01

1894 Words
Emanuel. Llego a la empresa con algo de apuro. Mi papá tuvo una reunión de emergencia y no me quedó otra opción que venir a suplantarlo porque tenía una entrevista de no sé qué cosa y no podía cancelarla. Entro al ascensor y voy hasta la oficina de mi padre que queda en el quinto piso. Saludo a la secretaria, una rubia, alta y de ojos azules que me mira con pánico cada vez que me ve, creo que me tiene miedo. Yo no le digo nada porque me da risa, pero no tengo idea de porqué me mira con esa expresión. Sobre el escritorio encuentro una nota que mi papá me dejó con preguntas clave para hacerle a la pobre mujer que, según esto, se llama Merlina. Definitivamente, pobre mujer, ni bien nació ya la mataron con el nombre. Me suena a Merluza... Suelto una risa por lo bajo mientras veo el reloj. Las nueve y cinco. Frunzo el ceño, ¿acaso la entrevista no era a las nueve? Ya empezó mal, que agradezca que mi papá no está o ni siquiera la hubiera recibido. Y eso que yo también llegué tarde, pero se supone que soy el jefe. Escucho griterío y risas afuera hasta que la rubia toca la puerta y se asoma para avisar que Merlu... digo, Merlina ya está acá. Le digo que pase y al instante una muchacha, más joven de lo que pensé, entra con paso temeroso. Ni siquiera me dirige la mirada, simplemente me hace un asentimiento con la cabeza mientras se sienta en la silla del otro lado del escritorio. Sinceramente, odio hacer entrevistas, y esta no es la excepción. —Hola —dice con tono nervioso levantando la mirada. Abre sus labios pintados de rosa con sorpresa y enseguida noto como su pálida cara se vuelve cada vez más roja. Arqueo las cejas, tampoco es que soy tan lindo. Sus ojos negros se clavan en los míos y siento que la conozco, pero no tengo idea de dónde. Arranquemos y terminemos con esto de una vez por todas. —¿Merlina Ortiz? —le pregunto solo para asegurarme. Asiente con la cabeza, jugando con un llavero de peluche que tiene en el cierre de su bolso—. Un nombre bastante peculiar... —Sí, a mis padres le gustaban los locos Adams, mi hermano se llevó la peor parte y... —Se queda en silencio y termina encogiéndose de hombros—. Bueno, no importa. —Suelta una risa tonta que me hace sonreír. —Bien, Merlina... Yo soy Emanuel, el hijo del dueño de todo esto. Lamentablemente mi padre tuvo una reunión así que estoy yo a cargo por el día de hoy... —Me aclaro la voz y reviso la lista de preguntas—. En fin, al parecer mi papá quiere contratarte porque sos organizadora de eventos y quiere hacer una fiesta. —Sí, eso es lo que me comentaron. Hoy me iba a dar más detalles, pero... —No te preocupes —la interrumpo—. Sé lo que quiere hacer, aunque me dijo que si te contrato él te dirá sus planes personalmente. Bueno, ¿tenés experiencia en esto? —No —responde y abro los ojos impresionado por su sinceridad—. Digo, sí. Lo que pasa es que me recibí hace poco y todavía no hice nada oficial, pero organicé fiestas de amigos y esas cosas, además me recibí con promedio de diez, por lo que... —dice con desesperación—. Bueno, si quiere le doy mi currículum. Asiento con la cabeza y ella me pasa una hoja con todos sus datos. Leo solo la experiencia y lo único que hay es que estudió Organización de eventos/Ceremonial y protocolo. Trabajó en un Burger King y ayudó a su padre en el negocio inmobiliario. Eso último no lo creo, pero todos mienten en su currículum. —¿Mi padre sabe que no tenés experiencia? —cuestiono interesado y devolviéndole la hoja. Ella aprieta los labios y mira hacia abajo mientras niega con la cabeza. Su pelo al estilo Cristobal Colón se mueve hacia todos lados y vuelve a mirarme—. ¿Creés que vas a poder organizar un evento empresarial? Es una fiesta de aniversario por los treinta años que estamos en el mercado. Me cruzo de brazos, me tiro hacia atrás hasta que toco el respaldo de la silla y espero a que me responda. —Sí, puedo —dice finalmente con tono decidido—. Estudié para esto y estoy segura de mis capacidades, puedo sobrellevar un evento empresarial. La observo con los ojos entrecerrados. ¿Por qué me parece tan conocida? Bueno, tiene una cara bastante genérica, así que no me cabe duda de que debe ser eso. Respiro hondo, vuelvo a apoyar los codos sobre el escritorio y agarro una lapicera. Descarto varias preguntas de la lista y opto por la más normal. —¿Tenés novio? Me mira como si tuviera monos en la cara. Abre la boca, vuelve a cerrarla y frunce el ceño. —No entiendo qué tiene que ver esa pregunta con mi trabajo —replica con tono confundido. —Bueno... —Golpeo la lapicera contra el cuaderno—. Mi papá es medio reacio a contratar gente con otras responsabilidades, sobre todo a adolescentes con novios porque suelen darle menos importancia al trabajo. —Yo soy responsable, no soy adolescente y no tengo novio —contesta con molestia, aunque se sonroja al final. Reprimo una sonrisa y asiento lentamente. —Te pido disculpas, estoy leyendo las preguntas de mi padre y me da vergüenza haberte preguntado eso —comento uniendo mis manos y dejándolas sobre la mesa. Debo decir que es la primera entrevista que estoy disfrutando, nunca nadie se comportó de una manera tan molesta con esta pregunta. Quizás se separó hace poco. Su semblante se relaja y vuelve a ser la chica pálida—. ¿Qué edad