Le dio una última mirada antes de salir del auto con sus armas en mano, acabaría con cada ruso que se le atravesara sin ninguna excepción. El lugar era una vieja fábrica, lugar que con ayuda habían logrado apoderarse para trazar sus planes desde ahí. Pero al parecer nada ocurría en ese territorio sin que los rusos se enteraran. —Señor —lo llamó uno de sus hombres antes de entrar al lugar. —¿Qué? —respondió Damián volteando a verlo. —Su pasamontañas, señor —dijo él tendiéndosela. Él la tomó y se la puso, su mirada fue hasta los demás, al igual que él se pusieron su pasamontañas. No podían permitir que se viera su identidad, puesto que ellos se mantenían con él al ojo público. —Ellos están dentro ya —dijo uno de ellos. Damián lo miró por unos segundos y asintió. Dio algunas órde