Capítulo 1

1166 Words
10 años después  Narra Violette Nunca en mi vida me había sentido tan humillada como lo estoy en éste momento, pensé que mi familia me amaba, que mis amigos me querían. Pensé que ellos creían en mi, pero al parecer estaba muy equivocada.  —¿Por qué?—pregunté al borde de las lágrimas observando a mis padres. —Simple, tú no eres capaz de mantenerte por cuenta propia y nosotros ya no queremos hacerlo. Por esa razón hemos decidido que te casarás con el Señor Muñoz, y si no lo haces te vas a ir de la casa, porque no estamos dispuestos a seguirte manteniendo —dijo mamá. —Pues bien, que así sea. Yo me voy de esta casa, no me voy a casar con un hombre que me dobla la edad. —No seas dramática, no es tan viejo. —¡¿No es tan viejo?! ¡¿42 años te parece poco?! Tal vez para ti lo sea, pero para mí no. ¡Por favor madre! ¡Tengo 19 años! —Pues vete y no vuelvas, ésta ya no es tu casa —dijo mi padre de una manera fría y seca. Me duele todo esto, pero ellos así lo quieren. Con todas mis fuerzas me contengo de no soltar a llorar, al menos no delante de ellos. —Bien, me voy —dije decidida. —Olvídate que somos tu familia así como nosotros nos olvidaremos de ti. Ya te darás cuenta del fracaso de persona que eres. Algún día madre te tragarás todas tus palabras, pensé.  Salgo de ahí y me dirijo a mi habitación, nada de lo que ellos me habían dado me voy a llevar. Lo que no saben ellos es que mi abuela me dejó una gran cuenta bancaria y una marca de ropa. Ese dinero lo voy a invertir en esa empresa. Saldría adelante y haría que ellos se tragaran cada una de sus palabras. Mis dos hermanos varones entraron a mi habitación con los ojos rojos y se me lanzaron a abrazarme. —No te vayas hermanita —pidió mi hermano mayor, quién tenía 25 años —Te prometemos que te vamos a ayudar, hablaremos con ellos. —No, Dylan, está decidido no soporto que crean que soy una inútil fracasada. —Está bien, pero déjanos ayudarte ¿Si? —dijo Demián, quién era el tercer hermano, el que le seguía a Candy mi otra hermana, quién es la preferida de mamá. —Si de verdad quieren ayudarme llévenme al aeropuerto y cómprenme un boleto. —Está bien —ambos aceptaron Empaqué mis cosas, las que mi abuela me había regalado. Lo demás lo dejé allí, tomé dinero que tenía ahorrado y mis documentos.  Mis hermanos tomaron mis dos maletas y salieron de la habitación, yo le di un último vistazo, tomé mi bolso, cerré la puerta y caminé por el extenso y solitario pasillo hasta llegar y bajar las escaleras. En el salón estaban mis padres y mi hermana, ésta última tenía una sonrisa triunfal en el rostro. Para nadie era secreto que nos llevamos mal, ella era el orgullo de mi madre ya que a "triunfado" según ella, sólo porque tiene una relación con un hijo de sus más grandes socios y también porque es una famosa modelo e imagen de una marca famosa.  Ella era rubia, de un tono de piel bronceado, ojos azules intensos. Un cuerpo bien cuidado y con excelentes curvas. En cambio yo era lo contrario a ella, medía aproximadamente 1.70 m, usaba gafas por protección. Y era "gorda", castaña, ojos azul claro y de tez blanca. Alguien ordinario que jamás podría seguir los pasos de su hermana, eran las palabras de mi madre.  Los observé con cierto rencor y dolor. —Algún día haré que se traguen todas sus palabras. —Pues esperaremos sentados hermanita —se burló Candy. Mis padres ni se inmutaron y permanecieron callados, mi padre evitó a toda costa mirarme a los ojos. Era un cobarde por no enfrentar a mi madre, santa muy bien que quién ideó todo esto fue ella. Sin voltear a ver atrás seguí caminando a la salida de casa, afuera mis hermanos me esperaban en uno de sus autos. Subí a la parte trasera mientras ellos subieron en la parte de adelante y pusieron en marcha el auto rumbo al aeropuerto. —¿Adónde te irás, Violette? —Lo más lejos de España —dije con melancolía —Me voy para New York. Mi abuela me dejó un apartamento amoblado en esa ciudad, comenzaré de cero y me superaré. No de gusto estoy estudiando Administración de Empresas. —Está bien hermana, ya sabes que si necesitas de nuestra ayuda sólo tienes que llamarnos  —dice Dylan —Te iremos a visitar —dijo Demián —Ustedes son los mejores hermanos del mundo. Los quiero mucho, me harán mucha falta. —También te queremos. Una hora después ya estaba abordando el avión, tomé asiento. A los minutos el avión despegó, una lágrima solitaria salió de mi ojo izquierdo, pero ligero la quité de mi cara, no valía la pena soltar una sola lágrima por más que doliera.  Mi vida no ha sido nada bonita, cuando era niña era gorda, y lo seguía siendo pero no tanto, en la escuela mis compañeros se burlaban de mí, en principal mi hermana, mi madre me miraba con repulsión, decía que no parecía su hija, mi padre siempre me defendía, en mi niñez recuerdo que era muy apegada a él. Pero con el tiempo él se centró solo en sus negocios y se apartó de nosotros.  Mi abuela y mis dos hermanos eran de las pocas personas que me valoraban, siempre me defendían. Pasaron los años y mi vida no cambiaba, era la misma. Mi hermana se avergonzaba de mí, por lo tanto nadie en el instituto sabía que ella era mi hermana. Ella había sido muy mala, recuerdo que a sus 13 años jugó con los sentimientos de un chico, se burló de él porque era pobre, nadie volvió a saber nada de él, es como si la tierra se lo hubiese tragado.  Recuerdo también que el chico me gustaba, aunque solo fuese una niña de 8 años. Es claro que él nunca me conoció. Mis padres quienes eran unos de los millonarios más importantes de Europa, siempre decían que era una fracasada, en principal mi madre ya que como era gorda no podía ser modelo, lo cual era una tradición que las mujeres de su familia tenían; todas debían ser modelos y como yo tenía aquél "defecto" no podía serlo. Algo absurdo de su parte, ser modelo no es lo único en lo que una mujer puede trabajar.  Nunca he querido ser modelo, lo que siempre he soñado y anhelado es tener mis propias empresas, ser mi propio jefe y no descansaría hasta conseguirlo. Mi abuela paterna me había heredado una marca famosa, ella había sido una excelente diseñadora y se encargó de enseñarme todo lo que ella sabía. Gracias a ella tenía la capacidad de diseñar y confeccionar ropa.  Pero había un problema, recibiría la herencia hasta que cumpliese veinte años y para eso faltaba un año, así que mientras tanto me dedicaría a cambiar mi imagen y a seguir estudiando. No me iba a rendir, lucharía por lo que quiero. Me había cansado de ser la burla de todos y que siempre me subestimaran. Le demostraría a mi familia que no era la inútil que ellos creían que era. 
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