiere cuando ellas quieren como si ella fuera la mujer de Abel, entonces no puedo confiarle los alimentos de hija a ninguna por lo que me aseguro que no vaya a ser envenenada. —Nadie puede tocar a Violet,… —Porque, porque perdería sus derechos a la riqueza. —la interrumpo —Perdón señora Graciela pero esa mujer demostró que es capaz de todo con tal de sacarnos de aquí y asi meterse en la cama de mi marido. —No puedes hablar asi de la esposa de tu cuñado y lo sabes, puede traerte problemas con Carter al decir eso de su esposa. Incluso puede que a Abel esto le moleste —Señora, hasta su hijo sabe que su esposa lo abandonaría si Abel le dijera que fuera su esposa pero seguramente no la manda al demonio por el hijo que comparten. Pero le dire esto, me vale quinta hectáreas si Abel se enfada, si mi pareja no me comprende, entonces cada quien que vea por su vida, yo no voy a pelear por un hombre, eso jamás, pero por mi, haré lo que sea por ella. Subí y le di la cena a mi hija y esperé a que se durmiera para asegurarme de que estuviera bien y durmiendo. Eran casi las 11 de la noche cuando empecé a quedarme dormida pero los rugidos de mi estomago y un pequeño dolor me hizo recordar mi enfermedad “Debo comer o puedo empeorar mi salud” No estaba de ánimos para comer, pero mi vi obligada a hacerlo. Al entrar a la cocina me sorprendí al ver a Carter con un buzo y sin camisa, de alguna forma me dio mala espina así que me di la vuelta para irme a dormir. —Tienes hambre verdad. —Ya se me pasó. —Me sobró un poco espaguetis con albóndigas. Siéntate. Quería negarme pero mi estomago ruge para que no lo haga así que tuve que aceptar su invitación en silencio, probé la comida y quedé encantada y comí todo sin darme cuentas hasta que escuche su risa burlona. Al ver el desastre me dispuse a limpiarlo pero una mano me tomo de la muñeca diciéndome que no era mi trabajo pero le dije que quería hacerlo y esta vez me hizo verle a la cara, no se en que momento quedé acorralada entre él y el lavabo. Sus ojos no se apartan de los míos y puedo sentir que se esta acercando mas a mi, noto algo de malicia en sus ojos. —¿Qué pasa? —murmura sin borrar su sonrisa —Te comió la lengua los ratones, cuñada. —A qué viene esto. Su mano derecha se mueve de lugar y acomoda el flequillo de mi cara para después tomarme de la barbilla. Se acerca más a mi cara así que le di una probadita de lo que sufrió Abel, cayó de rodillas maldiciendo de dolor. —Yo no soy como la resbalosa de tu esposa que se muere porque mi marido se la folle. Soy mujer de un solo hombre y solo ha habido un hombre en mi vida y ese es tu hermano. Con el pasar de los días esperé a recibir una llamada, aunque sea una de Abel pero él ni siquiera me llamó, “supongo que esta trabajando” aunque pensaba en eso había una inquietud en mi pecho que me hacia imaginar que estaba con otra y ese sentimiento era horrible. —Necesito salir de aquí. Mi hija no está así que daría mejor un paseo por la ciudad. —Señora. Recibí una llamada de la oficina del presidente, había problemas y debía ir a ver de que trataba. Busqué ropa de la oficina, pero Abel no me había dejado nada de mi ropa anterior y la que tenia me incomodaba, me hacia verme como si fuera de la realeza. —Saldrás tan temprano. Me sorprende el hermano Carter. Creí que se había ido. Lo ignoro y espero el Uber que vendría por mi. —Sube, te llevo a donde vas. —No, ya pedí un Uber asi que puedes irte, cuñado. Le muestro una sonrisa corta. Lo escucho suspirar. —Mujer, aquí no entran los Uber, —“eso no lo sabia” —Sube rápido que se me hará tarde. No tuve de otra que subirme con él pero me el camino me mantuve callada todo el tiempo hasta que me preguntó a donde iba y se detuvo en seco cuando le dije que iba la compañía de su familia. —¡Oye, me quieres matar o que! —¿Por qué vas para allá? —Hay problemas con los pagos de ciertos empleados y el de gerente de Publicidad pide los pagos. —Entonces mi hermano esta llevando a la quiebra la empresa. —No. —dije con fastidio —Los sueldos de los empleados quedaron resueltos antes de su viaje, así que iré a revisar la planilla personalmente. —En ese caso necesitaras un abogado. —No. Al llegar a la compañía fui directamente a la oficina de Abel pero me incomodaba que Carter estuviera pegado a mi como un chicle. Estábamos en el elevador pero se detuvo en el piso ocho, las puertas se abrieron y Kail entro, al verme me saluda con normalidad pero reconoció a Carter enseguida. —Tu ausencia tiene loca a las chicas. —Debo hacerlo, solo hasta que él regrese, de lo contrario debo proteger a mi hija de las víboras que se pasean por la mansión de los Vlarios. Escucho que Carter carraspea su garganta como si fuera una amenaza. —Si tienes tiempo puede unirte con nosotros a comer en el almuerzo, seria agradable tenerte de vuelta. —las puertas se abren —Nos vemos. Al cerrarse las puertas Carter me pregunta si así es la confianza que hay entre la esposa del presidente y sus empleados y le respondí que no es su problema. —La esposa del líder no debe mezclarse con el personal de nuestra compañía. Abel te da muchas libertades. Si fueras mi esposa, no lo permitiría de ninguna forma. —Pero no lo soy para mi suerte. Jamás seria la esposa de alguien tan obsesionado con su hermano mayor y mas si elige como esposa a zorras, dios, tal parece que ustedes son cortados del mismo árbol. Las puertas se abrieron y esta vez entró casi todo el personal de diseño acorralándome entre las frías paredes del elevador y el cuerpo de Carter. Escucho como alguien grita que lo esperen y de pronto lo tenia a tan solo un centímetro de mi cara. —Puedes alejarte de mi. —murmuro para que me de mi espacio —Carter… —¿Y si no quiero hacerlo?
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