Capítulo 2

2138 Words
Con una media sonrisa en su rostro se acomodó su ropa, levantó la mirada para mirarla vestirse. Se mordió el labio inferior recordando el buen momento que habían pasado. Era muy probable que todos los hombres afuera hubiesen escuchado todo el ruido que habían armado. —Espero haberlo complacido, jefe —dijo ella cuando estaba completamente vestida. —Estoy satisfecho, Bianca. Se acercó a él con su sonrisa seductora, pasó su mano tras su cuello para jalarlo hacia su boca y besarlo intensamente. —Es usted un buen amante —susurró contra su boca, él sonrió cuando pudo percibir en su aliento su olor. La tomó de la cintura y la besó de la misma forma que ella lo había hecha. Luego se separó de ella y sin decir ninguna palabra salió del despacho, buscó a Carlo con la mirada, cuando lo divisó se acercó hasta él. —¿Tienes a mi equipo? —Si, señor. Por la mañana estarán esperándolo para marcharse con usted. Él asintió. —Quiero a Bianca entre ellos. —Disculpe, señor, pero ella no es necesario en su equipo. No creo que... —¿Te he pedido tú opinión, Carlo? —preguntó mirándolo con el ceño fruncido. —No, señor. —Entonces no cuestiones mis órdenes. Dicho esto salió del lugar, subió a su auto y se marchó hacia su departamento. Aprovecharía para dormir las pocas horas que le quedaban disponibles. Llegó a su hogar, se deshizo de ropa para irse a dar una ducha y luego acostarse. No tardó mucho en quedar dormido. Era una carga bastante grande la que tenía sobre sus hombros, su padre hacía dos años que había comenzado a retirase de sus negocios dejándolo a él al frente de las empresas. Damián siempre daba su mejor esfuerzo para defraudar a su padre y por el momento aún no lo había hecho. A sus casi treinta años se había vuelto un empresario de éxito, casi como su padre en toda su carrera. Su carrera era prometedora pero si dejaba caer la empresa en Moscú era muy probable que la reputación de las demás empresas se desestabilizara un poco, no era conveniente que esa sucursal desapareciera. ... Su sueño no duró mucho, la alarma comenzó a soñar, con mucho sueño y pesadez en sus ojos se levantó de la cama. Fue hasta al baño donde cepilló sus dientes para después darse una ducha. Se vistió con un traje color vino y unos lentes de sol estilo aviador. Tomó sus maletas y salió hasta la sala de estar. Por el camino se detendría a un Starbuck para comprar su café y terminar de despertarse. Salió del departamento y tomó el ascensor para bajar hasta el estacionamiento, cuando salió de él se desplazó hasta una camioneta negra. Luego de alrededor de media hora llegó al aeropuerto, bajó del auto con su café en mano, el cual se había detenido a comprarlo el camino, abrió la cajuela para sacar su equipaje. Sus hombres salieron a su encuentro y tomaron las maletas para llevarlas al interior del jet. Él sonrió de lado al ver a Bianca entre todos, estaba seria y con una postura firme como el resto de sus hombres. Le gustaba que no se sintiera más solo por el hecho de haberse enrollado con él. Subió al Jet y se acomodó, sería un largo viaje y más cuando la miró a ella entrar y acomodarse en sitio no muy lejos de él. Bianca al sentir la fuerte mirada de él sobre ella, bajó la vista y sonrió mientras se acomodaba su cabello. El resto del viaje fue entre aburrido, gran parte de él Damián se la pasó durmiendo. El agotamiento en su cuerpo era demasiado. Cuando llegaron él bajó del jet sin mirar a nadie, su humor se volvió negro al recordar las razones por las que se encontraba ahí. Esperaba que aquel problema no le llevara mucho tiempo en resolverlo. Subió al auto y ordenó de inmediato que lo llevaran al hotel donde se hospedaría. —¿Se le ofrece algo más, señor? —preguntó uno de sus guardas dejando las maletas en su habitación de