01
EMERY
Siento que se me cierran los ojos cuando salgo del quirófano después de estar allí durante casi diez horas. Me recuesto en la pared mientras me quito el gorro suspirando mientras deseo una ducha con agua muy fría ya que mi turno no ha terminado aún.
Frotándome el cuello mientras camino en dirección a la sala de descanso de los residentes en cirugía del hospital John Hopkins. Estoy en mi primer año y debo admitir que estoy feliz ya que adoro mi trabajo, aunque pueda ser extenuante, exigente y agotador.
Luego de una rápida ducha con agua muy fría me enfundo en un uniforme limpio, me trenzo el cabello y salgo en busca de un poco de café. Una vez que lo consigo decido revisar un momento mi celular deteniéndome en seco al ver un mensaje de mi abuelo.
“Llámame, tenemos que hablar”
Elimino el mensaje como lo he hecho durante los últimos seis años retomando mi camino hasta el lugar donde se encuentran mis compañeros. Tenemos un trato, así que no sé por qué quiere verme, pero ignorarlo es lo mejor, así como lo he estado haciendo desde que salí de su casa.
- Buen trabajo, doctora Hart – habla uno de mis compañeros cuando llego hasta ellos.
- creí que iba a desmayarme de los nervios – comento en tono gracioso porque es verdad.
Todos empezamos a reír mientras nos dirigimos hacia el lugar donde se encuentra nuestro jefe de residente que nos asigna nuestras tareas por lo que resta del turno. Mi teléfono no deja de sonar mientras me encargo de las historias clínicas, pero lo ignoro centrándome en mi trabajo.
No sé a qué se debe tanta insistencia, si las cosas quedaron muy claras hace seis años. He cumplido con mi parte del trato, me aleje en silencio y sin pedir más de lo acordado. La carrera que elegí no se relaciona en absolutamente nada a la vida que dejé en Inglaterra. Así que no sé qué es lo que pueden querer.
Unas horas más tarde entro en mi departamento agotada, pero sonrío ampliamente al ver a mi pequeña pantera venir a saludarme. Oreo, mi gato n***o. Lo tomo en brazos dirigiéndome a la cocina en la que se encuentra Margot, la mujer que asignaron para que me ayudara en casa.
- Hola nana – saludo sentándome en una de las sillas que hay frente a la isla de mármol.
- Hola mi niña – responde poniendo frente a mí una taza de mi té relajante favorito – los señores han estado llamando…
- Ignóralos – digo acariciando a mi gato – no hay nada que tenga que tratar con ellos.
- Parece ser algo importante – comenta mientras me bebo mi té y ella pone frente a mí un sándwich vegetal de croissant – han sido un poco insistentes.
- Si vuelven a llamar, diles que estoy descansando – dejo a Oreo empezando a comer – que en cuanto despierte los llamare de vuelta.
- Por supuesto mi niña.
Unos minutos después de terminar de comer, voy a mi habitación donde me doy una ducha rápida para luego enfundarme en un pijama muy cómodo. Me trenzo el cabello antes de acostarme en mi cómoda cama mientras ajusto las cortinas para que la habitación quede tenuemente iluminada y poco a poco voy cayendo en los brazos de Morfeo.
Durante los siguientes días me olvido de lo que sucede del otro lado de las insistentes llamada y centro en mi rutina que consiste en ir al correr o nadar, turnos de treinta seis o cuarenta y ocho horas, regresar a casa agotada y salir a tomar unas copas con mis compañeros de residencia.
Puede parecer una vida aburrida, pero para mí es más que perfecta ya que durante gran parte de mi vida, esta fue supervisada y controlada hasta el punto de ser asfixiante y si ahora estos a miles de kilómetros de distancia de mi “hogar” fue por que pague un muy alto precio.
Dos semanas después camino distraída por los pasillos del hospital revisando los resultados de laboratorio de uno de mis pacientes hasta que siento que tropiezo con alguien y al levantar la mirada me encuentro con el jefe residentes.
- Lo siento mucho, Doctor Green – me disculpo viéndolo a los ojos notando que me observa con curiosidad.
- ¿está bien, doctora… Hart? – pregunta viendo mi apellido en la bata.
- Eso debería preguntarle a usted, doctor Green – hablo sonriéndole a lo que él asiente sin apartar sus ojos de mí.
