Capítulo 6

1608 Words
Isabel tomó su bolso y sacó de un bolsillo exterior su teléfono móvil. Yo la miraba fijamente mientras buscaba algo en la galería, y casi que podría jurar que ella me miró por el rabillo del ojo un par de veces, aunque quizás me esté negando a mi mismo que solamente son imaginaciones mías. Lo dejó muy claro un momento antes: no quiere mi ayuda y solamente me ha utilizado para ganar tiempo. Cuando encontró lo que buscaba, cambió el móvil de mano y lo colocó donde pudiéramos verlo los tres al mismo tiempo. Le dio al botón de play en un video en el que se veía a Vicente en primer plano, tan nervioso como había estado en los días previos a su fallecimiento y hablando bastante agitado: “Hija, necesito que me perdones. Estoy muy arrepentido de no haber pasado más tiempo contigo todos estos años, de no haber ido a verte a Londres. Necesito que vengas a Madrid lo más pronto posible. Necesito que me escuches. Hay muchas cosas que necesito que sepas, y quiero que las sepas por mí. No sé ciertamente qué te ha dicho tu madre luego de que nos separamos, pero seguro que todo lo que te ha dicho es verdad. Necesito que sepas mi versión sobre algunas cosas que afectarán tu vida cuando ya no esté en este mundo. Cuando veas este video, por favor, vente para Madrid, Isabel. Te necesito aquí conmigo”. Luego de la primera frase Isabel bajó la cabeza, y pude ver que en un momento trató de esconder una lágrima que corría por sus mejillas. Ese video me dejaba muchas más dudas sobre la veracidad de todo lo que estaba pasando, y podía comprender que a ella también, tanto, que estaba seguro de que las palabras que Vicente había grabado en lo que pude identificar que era su oficina, durante la noche, nos serían de utilidad a mi y a mi madre para convencerla de investigar qué había detrás de las pocas pistas que teníamos. -          ¿Cuándo te envió eso y por dónde? – pregunté, mirando por el rabillo del ojo a mi madre, quien parecía no haberse inmutado por el mensaje - -          La noche antes de morir – dijo, levantando la vista y mirándome fijamente esperando alguna clase de respuesta de mi parte. Al no tenerla, continuó explicándose – Me llamó unas quince veces esa noche antes de enviarlo por w******p, pero no le contesté. Comenzó a llorar, desconsolada. Soltó el móvil sobre la mesa y se llevó las manos al rostro al tiempo que me acerqué a ella para abrazarla. Fue por instinto, no pensé ni siquiera en cómo pudiera reaccionar, pero para mi sorpresa, se quedó allí, absorbiendo las buenas energías que sentía entre mis brazos. Cuando por fin pudo dejar de llorar, y al tiempo que tomaba un vaso con un jugo de naranja que mi madre fue a buscarle, continuó hablando sobre el video que le había enviado su padre: -          Hacía más o menos un mes que él me llamaba diario y yo no le contestaba. ¡Me arrepiento muchísimo de eso! No por lo que pudiera querer decirme, sino porque se fue sin saber lo mucho que lo amaba a pesar de todo. -          Isabel, no digas eso. Somos responsables de nuestros actos. Él sabía perfectamente que tu lo amabas y también sabía las consecuencias de la falta de cariño que tuvo para contigo. Te lo aseguro – le dijo mi madre, tomándola nuevamente de las manos para calmarla – Trata de respirar, y cuéntanos exactamente qué pasó, para que podamos ayudarte – Isabel la miró fijamente, pero sin decirle nada – No dijiste nada de esto en la sala de juntas, has esperado a venir aquí. Las dos sabemos lo que eso significa. Y claro que lo sabían. No solamente las dos, sino los tres. Aunque intentara ocultarlo o no quisiera reconocerlo todavía, Isabel tampoco confiaba en su padrino. Podía sentirlo. En el fondo ella intuía que algo raro había detrás de la bendita cláusula y de todo lo que estaba pasando. -          Ustedes siempre han estado conmigo, apoyándome – cerró los ojos, apretó la mano de mi madre y también la mía, dejándome sorprendido. Luego de llorar un poco más, continuó – Esa noche yo estaba de guardia y comencé a ver el video, pero llegó un niño muy grave a Emergencias y dejé el móvil. Terminamos en quirófano, fue muy dura esa noche para mi, como lo es cada vez que ingresa un niño con un cuadro grave porque tengo miedo de no ser capaz de ayudarlo a salvarse. Estaba muy cansada y me fui a dormir sin mirar siquiera el móvil. Me olvidé del tema por completo, hasta