Lía

2272 Words
James me mira desde el sofá mientras yo preparo los sándwiches. Le he contado mi historia con Nick y él está literalmente con la boca abierta después de decirle dos veces que sí, que le enviaba fotos calientes. —   No sabía esa faceta de ti. —   No me conoces del todo —me encojo de hombros. Nadie tenía por qué saber qué hacía en la intimidad de mi habitación. Muchas personas lo veían mal y otras bien. Yo era de las que lo veía bien si eso te hacía pasar un buen momento, para eso estábamos. Encontrarme con Nick en el bar de nuevo fue abrumador pero pude sobrellevarlo. No es que estuviese enamorada como James decía, una no se podía enamorar tan fácilmente. Quizás te ilusionabas, sí, pero la magia se rompía cuando ambos nos desconectábamos de Snapchat y no volvíamos a hablar en días. Aunque las últimas veces que hablamos, solo era para uso satisfactorio suyo. "Ayúdame a llegar" y claro, no le decía que no porque a mí me ponía, no era de piedra, por lo que aprovechaba el momento. Así que no, nada de enamoramiento por Nick. Pongo los platos en la mesa y James no tarda en morder su sándwich. Miro a la televisión sin prestarle mucha atención y no puedo dejar de pensar en Nick y en su amigo, Luke. Él parecía interesado en mí y me había propuesto tomarme un día una cerveza con él y hablar en el otro lado de la barra, a su lado. Le había dicho que algún día que tuviese un día libre, lo haríamos. No sabía hasta qué punto eso era verdad. —   Al rubio le gustas —me dice. —   ¿Luke? Eso parece, aunque es cuatro años más pequeño que yo. —   ¿La edad te importa? —   Sí cuando son pequeños. —   Tiene un buen cuerpo. —   No me importa el cuerpo sino esto —pongo un dedo en mi sien y después en mi corazón—. ¿Para qué quiero un buen cuerpo si está vacío por dentro? —   ¿Lo estás llamando inmaduro? —   Puede que sí —muerdo mi sándwich—. Tampoco lo conozco, pero no tengo buenas experiencias con los chicos. —   Excepto con Nick. —   Nick superó todas mis expectativas. Se portó bien conmigo. James me mira con una sonrisa pícara y ruedo los ojos. Habían contratado a una persona más y ahora por fin, tenía un turno más o menos decente. Las mañanas eran tranquilas, pero a partir de las cinco, el bar empezaba a llenarse hasta que era hora de cerrar. Estoy limpiando la barra tranquila porque no hay nadie. Son las once de la mañana y puedo tomarme un café sin tener que atender a ninguna mesa. Estoy sumida en mis pensamientos cuando la puerta se abre. La sonrisa de Nick ilumina el lugar y vuelvo a mirar el café. Su presencia me pone nerviosa, sobre todo cuando se sienta en el taburete a mi lado. —   Hola —dice, confiado, como siempre. —   Hey, ¿Vas a querer algo de tomar? —Le pregunto levantándome del taburete y entrando a la barra para poner distancia. —   Hablar contigo. Me pongo frente a él en la barra y apoyo mis manos en ella mirando sus bonitos ojos. — Y un café con leche, por favor. Me giro hacia la máquina de café y empiezo a hacérselo y a calentar la leche. No tardo en poner una taza frente a él y vuelvo a apoyarme en la barra. —   ¿Cómo es que estás aquí? —Pregunta echándole azúcar al café. —   Quise venir a trabajar, aprender mejor el idioma y a vivir. —   Hmmmm... Interesante. ¿No querías venir a buscarme? Me río. — No, ese no fue mi primer pensamiento, la verdad, pero es bueno verte. Nick sonríe y remueve su café sin despegar su vista de mí. —   El destino, ¿No? —   Eso parece —me encojo de hombros. —   Tu inglés ha mejorado. —   He tenido que buscarme la vida, aprendía o me moría de hambre. —   Ya veo que no te has muerto de hambre. —   ¿Me estás llamando gorda? —Alzo una de mis cejas y él se ríe. —   No. Me gusta tu cuerpo. Me gustaría que quedáramos fuera de aquí, para hablar. Alzo una de mis cejas e intento saber por dónde quiere llevar la conversación. —   ¿Hablar? Nunca te interesó hablar, ¿Por qué ahora? —   ¿Nunca me interesó hablar? —   Solo para que te enviara fotos calientes. —   Y me las enviabas —lleva la taza de café a sus labios. —   Porque me ponías cachonda. Nick ríe y me mira, divertido. La verdad era esa. No me quejaba, pero sí que me hubiera gustado tener alguna que otra conversación con él sobre cualquier cosa. —   Me alegra que seas sincera. Me sorprende que no te haya