Tres meses después...
Mis días eran horribles, no dormía y tampoco comía muy bien y cuando deseaba comer algo era realmente un martirio por que luego lo devolvía, estar embarazada era horrible.
Ningún ser mágico podía contra mí pero en definitiva dos mellizos traviesos me estaban volviendo loca, incluso antes de nacer.
— Buenos días, ¿como está la reina más hermosa? — pregunto Adam entrando en mi habitación.
Bufé enfadada por no haber podido dormir y por qué mi compañero tenía la culpa de ello, él fue quien se encargo de poner esos diablillos allí.
— Gorda... — respondí sentándome en la cama.
Adam se sentó a un lado de la cama y posó su mano en mi estómago dando pequeñas caricias que fueron respondidas de inmediato con unas horribles patadas de sus pequeños diablillos.
Bufé enfadada
