Buscó mi mirada… la encontró y lo siguiente fue mirarme unos segundos, sin hablar, como tratando de examinar el interior de mi corazón.
Intenté que no se diera cuenta de lo que estaba generando en mí, pero no lo conseguí. Mi cuerpo estaba comenzando a ceder ante la tentación que eran su increíble personalidad, su cuerpo y su aroma… cerró los ojos para disfrutar de mi cercanía y yo hice lo mismo… ya podía sentir su aliento en mi cuello… juro por mi vida que nunca me había sentido así… querida, deseada…
En una fracción de segundo sentí sus brazos ardientes fundirse en mi cintura y los hermosos labios que tanto me enloquecían estaban entrelazados con los míos, que respondían apasionadamente aun sin poder creer que todo aquello no era un sueño. Era feliz. Por primera vez en muchos años era feliz… me olvidé del mundo. Solo éramos él y yo. Y me dejé llevar…
Respondí como una loca a cada una de sus acciones… rodee fuertemente su cuello con mis brazos y sin que pudiera darme cuenta enseguida acabé sobre él, sintiendo el fuego que generaba cada una de las caricias que sus manos le propinaban a mi cintura… que mis manos le hacían a su rostro, a sus brazos… ¡a su corazón!
Apenas podíamos respirar cuando nos dábamos unos segundos de tregua. Estábamos dando rienda suelta a todo el deseo y la pasión acumulados desde aquel choque de carritos en el mercado. Nos estábamos olvidando del mundo…
Afuera llovía torrencialmente, acompasando la tormenta que estábamos a punto de desatar… que yo estaba a punto de iniciar si no decía lo que sucedía…
¿Pero qué sucedía? No recordaba nada. En mi mente solo estaba esa sensación de felicidad extrema que sentía al saberme amada como nunca antes en mi vida.
Dejé ir mis manos hacia su torso… sus marcados abdominales echaban fuego y era por mis caricias, por mis besos… me detuve unos instantes, necesitaba mirarlo a los ojos…
Hizo lo mismo, dándome la oportunidad de que parara toda aquella pasión, pero no lo hice… cuando sentí su mano derecha detrás de mi cabeza y la izquierda sobre una de mis piernas, solo vi ternura en sus ojos. Una ternura que nunca antes había visto hacia mí, y mucho menos en un momento tan íntimo.
Lo besé, tratando de ofrecerle la misma ternura que él me daba a mí… pero dándole rienda suelta a toda la pasión contenida, una vez más. Dejé que mis manos recorrieran una vez más sus abdominales, mientras sentía como se excitaba cada vez más, como se volvía loco por mis besos con cada minuto que transcurría…
Se volvía loco por mis besos y eso me encendía a mí, como nunca antes… me desconocía, estaba como poseída… estaba feliz. Experimentaba sensaciones que nunca antes había vivido… coloqué mi lengua sobre la cavidad que se forma bajo su labio inferior y presioné esa zona, al tiempo que mordía su labio… juro que sentí sobre mi la corriente eléctrica que recorrió su cuerpo en ese momento y que generó que rápidamente se deshiciera de mi camiseta, o bueno, de su camiseta… sonreía de una manera que lejos de sonrojarme me hizo volverme más loca que antes, se las ingenió para hacer una coleta con mi cabello y colocarme sobre la mesa para poder disfrutar a su antojo de mis pechos…
Sonreí y me eché hacia atrás para colaborar con aquello que le generaba tanto placer, que me generaba tanto placer a mí. Sentirlo sobre mí haciéndome delirar con la delicada danza de su lengua sobre mis pezones me estaba llevando doblemente al limbo. Estaba entregada por completo, esta vez de verdad y lo estaba disfrutando.
Casi por instinto y al comenzar a sentir una fuerte corriente eléctrica que apretaba cada vez más mis entrañas, deseosas de sentirlo dentro de mí, mis piernas rodearon su cintura. Pero él ni se dio por enterado… estaba completamente entretenido con mis pechos… parecía un niño con un juguete nuevo… pero entre cada beso, entre cada caricia, entre cada escalofrío que generaba su respiración sobre uno de mis pechos mojados segundos antes por su saliva… le pillaba espiando mis reacciones, sonriendo orgulloso por saber que él era el causante de cada uno de esos gemidos, de cada uno de esos calores que me hacían delirar…
Por momentos, intentaba pensar cómo había hecho para sobrevivir a tanto sufrimiento. No podía creer que me acostumbrara tan fácilmente a sentirme querida, deseada… a recibir un buen trato.
Aferrada a su cabello con una mano y al mantel de la mesa con la otra, me dejé llevar… poco a poco sus besos fueron bajando por mi cuerpo, deteniéndose sobre mi estómago, haciéndome delirar con el roce de sus labios… me pareció injusto no hacer nada por él, así que lo tomé de la playera y lo acerqué hacia mí.
Con rostro juguetón, dejé que una de mis rodillas se colocara estratégicamente sobre sus piernas y al notar que sus ojos se cerraban de placer, lo besé apasionadamente, al tiempo que trataba de deshacerme de la tela, que ya estaba empapada en sudor de tanto placer contenido…
Me abrazó fuertemente, sin dejar de besarme. Me sentía protegida… fue como si temiera perderme.
A través de sus abrazos estaba transmitiéndome seguridad y yo no me creía que pudiera existir alguien así… capaz de quererme de verdad, de hacerme sentir viva después de todo lo que había vivido… no podía dejar de corresponder a cada uno de sus abrazos, de sus besos… en apenas unas horas, me había vuelto adicta a ellos, como si hubiesen estado allí toda la vida…
Me tomó en brazos, sin dejar de abrazarme y me llevó a su habitación, a esa a la que antes había entrado a ponerme la camiseta que ahora yacía dormida en algún rincón de la sala donde comenzamos a dar rienda suelta a la pasión que ahora continuaba en la cama…
Cuando lo sentí dentro de mi fue tan dulce que por primera vez, desde que mi madre me leyó El Principito a los ocho años, creí que la felicidad realmente podía ser alcanzada.
Cada uno de sus movimientos era acompasado con los míos y con los sonidos que salían desde lo más profundo de nuestro ser… nos amábamos, podíamos sentirlo, aunque apenas nos conocíamos.
Sus labios recorrían mi cuello, los míos devoraban los lóbulos de sus orejas haciéndolo delirar más y más de pasión. Podía sentirlo dentro de mi… él también pudo sentirme… pudo sentirme en cada uno de los instantes en los que fuimos uno, pero también en ese momento único, especial… donde llegamos juntos a punto máximo de placer… donde no pudo evitar dejarse caer sobre mí, sumido en la pasión de nuestros cuerpos… donde no pude evitar aferrarme a él.
Debieron pasar al menos unos cuarenta minutos para que nuestras respiraciones volvieran a la normalidad y pudiéramos desatar el nudo que nuestros brazos hacían alrededor del cuerpo del otro…
Mateo – Nunca me sentí tan cómodo, princesa…. (Dándome un beso tierno en los labios)
Sofía – Ni yo… (Sonriendo y acariciando su rostro)… ¡fue maravilloso!
Mateo – No exageres… (Sonrojado y besándome la mano…)
El momento mágico acabó.