visto antes. —   Nunca has venido aquí —me encojo de hombros—. ¿Dónde ibas antes? —   Está a unos diez minutos de aquí. También van muchos marines y tiene una mesa de billar. —   Hmmm... le diré a mi jefe que ponga una. —   ¿Imitando a la competencia? —Alza una ceja. —   Intentando que me suban el sueldo. Me quitan un pulmón cada vez que tengo que pagar el alquiler. —   ¿Vives sola? —   No, con mi compañero. —   ¿El moreno? Asiento y él vuelve a beber de la taza. Recojo mi taza de café, fregándola y miro hacia la puerta para ver a dos hombres y una mujer entrar. Los saludo y no tardo en salir de la barra para atender la mesa. Vuelvo y preparo los cafés que me han pedido bajo la atenta mirada de Nick. Me encuentro con su mirada cuando estoy poniendo los cafés en la bandeja y la cojo para servir. Cuando llego, vuelvo a ponerme frente a él y ambos nos miramos. Había pasado mucho tiempo y admitía que era bueno verlo de nuevo. —   Te he echado de menos —dice. —   No se ha notado, podrías haberme hablado —paso la bayeta por la barra. —   He estado intentando superarte. Me he llevado dos años comparando a las chicas con las que me acostaba contigo.  No ha sido fácil. —   Exageras. —   No lo hago, ángel. Seguir hablando contigo era masturbarme sin parar imaginando que eras tú quien me tocaba. No podía seguir haciéndome daño. —   ¡Shhhh! Nick, por el amor de Dios, hay gente —miro a la mesa que está ocupada y él también lo hace. —   No se han enterado, preciosa. Masturbarse es algo natural. —   Estoy trabajando. —   Lo sé, puedo verlo. ¿Por qué noto cierto resquemor hacia mí? —Pregunta. —   No tengo lo que sea que has dicho —alzo mi barbilla. —   ¿Es que no te gustó lo de Rota? ¿Hice algo mal? Entonces me fijo en su pulsera y mi corazón da fuerte contra mi pecho, como si quisiera salirse para saludarlo y decirle cuánto apreciaba que aún la llevara. —   Llevas mi pulsera —digo mirando su muñeca. Él la mira también y se encoge de hombros. — Es bonita. —   Bonita... —sonrío. —   Sí, bonita. ¿Aún tienes mi camiseta o la has usado para hacer un trapo? —   Trapos, muchos trapos. Nick sonríe porque sabe que es mentira. Aún la tenía, solo que de lavarla, su olor se había ido. —   Aunque me gustaría que me dejaras tu perfume —me apoyo sobre la barra. —   ¿Para qué? —   Para que huela de nuevo. —   ¿Estás ligando conmigo, ángel? Me encojo de hombros y me pongo bien cuando mi jefe entra. Él mira el lugar y después a mí, me sonríe. Salgo de la barra y voy a ayudarlo a descargar varias cosas que trae como productos de limpieza. —   Está la cosa tranquila hoy —dice. —   Sí, aunque ya sabe que se llena después. —   Soy consciente. Hoy me quedaré para echaros una mano. ¿Te han molestado o algo? Si alguna vez te dicen algo impropio, no dudes en defenderte, ¿Vale? El cliente siempre tiene la razón, pero borracho, hasta cierto punto. —   Lo tendré en cuenta. Lo que deberíamos hacer es servir la cerveza en vasos de plástico. —   ¿Por si vuelan botellas? —   Exacto. —   Espero que no pase nunca —ríe. John era una especie de abuelo o padre para mí. Era canoso y un poco regordete. Desde que había empezado a trabajar allí, él se había preocupado porque estuviese a gusto. Nick sigue en la barra mientras voy a limpiar los baños. Cuando voy a entrar al limpiar el de hombres, él, aparece. —   ¿Es legal que entres ahí? —Pregunta con una mueca en su rostro mirando dentro del baño. —   No seas absurdo —muevo mi mano con desdén y el guante de limpieza que llevo se mueve un poco porque me queda grande—. ¿Vas a quedarte toda la mañana aquí? —   ¿Qué? No, me iba ya. Adiós, Lía. Se gira y veo cómo se va mientras frunzo el ceño. ¿Qué mosca le había picado? Me encojo de hombros y entro al cuarto de baño de hombres soltando un suspiro. Eso de apuntar bien al mear no era el fuerte de los hombres de este bar, y qué más podía pedir si estaban borrachos. Cuando guardo todos los botes de limpieza, voy de nuevo a la barra donde me jefe está poniendo ya unas cervezas y veo a Luke. Él me sonríe y me saluda con su mano. Me acerco a él con una sonrisa y lo saludo. —   ¿Qué vas a tomar hoy? —   Una cerveza, por favor. Asiento y no tardo en coger una cerveza de las grandes cámaras y ponérsela en frente. Busco el abridor como una loca hasta que lo