tenés? —Veinticinco. Imposible que esta mina tenga cuatro años menos que yo, no me la creo. Pensé que era mucho menor. Me remuevo en el asiento con incomodidad y paso una mano por mi pelo. Me quedo en silencio y ella muerde el interior de su mejilla. Vaya a saber lo que está pensando. ¿Qué prosigue? ¿La contrato o no? —¿Cómo organizarías el evento de mi padre? —interrogo para ponerla a prueba. Arquea las cejas y me mira con expresión incrédula. —Bueno, hablaría con él para ver sus ideas y luego me pongo manos a la obra. —Se encoge de hombros. Quedé como un idiota. —Contratada —suelto sin pensarlo. Me observa como si no hubiese entendido y deja de retorcer al pobre peluche. —¿En serio? —pregunta asombrada. No puedo evitar sonreír ante su expresión. Los ojos abiertos de par en par, sus labios entreabiertos, su pelo hecho un desastre. Se acomoda la camiseta roja que tiene puesta y pone un mechón de pelo detrás de su oreja, dejando lucir la perla que lleva de arito. —Sí, de verdad, con la condición de que mi padre no se entere jamás de que no te hice miles de preguntas, y ponete las pilas para que no se note que no tenés experiencia. Mi papá me mataría si se da cuenta de que contraté a una novata —respondo con seriedad. Asiente enérgicamente. —Gracias, gracias. Realmente necesitaba el trabajo. Ay, voy a llorar. —Sus ojos se llenan de lágrimas y no puedo evitar sentir un poco de lástima por ella. —No, no llores —digo moviendo mis manos hacia todos lados. Seca una lágrima y respira hondo. —Es más de alivio que otra cosa. —Se pone de pie y la imito. Estiro la mano para estrechársela, pero en vez de eso, me abraza con fuerza. Es demasiado confianzuda y me pone incómodo. Es la primera vez que me pasa esto y no sé cómo actuar, así que simplemente palmeo su espalda hasta que se aleja. —Mi papá se va a poner en contacto con vos dentro de unos días y va a contarte su idea —agrego. Respira aliviada. —Gracias —repite antes de agarrar el picaporte de la puerta y darse la vuelta para abrir. —¿Nos conocemos? —le pregunto al notar que no deja de mirarme. Suelta el picaporte y se cruza de brazos mientras hace un gesto afirmativo—. ¿De dónde? —De ayer. Fui la que se cayó en la vereda por tu culpa... —Se sonroja y me cae la ficha. Con razón me miró tan raro durante la entrevista. —Perdón —logro decir—. Me parecías conocida, pero no me acordaba de dónde. Ahora estás más arreglada. No tenés el pelo pegado en la cara ni expresión de perrito mojado. —Suelta una carcajada y su risa resuena por la oficina. Observo con mayor atención el pantalón de jean que aprieta sus piernas y debo decir que tiene una buena parte trasera. Los tacones del mismo color de su remera, la cual noto que tiene ceñida al cuerpo, pero unos volados muy finos actúan de dobladillo. No está nada mal, pero necesito concentrarme en otras cosas en este momento, no estoy ni siquiera para un revolcón, pero tampoco creo que esta sea de esa clase de chicas. —Bueno —dice sacándome de mis pensamientos—. Gracias por la oportunidad, prometo no defraudar a tu padre. Sin dejarme responder, sale de la oficina y escucho que comienza a charlar animadamente con la secretaria, al parecer ya se conocían. Resoplo mientras vuelvo a sentarme y le envío un mensaje a mi padre, anunciando que la entrevista salió bien y que la contraté. Me da igual lo que piense, pero sé que en cuanto la vea y note que es joven me va a tirar la bronca diciendo que la contraté nada más que para estar con ella. A veces, la mayor parte del tiempo, no lo soporto. Odio esta empresa, yo solo quiero ser piloto de aviones, pero tengo que ser esclavo de esta fábrica de cremas. Ah, pero bien que mi hermano mayor quiere ser músico y lo es, el hijo pródigo. Ja, ja. Odio esta familia. Ni mi madre me escucha, ya ni le importo, desde que se casó con un tipo diez años más joven que ella y tuvieron una hija... Creo que ya no existo más en su vida, y eso pasó hace más de cinco años. Vuelven a tocar la puerta y la rubia se asoma con algo de temor. —¿Podría quedarse Merlina un rato? —cuestiona con voz temblorosa. Arqueo una ceja—. Es una amiga y... —Está bien —contesto restando importancia con la mano. Me da igual—. Mientras no te distraiga de tu trabajo, se puede quedar. —Bueno, gracias. —Esboza una sonrisa tímida y se va. Ruedo los ojos. Como si la fuera a echar por hablar con una amiga, apenas tengo poder sobre ella y de nada me serviría tratarla mal. Escucho risitas y cuchicheos, pero no logro entender nada de lo que dicen. Mi padre me dijo que volvería al mediodía, así que todavía tengo dos horas para estar encerrado en este cubículo horroroso. Oigo risas y gritos y chasqueo la lengua. Me levanto y salgo. —¡Señoritas! —las llamo y hago un sonido para que hagan silencio. Me miran asustadas y sonrío—. Hablen más bajo, por favor. Voy por un café. —Comienzo a caminar y me doy vuelta de inmediato al escuchar la voz de Merluza—. Señorita Ortiz, te pido que te retires antes del mediodía, no creo que a mi padre le guste verte parlotear con su secretaria. Asiente con la cabeza rápidamente y codea a su amiga. Hago de cuenta que no vi ese gesto. Al darme media vuelta nuevamente, estallan en carcajadas. Suspiro, esta chica no va a ser muy fácil de llevar.
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