hotel. Damián negó. —Que nadie me moleste —se limitó a decir entrando a la suite y cerrando la puerta tras de sí. Su móvil comenzó a vibrar, frunció el ceño al ver el remitente. No dudó en contestar de inmediato. —Dime —¿Qué es esa forma de contestarle a tu hermana? ¿Sabes el sacrificio qué es para mi hablar contigo a esta hora? —¡Oh, vamos! ¿Qué pasó esta vez? Tú nunca buscas que dónde esté sea temprano, siempre eres tú quien me despierta cuando quieres hablar. La risa de Analia se escuchó al otro lado de la línea. —No exageres, Damián. —Ya, dime, ¿a qué se debe tan honorable llamada? —Mis padres me contaron que te ibas a Rusia, sabes lo peligroso que puede ser estar allá. —Nadie me conoce, no hay por qué alarmarse. —¿Ya olvidaste a Aleksandra? Esa mujer intentó matarte y sabe que perteneces a la mafia enemiga. —Aleksandra no será problema, además se te olvida con quien hablas, Lía. —Sé de lo que eres capaz, pero allá estás solo en un terreno peligroso. —No te preocupes, no me pasará nada. —Cualquier cosa iré de inmediato a tu auxilio —dijo ella a la vez que se escuchaba un regaño de fondo. —¿Qué hizo esta vez tu niño? Ella soltó un bufido. —Ser madrastra no es fácil, a este niño otra vez lo metieron a la cárcel por exceso de velocidad y en estado de ebriedad. Damián río al escucharla. —¿Y Andrew? —Él no está, sino seguro lo hubiera dejado pasar la noche como castigo. Ya perdimos la cuenta de todas las veces que hemos venido a por él a este lugar de mierda. —Eres muy consentidora con él, espero que para mi cumpleaños me des la noticia que voy a ser tío. —Qué cosas las que dices, Damián —respondió ella riendo nerviosamente. —Te llamo luego, Lía. Ya estoy en Moscú y tengo que prepara mi plan para recuperar esta empresa. —Cuídate —dijo ella antes de colgar la llamada. Después de eso pidió una taza de café al servicio del hotel y se acomodó para empezar a trabajar. Era muy raro que de pronto aquella empresa presentara problemas cuando nunca los había tenido. Investigaría hasta llegar al fondo de todo aquello. Al día siguiente se levantó temprano y bajó a desayunar al restaurante. Comió de prisa, quería llegar lo antes posible y ponerse manos a la obra. Cuando terminó de comer, salió del hotel donde ya lo esperaba su chofer junto a sus guardas y dos camionetas negras. Subió a una de ellas, y en instantes el automóvil se puso en marcha. Durante el camino hizo un par de llamadas para que los empleados estuviesen al tanto de su llegada. Al llegar al edificio bajó de inmediato para adentrase a las instalaciones. Sin quitarse los lentes de sol que traía puestos se encaminó hasta el ascensor y pulsó el botón del piso de la gerencia. Sus firmes pasos llamaron la atención de los empleados del piso, todos lo miraban con curiosidad a la vez que cuchicheaban de quién podría ser aquel hombre. Damián se acercó hasta la oficina de la secretaria del director, pero se encontraba vacío por lo que optó entrar a la oficina del director sin molestarse en tocar la puerta. Lo primero que sus ojos visualizaron fue a la pareja a punto de tener sexo sobre el escritorio. Él soltó un bufido en señal de molestia, se quitó los lentes y observó a las dos personas que al percatarse de su presencia se habían separado para componer su vestimenta. —¿Qué es esto? ¿Es así como diriges esta empresa? —interrogó alzando un poco la voz. —Señor... ¿qué hace aquí? —preguntó el hombre un tanto nervioso, se compuso la corbata y volteó a mirar a la chica. Damián se quitó las gafas y le dio una dura mirada a la chica. —Sal ahora mismo de aquí —le dijo —Si, con permiso —dijo ella caminando de prisa bastante apenada. —Se supone que se había informado que el dueño de la empresa llegaría hoy. —No, supongo que eso era lo que venía a decirme... —Tu secretaria —terminó