- Estoy buscando a la doctora Grand, ¿sabe donde esta? – asiento con la cabeza.
- En el quirófano dos – respondo a lo que él asiente antes de irse, por lo que yo continuo mi camino.
Después de revisar al paciente voy por un café antes de ir a la galería del quirófano dos donde la doctora Grand esta operando un paciente. Al llegar una de mis compañeras me señala un asiento junto a ella.
- ¿de que me he perdido? – pregunto bebiendo un poco de café mientras ella responde mi pregunta dándome los detalles de la cirugía que se desarrolla frente a nosotros.
Centro en mi atención en el procedimiento muy emocionada y ansiosa por este año pase rápido para poder transferirme al programa de residentes del mejor centro medico de Estados Unidos y Europa. Faragov Hospital. Me vuelvo en dirección a la castaña junto a mi que observa muy concentrada al frente. Ella me ha causado muchísima curiosidad por que no debería estar en este programa siendo quien es.
No se cuento tiempo pasa hasta que suena mi teléfono, pero lo ignoro viendo de quien se trata. Cuando la operación termina la castaña junto a mi propone ir por algo de comer ya que tenemos un rato libre, por lo que juntas vamos la cafetería donde las dos pedimos una ensalada y un emparedado.
- ¿Eres aspirante a la plaza en el Faragov Hospital? – pregunta ella comiendo.
- Si – respondo bebiendo un poco de agua – desde el momento el que hablaron de esta en la facultad me he esforzado para cumplir con todos los requisitos para aplicar a esta.
Empezamos a hablar sobre nuestra experiencia en la facultad hasta que debemos dejar nuestra comida a medias porque nos requieren en urgencias donde pasamos el resto de nuestro turno.
Unas horas mas tarde salgo del hospital dirigiéndome lentamente hacia mi auto mas que lista para dormir durante al menos ocho horas seguidas. Me cubro la boca mientras bostezo viendo un sedan n***o detenerse frente a mi, frunzo el ceño viendo la puerta del pasajero abrir y me tenso al reconocer a la persona que sale de este.
Maldición
- Entra – ordena lanzándome una de sus duras y reprobatorias miradas.
- También es bueno verte, abuelo – no reprimo el sarcasmo en mi tono lo que parece molestarlo aun más.
Evitando una discusión en el estacionamiento del hospital me subo al auto preparándome mentalmente para lo que esta por suceder.
- ¿Qué haces aquí, abuelo? – pregunto cuando el auto se pone en marcha – tenemos un acuerdo. – me vuelvo a verlo.
- Pudiste evitar que viajara con solo responder el maldito teléfono – espeta volviéndose en mi dirección – tengo cosas mucho mas importantes que hacer que venir por un simple berrinche.
Asiento lentamente con la cabeza sintiéndome como una tonta al seguir sintiendo esa punzada de tristeza cuando me habla de forma tan despectiva. Debería estar acostumbrada, pero a veces olvido que no soy la niña de sus ojos. Que no soy su favorita y que sin importar lo que suceda siempre será mi culpa.
- ¿Qué sucede? – pregunto bajando la mirada a mis manos obligándome a ocultar lo mal que me hace sentir.
- Ralf Stein está aquí – habla haciendo que me tense de pies a cabeza – quiere hablar contigo.
- Tenemos un trato, abuelo – digo odiándome cuando siento que mi voz tiembla, pero no puedo evitarlo – me fui, me alejé tal como ella quiso – los ojos se me llenan de lágrimas.
- Contrólate – ordena furioso – no me avergüences.
Me muerdo el labio inferior asintiendo con la cabeza desviando la mirada hacia la ventana tragándome el enorme nudo que siento en la garganta. El resto del camino hacia mi departamento pasa en un tenso silencio, me limpio las lagrimas con rabia cuando el auto se detiene.
Sin esperarlo salgo de este dirigiéndome al ascensor, pero soy detenida bruscamente cuando mi abuelo me sujeta del brazo. Me lanza una mirada de advertencia que me hace pasar saliva mientras juntos entramos al ascensor.
Odio la forma en la que la presencia de ellos me transforma de una mujer segura y llena de confianza a una patética e insegura. Cuando las puertas del ascensor se abren veo a mi abuelo salir, pero yo permanezco unos segundos en mi lugar por que se que en cuanto salga de aquí, cambiaran de nuevo mi vida para amoldarla a su gusto y bienestar.