En verdad me puedo dar cuenta que él estaba haciendo un enorme esfuerzo por no explotar y yo…. estoy que no me la creo; mi hija, mi niña dulce y hermosa habia cambiado en cuestión de horas, no es la misma.
—Papá… —ella le da una mirada llena de maldad que me espantó —No quiero dejarte solo.
La mira con miedo y luego me mira a mí, pero yo hice de la vista gorda, de reojo pude ver que la toma de la mano y ella le sonríe pero era una sonrisa falsa y escalofriante que hasta a mi me dio miedo.
Entramos y claro que todas las miradas se posaron sobre nosotros tres, él egocéntrico y maldito Abel Vlarios llega en compañía de una niña y una mujer. Nadie jamás lo había visto como el moderno padre de familia.
Me toma de la cintura y me apega a su cuerpo.
—Sabes lo que tienes que hacer y decir. —susurra en mi oído, lo codeo para que me suelte —Entiendes.
—Eres mi esposo, no mi jefe.
Puedo darme cuenta de que todos me estaban viendo y me incomoda. Trato de verme serena y de no separarme de él porque podría ser peligroso y más si se trata de personas como estas.
“Enserio soy estúpida, yo solita me metí al nido de víboras y lobos”
Ya teníamos cuatro horas sentados, Abel en varias ocasiones quiso dejarnos solas, pero me aferre de su brazo y le susurre nerviosa que ni se le fuera a cruzar por la cabeza dejarnos a solas porque es lo que todos están esperando los demás.
—¿Cuánto más debemos esperar? —mascullo al ver que mi hija esta por dormirse.
—Tienes razón, hay que irnos, es tarde.
Salté de felicidad por dentro al saber que no iríamos, era tarde, casi daban las diez de la noche, caminamos hacia la salida y mientras él me decía que mañana estaría listo todo. No era necesario que supiera una respuesta de mi parte porque es Abel, no le importa mi opinión.
—¿Abel?
Una mujer se nos puso en frente.
Mira a mi hija, a mi y luego a él, al quitarse los lentes palidecí al ver que era esa mujer que llegaba tres veces a la semana a la oficina por él para salir a tener sexo.
—Así que es cierto —pude sentir que se sentía dolida —Todo este tiempo…
—Fui claro contigo, si Vicky me perdonaba por mentirle, claro que estaría con ella sin pensarlo.
“¿Vicky, como diablos sabe que me dicen así? ¿Perdonarle que?”
—Pero dijiste….
—Lo que dije solo fue por un poco de placer, era la única forma de superar el dolor que me estaba consumiendo al pensar que jamás volvería con ella. Pero ahora ella está aquí y mi hija también.
Ella se limpia las lágrimas con rabia y le grita de cómo estaba seguro de que no era una cazafortunas o de que Violet era su hija.
“No si hasta yo lo estaría dudando”
—Tiene razón.
Abel me codea molesto.
—Cállate que es a ti a quien están insultando.
—Ah si. Lo siento. Te dije que seria difícil…
—Ca–llate.
Los gritos de ella estaban alertando a los demás de lo que estaba sucediendo y claro que no demoraron en acercarse.
“Tierra trágame por favor”
—En nuestra familia, hay algo especial que no todos tenemos suerte de heredarlo, el color ámbar en uno de los ojos y el otro azul, yo no los heredé de mi padre, pero mi hija sí.
Los murmullos comenzaron a hacerse mas fuerte y la mujer grita que es una vil mentira.
—Todos adentro. —la piel se me eriza al reconocer esa voz. —Ahora.
La madre de Abel sacó a todos los presentes y dejó solamente a su familia, un hermano y la chica de antes que es su hermana también que se quedó hablando con él en la tarde cuando llegamos a la residencia de los Vlarios y claro la chica que se muere de un coraje con solo verme.
—¿Sabes quien es ella? —me pregunta una vez se cerraron las puertas y niego —Él, la presentó diciendo que se casaría.
—Lo dije porque creí que ella se había regresado a su país.
—Cállate. —dijo severamente —Y ahora dice que eres su… esposa, encima con una niña de casi diez años.
No sabia que decir, estaba acorralada, no sé qué estúpida mentira le dijo a esa mujer, no se que Diablos responder a esa pregunta, claro que todos están esperando una respuesta convincente, pero, así como estoy ahora siento que la voy a cagar.
—Arruinaste mi vida, sabes. Yo soñaba con ser la primera y única madre de sus hijos, —se rie cabreada —Ahora dice que lo hizo porque creyó que nunca lo perdonarías por decirte que era rico.
—Eso quiere decir que volviste por el dinero. —dijo su madre en tono furioso.
—Con todo respeto señora, no soy una perra interesada en el dinero, él me conoce perfectamente y sabe que prefiero ganarme el dinero con mi propio esfuerzo que pedirle un centavo a él, siempre fue así cuando creí que era un, paisajista. Por años creí que era alguien más, pero enterarme que es un hombre que proviene de esta… familia, claro que no pude soportar que me engañara por años. Y si estoy aquí, es porque el me lo pidió, me dio tiempo de pensarlo y así lo hice, por eso estoy aquí.
—Entonces dices que tu hija… es la única que posee los ojos de tu padre. —mira a su hijo y Abel asiente a su respuesta —Quiero verla.
—Ella esta durmiendo. —dije de inmediato —Se levanta de mal humor si la despiertan.
—Crees que eso me importa —dijo la anciana tajante —¿O es que acaso tienen algo que esconder?
—Descuida —me dice con una sonrisa Abel —Me encargaré de que no sea así.
El le habla al oído haciendo que se remueva incomoda en sus brazos, se despierta y él la pone de pie, bosteza y frota sus ojos, parpadea un par de veces antes de abrir por completo los ojos, Violet observa a su alrededor y luego a nosotros.
—Papá, aun no llegamos a la casa… tengo sueño.
—¿Recuerdas que me dijiste que quieres conocer a la abuela? —le dice con dulzura fingida —Bueno, ella también desea conocerte.
Abel señala hacia su madre y ella se sorprende de ver los ojos de mi hija, “algo que no es de sorprenderse”. Escucho los murmullos detrás de nosotros de sus hermanos diciendo que no era posible.
—A quien quieres engañar —se acerca a nosotros uno de sus hermanos —Todos sabemos perfectamente como es la vida que llevas y que los niños, no son lo tuyo. Ya di la verdad
—¿Qué pasa? Acaso tienes envidia, hermano. —Abel disfruta al ver a su hermano enojado. —Si… lo sé, te duele.
—El único que tiene envidia eres tú, aunque debo darte crédito por tal actuación, pero ya basta, tu no toleras a los niños ni siquiera a tus sobrinos.
—Son sus hijos, no los míos.
—Di la verdad. —dijo cerca de su cara retándolo —Dilo. Porque te recuerdo que fuiste claro cuando dijiste que hasta te harías la vasectomía para no engendrar “demonios problemáticos”
—Lo único que diré es que solo estas lleno de coraje porque me quedaré con la mansión Vlarios y no tú. Lamento haber apagado tus sueños, hermanito menor.
“¿Qué… osea que es por la casa?”