6.- La exposición

1977 Words
Llegamos al penthouse y Theo no está. Me quedo con el chofer mientras Scott hace la revisión habitual. —Todo en orden, señorita Lawrence —me informa al regresar. —Gracias Scott. Subimos y voy a mi habitación, me quito la ropa y entro directo a la ducha. Al salir, uso una bata para revisar mi closet y tomar la ropa que voy a usar esta noche. Me decido por un vestido largo en color n***o, ajustado y con los hombros descubiertos. Me maquillo de manera natural y recojo el cabello en un moño sencillo. Escojo un collar plateado con piedras de colores y uso mis aretes con diamantes. Me gusta el resultado cuando me miro al espejo; el vestido se ajusta a mi cuerpo y los pliegues que adornan el frente acentúan mi figura. Me pongo las zapatillas en color plata, unos toques de perfume y por fin estoy lista. Salgo de mi habitación y me encuentro con Theo cerca de la puerta, al verme, se sorprende; me mira de pies a cabeza sin disimular y pasa su mano por el cuello de su camisa como si sintiera calor. Se ve un poco incómodo, es la primera vez que lo noto así, usualmente es él, quien tiene ese efecto en mí. —Señorita Lawrence —me saluda formal. —Theo —respondo a su saludo. —¿Nos vamos? —me pregunta. Miro alrededor y no veo a Scott por ninguna parte, me imagino que ya se fue. —Sí, vámonos —recojo mi bolso y reviso que mi teléfono esté ahí. Subimos al elevador y mi inquietud aumenta, mi respiración se acelera y sé que es por Theo, aunque no logro descubrir: ¿qué es lo que me hace sentir así cuando estoy a su lado? Llegamos al estacionamiento y me abre la puerta de la camioneta para después subirse. Durante el trayecto a la galería, mi teléfono vibra y al revisarlo, me encuentro con un mensaje de texto. Desconocido: Aunque no salgas de tu oficina, nos veremos las caras en algún momento. Me pongo nerviosa al instante. —Theo —digo y se da la vuelta para mirarme. Le entrego mi teléfono y al ver el mensaje endurece la mandíbula. —No se preocupe por nada, yo estaré a su lado toda la noche —me tranquiliza y me regresa el teléfono. Llegamos a la galería y nos sorprendemos un poco al ver tantas personas, cosa que me pone más nerviosa. Theo abre la puerta y me ayuda a bajar. —Estoy aquí —dice presionando mi mano. Asiento ya que realmente me hace sentir segura. Hay medios de comunicación, me toman algunas fotografías y de inmediato empiezan a hacerme preguntas de todo tipo, solo respondo unas cuantas y Theo abre paso para que podamos continuar. Al entrar, nos damos cuenta que en el interior de la galería no hay tantas personas, al menos no todavía y eso me tranquiliza. —Bienvenidos —nos recibe una chica bajita con una enorme sonrisa, nos entrega un mapa de la galería y algunos folletos de publicidad. —Gracias —respondo. —Disfrute de la exposición —me desea amable. Hago algunas respiraciones intentando alejar los nervios, me concentro en ver las fotografías con la seguridad de que Theo está detrás de mí. No tardo en adentrarme en la magia de la exposición y eso me distrae, haciéndome olvidar lo preocupada que me sentía y logrando que empiece a disfrutar la velada. Estoy impresionada con la exposición, las fotos son increíbles, el castillo Headrick y los jardines son preciosos. —El lago Ness —murmuro poniendo mi mano sobre la fotografía. —Efectivamente —escucho a mis espaldas—. Y en persona, es más impresionante. Me doy la vuelta y Alessandra me sonríe. Theo camina alejándose a una distancia prudente para darnos privacidad. —Que gusto verla aquí, fiscal Lawrence —me saluda amable. —Gracias por la invitación —digo y le doy un abrazo saludándola—. Permíteme felicitarte, tus fotografías son magníficas —la halago. —Estoy enamorada de Escocia ¿qué le puedo decir? —Imposible no enamorarse, cada fotografía es especial —aseguro—. Logras trasmitir ese amor en cada una de ellas. —Sí, todo parece mágico —murmura. —¿Estarás una temporada en la ciudad? —le pregunto. —Solo unas semanas, tengo dos pequeños que requieren de mi atención. —Cierto, escuché que te casaste hace unos años. Muchas felicidades. —Gracias —responde con una sonrisa que refleja su felicidad. —Tengo una duda —le digo sin poder quedarme con la curiosidad. —¿Cuál es? —indaga curiosa. —La maldición que mencionas en algunos títulos de las fotografías, ¿es un mito, verdad? —Es preferible que las personas crean que es un mito —responde el hombre pelirrojo que está en algunas fotografías acercándose a nosotros. Es muy guapo y está vestido con un kilt, se ve realmente impresionante. Nunca me han llamado la atención los hombres con barba abundante y creo que él es la excepción, le queda perfecta. —Él es Donnan Headrick —lo presenta Alessandra—. Mi esposo. —Un placer —digo estrechando su mano. —El placer es mío —responde amable. —Lo felicito, su castillo y todo lo que lo rodea, es espectacular. —Gracias —contesta orgulloso—. Debería ir en alguna ocasión, le aseguro que no se arrepentirá. —Créame que lo estoy pensando —respondo mirando a mi alrededor. —Allá se enterará con más detalle de la maldición Headrick —me explica. —Ahora es seguro que me tendrán por allá en algún momento, soy muy curiosa —advierto sonriendo—. Como buena fiscal, nunca me quedó con la duda. Los dos sonríen, en