que vinieron a avisarme que mi madre estaba afuera de la guardia. Ella nunca iba a buscarme al hospital, así que sospeché que algo grave sucedía. Cuando salí y supe que mi padre estaba muerto quise salir corriendo a tomar el primer avión para venir a Madrid, pero enseguida me dijeron que mi padrino se había encargado de no hacer un funeral porque su cuerpo había quedado muy mal y consideraba que iba a ser terrible verlo. Fue entonces que recordé el video, y esas palabras tan puntuales… “cuando ya no esté en este mundo”. Desde entonces no puedo dejar de pensar que él sabía que algo malo podía pasarle. Él quería que viniera aquí por algo, pero no sé por qué. -          ¿Tu mamá qué piensa de todo esto? – le dijo mi madre, nuevamente fría, como si nada de lo que sucedía fuera novedad para ella – Hace mucho que no veo a Sofía, pero conozco muchos detalles de la relación con tu padre y sé que siempre ha sido una buena mujer. -          Mi madre no sabe nada de este video, Laura. -          ¿Por qué no le has contado? – por fin reaccionó mi madre, frunciendo el ceño y llevándose las manos a la cabeza – -          Porque mi madre sufrió muchísimo por la separación, por el divorcio, y por todo lo que pasó entre ellos que sigue sin querer contarme para que no tenga una peor imagen de mi padre de la que siempre tuve. Pero más sufrió al verme sufrir a mi por no tener a mi padre al lado. Cuanto menos sepa ella de todo este asunto, mejor. -          Pero ella vino aquí contigo – dijo mi madre - -          Sí, está en el hotel esperando que regrese a contarle lo que ha pasado. ¡Estará furiosa! -          Y no es para menos. Pero yo creo que debería ver ese video. -          ¿Para qué, Laura? ¿Para que me diga que debo dejar mi vida y venirme a Madrid a investigar algo cuando ni siquiera sé por dónde empezar, ni si quiero averiguarlo realmente? – abriendo los brazos a los lados – -          Isabel… - mirándola seriamente - ¿Después de lo que me has dicho de verdad crees que lo mejor que puedes hacer es irte a seguir tu vida como si nada y entregarle todo a Roberto? -          ¡No lo sé! – dejándose caer sobre sus brazos, apoyados en el escritorio – Algo me dice que me quede, que debo averiguar qué tanto quería mi padre que supiera, y si falleció realmente por ese accidente. Pero por otro lado, al estar aquí revivo muchas cosas que no quiero volver a vivir. Deseo retomar mi perfecta vida en Londres y creo que lo más fácil es… - la interrumpí - -          Lo más fácil es entregarle todo lo que te pertenece a una persona a la que tanto tú como nosotros tenemos como sospechosa de traición gacia tu padre… - me interrumpió. -          Hijo, no digas esas cosas, al fin y al cabo es su padrino – mirándome fijamente - -          No puedo probar nada todavía, Isabel, pero puedo asegurarte que tanto si vuelves a Londres como si decides venir a Madrid, te ayudaré a saber la verdad y a hundirlo en la cárcel – mirándola fijamente y tomando sus manos mientras ella me miraba incrédula – Y si casarnos te ayuda en algo, estoy dispuesto a hacerlo como dije allí dentro. Mi único interés sería que no pierdas lo que es tuyo, y que realmente pudieras entender el valor emocional que tu padre creó y dejó en estas paredes, no es solo dinero lo que te ha dejado aquí, también muchos recuerdos de tu infancia. Además, yo tampoco quiero nada a cambio. -          Marco, tu amas la empresa y sabes que podría perjudicarte si dejo que Roberto y Pablo se queden con todo. Aunque no me lo digas, sé que solo quieres ayudarme por eso – dijo muy segura, sonriendo irónica - Me partía el alma que pensara eso de mí. Pero después de todo lo que había pasado entre nosotros la imagen que tenía de mi era la de una persona igual a todo eso que no quería volver a ver en nadie: un adicto al trabajo que fuera el vivo retrato de su padre. Y en parte, tenía razón. Yo estaba dispuesto a descubrir cualquier cosa que estuviera pasando, por lo que de seguir Roberto al frente de la empresa, fuera por el motivo que fuera, ni mi madre ni yo continuaríamos allí después de haber puesto en duda su honor. Pero creí conveniente que, por el momento, Isabel siguiera pensando eso. Al fin y al cabo, luego de todo lo que ha pasado entre nosotros no puedo pretender que confíe en mi a la primera.
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