Sus manos, no recorrían su piel con lujuria, por el contrario, la acariciaban con ternura y paciencia. Poco a poco la venda que se posó sobre sus ojos se fue desvaneciendo, dejando entrar a la luz. Después de los terribles días vividos en manos de Federico Santoro, Alex volvió a tener esas terribles pesadillas, a tal grado de que sentir el cuerpo de Stefan en su misma cama le provocaba terror. Stefan se armó de paciencia, como le había dicho una vez a Alex. -Es verdad que deseo tu cuerpo, sería un loco o un tonto si fuera de otra manera, y, además, te amo tanto Alexandra y no solo por tu belleza física – le sonrió – y si no los abe señorita, tengo la virtud de la paciencia. Te he esperado por tantos años mi amor que no me importa esperar por ti un poco más. -Te amo Stefan Dunant Lo
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