eso Donnan se da la vuelta y mira a Theo. —¿Theo Demaryius? —cuestiona con un acento más marcado. Theo sonríe. —Sí, soy yo. Te vi posando en todas esas fotografías y me imagine que eras modelo —bromea y se dan un abrazo—. No pensé que estarías aquí. —Alessandra es mi esposa y en algunas ocasiones la acompaño a sus exposiciones —comenta—. Mira, mo gradh, él es mi amigo Theo, el que me ayudó a mejorar mi español —lo presenta emocionado. —Un placer conocerlo, Theo —responde Alessandra amable. —El placer es mío señora Headrick, me cuesta creer que este hombre, por fin esté casado —bromea Theo—. Llegué a pensar que quedaría soltero de por vida. —No creas, lo malhumorado no se le ha quitado del todo —se burla Alessandra y Donnan sonríe. —Un lord, al que no lo preceda el mal humor, no es un lord —asegura Donnan—. ¿Y qué haces aquí? —le pregunta Donnan a Theo. —Soy el guardaespaldas de la fiscal Lawrence. —Es una suerte que vinieran justo hoy, además, después de tantos años de reencontrarnos, esto no se puede quedar así nada más —menciona Donnan—. Ahora regreso, esperen un momento. Se aleja y Alessandra sonríe. —Cuidado con el whisky —advierte Alessandra al ver que Donnan regresa con una botella y cuatro vasos pequeños en una charola. —Tenemos que hacer un brindis —propone empezando a vertir el líquido en los vasos—. Es un whisky de casa, lo traje para una ocasión muy especial. —No puedo, Donnan, estoy trabajando —se disculpa Theo. —Solo será un brindis, no creo que a tu jefa le moleste ¿o sí? —me pregunta. —Claro que no —respondo encogiéndome de hombros. Nos entrega los vasos y nos hace chocarlos. —Slàinte —brinda y todos lo imitamos. El whisky me quema un poco la garganta y noto que a Alessandra también. —Fuerte ¿cierto? —cuestiona Alessandra y asiento confirmando. Theo y Donnan se ven como si nada, ni siquiera se inmutaron. Nos quedamos conversando por unas horas mientras seguimos admirando las fotografías, Alessandra me muestra las fotos de sus hijos y son preciosos. —¿Tú no tienes hijos, Chloe? —No, creo que la maternidad no se hizo para mí —contesto. —No es fácil, no te voy a romantizar la maternidad como lo hacen muchas personas, pero te puedo decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida, ahora no me imagino una vida sin mis pequeños —asegura. —En mi caso, mi madre es la más ansiosa por ser abuela, incluso dice que se me está acabando el tiempo —digo sonriendo. —Nunca sabemos lo que pueda pasar en un futuro, si alguien me hubiera dicho que yo me iba a enamorar como loca de un escocés malhumorado, me hubiera reído, y mírame; no cambiaría nada de lo que he pasado hasta ahora. —Me alegro mucho por ti, te ves muy feliz. —Lo soy, y realmente te aconsejo que no te cierres a la oportunidad de ser feliz y formar una familia —me aconseja. —Gracias Alessandra, pero… —Por ahora no digas nada —me interrumpe—. Espero que podamos hablarlo en otra ocasión. Sonrío al pensar que la próxima vez que la vea, estaré en la misma postura y soltera. Sé llega la hora de irnos y nos despedimos de Alessandra y de Donnan. La velada fue mucho mejor de lo que me hubiera imaginado y definitivamente tengo que ir a Escocia en algún momento. Salimos de la galería y aunque la noche es cálida, me estremezco al sentir la brisa sobre mi piel. Theo lo nota, se quita el saco y lo pone sobre mis hombros. Antes de que pueda decirle que no, su loción inunda mis fosas nasales y sentir el calor de su saco, me reconforta; así que no digo nada y solo le agradezco el detalle con un movimiento de cabeza. Hemos pasado varias semanas juntos, pero no tenemos mucha comunicación que no sea de trabajo, en su mayoría son duelos de miradas que terminan por provocar cosquilleos extraños en mi estómago y la mayor parte del tiempo, soy yo la que termina apartando la mirada. Nos subimos a la camioneta y el chofer empieza a conducir. —¡Chloe, agáchate! —grita Theo cuando la camioneta se detiene abruptamente. De inmediato hago lo que me dice y empiezo a escuchar disparos, los vidrios caen sobre el asiento, cierro los ojos y me cubro los oídos asustada. El corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento, estoy temblando. La camioneta se detiene y escucho la voz de Theo hablando por teléfono. —Chloe —lo escucho llamarme. Me toma de las manos para descubrirme los oídos y abro los ojos—. ¿Estás bien? —me mira preocupado, ni siquiera me di cuenta en qué momento abrió la puerta. Me bajo de la camioneta y me lanzo a sus brazos abrazándolo con fuerza. Pone sus manos en mi espalda intentando tranquilizarme. —Todo está bien —asegura, pero puedo escuchar su corazón latiendo con fuerza. —¿Qué pasó? —le pregunto y lo miro. Se ve tenso y un poco pálido. —Dos motociclistas nos cerraron el paso y empezaron a disparar. —¿Tú estás bien? —lo interrogo tocando sus brazos. —Sí, también Douglas. Me quedo mirándolo y por alguna razón, sus labios me llaman como si fuera un imán, parece que la adrenalina me está nublando la mente, ya que siento unas ganas inmensas de besarlo. Sé que es una estupidez tener una reacción como esta, sobre todo cuando estuve a punto de morir, pero, tenerlo tan cerca no me permite pensar con claridad.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD