- Stefan, Stefan – lo estaba llamando Monique. Él se limitaba a balbucear palabras ininteligibles, y esas eran las únicas señales de vida que diera su amigo. - Mírate como estas – le reprochaba Monique – me duele tanto verte en esta situación Stefan – decía mientras intentaba llevarlo hasta el auto que había rentado en la ciudad y en el que se trasladó hasta la hacienda – Venga hombre ayúdame a que vayamos al vehículo, necesitas descansar y pues como aquí no sé dónde te estás quedando, te llevare conmigo al hotel. Una vez que hubo subido a Stefan al vehículo, se percató de que a este le quedaba poco combustible, ella no recordaba haber visto una estación de gasolina cuando venía hacia la hacienda, así que a regañadientes bajo del carro pues se dijo que era mejor preguntar dónde podía ca