encuentro y puedo abrir la cerveza. —   Aquí la tienes. —   Gracias. Hmmm... ¿A qué hora sales hoy? —Pregunta. Vale, esa era una pregunta que no me esperaba porque él no estaba borracho y siempre los chicos, cuando me acercaba a su mesa, me preguntaban e intentaban tocarme para que me sentase en sus regazos como si yo fuera una chica de compañía. Golpeaba sus manos y les decía que no se tocaba y que me tocaba cerrar. Sin embargo, no le miento a Luke y le digo que solo me queda una hora para acabar mi turno y que James y la otra chica me sustituyan. Luke se va antes de que acabe mi turno y pienso que se ha aburrido de esperar. Nick aparece en mi cabeza y la pulsera en su muñeca también. Salgo del bar y James me da las llaves del coche para que pueda ir a casa. Beso su mejilla y alguien poniendo su mano en mi brazo hace que casi me dé un infarto. —   Por el amor de Dios, Luke —pongo una mano en mi corazón—. No vuelvas a hacer eso. —   Lo siento, no quería asustarte. —   ¿Qué haces aquí? Pensé que te habías ido. —   Quiero invitarte a comer. —   Tengo que entrar de nuevo esta tarde y mira como luzco —le digo, sí, poniendo excusas. —   ¿No quieres comer conmigo? Solo será una hamburguesa y te dejaré donde quieras. Podemos ir incluso a una que está a unas calles de aquí. Junto mis labios en una fina línea y miro sus ojos para asentir haciendo que él sonría. —   Tú ganas, así no me acoplo en casa y me cuesta menos volver. —   Haré que te lo pases bien —abre la puerta de su coche para que yo entre y le sonrío. Pongo la pequeña maleta en mis piernas y suspiro con pesadez, cansada. Luke no tarda en ocupar su sitio, y con una sonrisa nerviosa, arranca el coche y pone rumbo donde vamos a comer. Mientras él habla sobre que también ha estado en España yo pienso que ha sido muy arriesgado montarme con un desconocido en el coche a pesar de que estamos a plena luz del día. No tenía cara de asesino, pero nunca se sabía. Cuando él aparca, me bajo del coche tranquila y nos dirigimos a la hamburguesería. Él no me deja pagar aunque insisto muchas veces y acabo comiéndome una rica hamburguesa frente a él. —   ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Me pregunta. —   Tres meses. —   Veo que te estás adaptando bien, ¿no? ¿O me equivoco? —   Voy bien —me encojo de hombros—, aunque echo de menos la comida. —   Luke sonríe y mastica rápido para poder hablarme. —   Probé la comida española y... está bien. —   ¿Bien? Perdona, tienes que probar mi tortilla. Él se ríe y me mira con diversión. — Estaré esperando tu invitación. Y se había anotado una cita. Muy bien, Lía, muy bien. Luke tenía veintiún años y ser militar había sido su sueño desde que era niño. Le había confesado que me gustaría ir a disparar algún día y él había prometido que me llevaría. —   Sé que tuviste algo con Nick —dice mientras nos tomamos un batido para hacer tiempo antes de volver al bar. —   ¿Qué sabes? —   Sé que te acostaste con él en Rota —se encoge de hombros. ¿No sabía nada más? Carraspeo un poco y le aguanto la mirada porque no sé qué decir ahora. ¿Qué decía? —   Sí —es lo único que digo y vuelvo a beber de mi batido. —   ¿Te sigue gustando? —Pregunta, dudoso. —   Hace dos años que no lo veo. —   ¿Te sigue gustando? —Vuelve a preguntar. El batido deja de tener importancia y lo miro con una ceja alzada. —   ¿Gustarme en qué sentido? ¿Si opino que es guapo? Sí, sigo pensando que lo es. ¿Si lo... quiero? No. No me gusta en ese sentido. —   Bien, bien. Lo siento, solo... necesitaba saberlo. —   Relájate, Luke. Disfruta de la vida y no pienses demasiado —le sonrío y miro la hora en el móvil—. Es hora de irme. —   Te acompaño —se levanta. —   Oh, no. No te preocupes. Gracias por todo, me lo he pasado muy bien. Aprieto su brazo, le sonrío y salgo de allí caminando rápido por si se le ocurre de decirme de nuevo que me acompaña. James me mira con una sonrisa de oreja a oreja y alzo una de mis cejas. ¿Sabía que no había ido a casa? —   Así que... el rubio —me guiña un ojo. —   ¿Cómo lo sabes? —me lleno un vaso de agua. —   Te he visto montarte en su coche. Arriesgado pero morboso, ¿no? Casi escupo el agua y me río. Lo empujo y me pongo a trabajar después de apuntar a la hora que he entrado. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD