Cada detalle debía ser perfecto, desde el peinado, la ropa, la loción y los zapatos lustrados, sin importar qué día del año fuera su apariencia siempre debía mostrar lo que era, el marqués Charles Carsley. Bajando los escalones se encontró con su madre la duquesa Emma Davis y lady Pamela – buenas tardes, baronesa. Pamela sonrió – mi lord, es un gusto verlo. – Cariño, ¡irás a la estación! – comentó la duquesa al ver la hora. Charles asintió – no tardaré. – Ve con cuidado y deja que el chofer maneje esta vez, ¡lo harás, mi amor! Charles volvió a asentir y pese a la emoción que sentía al conducir su propio auto, dejó que el chofer se hiciera cargo. Pamela tomó su taza de té – ¿tendrá visitas? – Mi sobrino Francis Carsley, el pobre – suspiró la duquesa – no ha podido casarse y le está