Capítulo 1

923 Words
Cuando estuve cerca de cumplir los 18 años, mi vida cambió por completo… estaba yo andando a caballo en la estancia donde nací y viví mis primeros años, cuando mi sonriente madre me llamó, para hablar con mi padre. Y allí estaba él. Mi novio. Sentado a su lado…   -  Hija, (dijo sonriente)… ¡me acaba de pedir tu mano! -  ¿Qué? (sorprendida) - ¡Nos casaremos un mes después de tu cumpleaños! (sonriente) -  Espera… (Sentándome para no caerme desmayada) - ¡Felicidades, hija! (dijo mi madre, mientras me abrazaba y lloraba) -  No, no… (Casi llorando, sin entender nada, y sintiendo que estaba en una pesadilla donde llegaba a algún pueblo con otra cultura y arreglaban un matrimonio para mí) a mí nadie me preguntó si quería casarme… - Amor… llevamos tres años de novios (sin perder su falsa sonrisa), nos amamos… - ¿Eso que tiene que ver? Yo… aun no tengo 18, quiero… quiero hacer cosas… -  Deja, yo la convenzo. Vete a tu casa (dijo mi padre, visiblemente enojado)   En ese momento me dio la espalda. Él no dijo nada. Ni siquiera pareció darse cuenta de que de verdad estaba sintiéndome mal por aquel asunto, el cual aun esperaba en mi ingenuidad, que fuera una broma. Pero no lo era… rápidamente mi padre se giró y me miró de una manera más extraña de lo que había hecho en ese momento. Mi madre me abrazaba por detrás. Yo solo lloraba y él… él seguía con esa mezcla de odio y temor, que años después comprendería…   - Dime que es una broma, papá…. (Llorando) -  Sofía, ¿qué diablos te pasa? ¿Acaso no lo amas? - ¡Soy muy joven, papá! - ¡Déjate de tonterías! ¡Madura ya! ¿Sabes cuantos años tenía tu madre cuando nos casamos? (la miré, pero ella bajó la cabeza…) ¿sabes? ¡16! ¡Y 19 cuando tú naciste! - ¡Tengo sueños! (gritándole, tanto, que me dio un golpe, como hacía años que no lo hacía) - ¿Sueños? ¿Tú qué sabes de sueños? Tú tienes que casarte, él es el mejor partido. ¡Vamos! Ya quisieran tus amigas tener un deportista de elite que las quisiera para casarse, y tú que lo tienes ¿me sales con tus “sueños”? Te casas, te lo advierto… (Apuntándome con el dedo) - ¡Noooo! - ¿Acaso no te la pasas diciendo que lo amas? - ¡Papá! Eso no tiene nada que ver. Yo quiero… - Te lo voy a decir una sola vez… (Tomándome de los hombros mientras mi madre se echaba a llorar en el sillón)… estoy enfermo, necesito dinero para mi tratamiento, y estamos en quiebra. - ¿Qué? (casi sin poder hablar) -  Si… (Mirando al suelo), no había querido decírtelo para no amargarte, pero… es así. Hice un mal negocio y… la única que puede salvarme es su familia. Tú lo amas, él te ama… ¿Qué mejor que eso?  -  Qué… ¿Qué tengo que ver yo? Ellos son tus socios… - Cuando ustedes se casen, todo será más fácil… Y me convenció. No quería ver morir a mi padre, y al fin y al cabo nos amábamos… ¿o no? Recuerdo que traté de involucrarme en los preparativos, de estar feliz. Por momentos lo logré, pues en definitiva, toda chica sueña con elegir el vestido, los detalles de las invitaciones, los colores de los manteles y la música para el gran día… sin embargo, pronto conocería el horror que toda esa realidad inventada escondía.   Tenía muchas ilusiones, llevábamos años juntos… pero él cambió. Cambió o solamente se encargó de demostrarme que no era como se había mostrado ante mí hasta entonces. Solo le interesaban las apariencias, demostrar ante sus compañeros de equipo que tenía una esposa bonita y a la que con su dinero podía mantener llena de lujos y con una gran sonrisa en el rostro. Una sonrisa falsa, porque jamás volvió a ser conmigo, como se mostraba en público. Jamás volvió a ser conmigo como era antes de la boda. Operaron a mi padre, mi madre solo vivía para llorar y pedirme disculpas. ¿Pero por qué? ¿Qué estaba pasando ante mis ojos que no quería ver por estar en mi burbuja? Los días con él se transformaron en una tortura. Me sentía una prostituta a su lado… llegaba borracho en las noches, se desaparecía a altas horas de la madrugada o por un par de días… y si me quejaba, me cerraba la boca a golpes. Más de una vez me dejó marcada, llena de moretones. Mi vida fue, poco a poco, perdiendo el sentido. ¿Pero qué sería de mí sin él? Saldría en las revistas como la loca mujer que lo tuvo todo y no se conformó, estaría sola. Si, sola… porque si lo dejaba, mis padres me dejarían en la calle, sin nada y él me lo recordaba todo el tiempo.   Así que me dediqué a aguantar aquello que no podía cambiar. Callaba cuando no llegaba a dormir, soportaba sus maltratos en la intimidad, sus golpes cuando él creía que le estaba reprochando algo o cuando me aparecía en las gradas para un partido sin la sonrisa que él esperaba… Hasta que un día me revelé. 
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