por él —Las relaciones amorosas entre empleados están prohibidas en esta empresa. —Si, bueno esto no volverá a suceder, señor. —Claro que no pasará, despide a la secretaria. Desde ahora se cumplirán las reglas al pie de la letra. —Cómo ordene. —Reúne a todos los empleados, tengo algo que comunicarles. Damián salió de la oficina y sin mirar a nadie se dirigió a la oficina que siempre estaba disponible para las vistas del jefe o su representante. Al entrar no se esperaba para nada encontrar a alguien, mucho menos sentado en la silla tras el escritorio. —¿Qué haces tú aquí? —preguntó él cerrando la puerta tras de sí. Sus ojos llenos de curiosidad por descubrir quien se encontraba en aquella silla de espaldas a él. La silla se giró, una mujer blanca, pelirroja y de ojos azules se dejó ver. Su mirada fría y calculadora se fijó en él. —Supongo que tú eres el señor D' angelo —habló a la vez que unía sus manos, adquiriendo una pose poderosa e intimidante. —¿Tú quien eres? —preguntó él con brusquedad a la vez que la escaneaba con su mirada. Era una mujer bella, con sus facciones delicadas y unos preciosos ojos. —Mi nombre no importa —se levantó de la silla y rodeó la mesa, Damián no pudo evitar no dirigir su mirada a su cuerpo. Ella rodó los ojos con fastidio al notarlo —Lo único que importa es lo que te diré a continuación. —¿Enserio? —dijo él levantando la mirada para verla a los ojos, su burla era evidente y más cuando adquirió una postura despreocupada con sus manos en sus bolsillos. —Vete de esta empresa o sino me veré obligada a destruirla poco a poco. Y ambos sabemos que eso no es nada bueno para su negocio. Damián negó con la cabeza riendo. —¿Por qué tendría que irme? —No quiero esta empresa aquí, y señor D' angelo por su bien es mejor que haga lo que le estoy diciendo. —Si, pero... aún no me da una razón para que tenga que irme y abandonar mi empresa sólo porque una mujer bonita se apareció en mi oficina diciendo que tengo que irme porque sino me destruirá. Ella se acercó unos cuantos pasos a él, con altanería lo miró y chasqueó sus dedos. —Soy Irina Korsakova y por su bien es mejor que se vaya. Su empresa se irá a la ruina poco a poco y usted no podrá evitarlo, así que le haré una jugosa propuesta, ¿cuanto quiere por esta empresa? Él alzó las cejas sorprendido cuando escuchó el nombre, y ahí comprendió que no exageraban cuando decían que su belleza hipnotizaba, pero más allá de su belleza era su porte y la seguridad con la que hablaba y caminaba la que lograban hipnotizarlo. —No sé quién es, pero reconozco que es un bello nombre para una mujer tan imponente y realmente bella como lo es usted. Y, Señorita Korsakova, su dinero no me importa. No me iré de aquí. Ella alzó una de sus cejas y negó con la cabeza totalmente disgustada. —Está cometiendo un gran error al no aceptar mi propuesta. No le conviene tenerme de enemiga, señor D' angelo —de su bolso sacó una tarjeta de presentación —le daré una oportunidad para que lo piense, cuando tenga una respuesta, me llama. Le tendió la tarjeta, Damián no la aceptó y a ella no le quedó más que tirarla al suelo. —Tiene tres días, señor D' angelo —dijo ella caminando hacia la salida. —Ya le di mi respuesta, pierde su tiempo. Irina salió de la oficina cerrando la puerta sin añadir más nada. Salió de aquella oficina con sus tacones repiqueteando en el suelo del edificio. Ella era poderosa en aquel lugar y estaba segura que podría destruir aquella empresa con sólo un chasquido de dedos. Era una fuerte competencia para sus negocios por lo que había tomado la decisión de destruir a su competencia. Irina Korsakova era alguien sin escrúpulos y no le importaba hacer las cosas más sucias con tal de lograr lo que deseaba.
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