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2213 Words
MIA Pensé que era una mala idea moverme de nuestro refugio que había sido lo más seguro hasta ahora por dos meses, mi hermana dijo que ya no lo era. Ella era quien tomaba las decisiones y yo la obedecía, sabía más de todo este caos que yo misma. Aunque ambas habíamos elegido este camino, comenzaba a pensar que estaba equivocada, había muchas muertes de inocentes, los demonios salieron de la oscuridad para atormentar a los humanos y consumirlos, y arrastrarlos al infierno, fue cuando los arcángeles bajaron para una guerra con nosotras, quienes habíamos causado todo este alboroto. Y es que era cierto, éramos culpables, pero el propósito de todo esto, era que Alyssa quería un mundo mejor para nosotras. Siempre andábamos escondiéndonos y huyendo, temiendo por nuestra vida. Ya que éramos lo prohibido, algo que nunca debió nacer. Y ellos temían que acabáramos con su existencia, ambos reinos; el cielo y el infierno, os temían. Alyssa me había dicho que los humanos matan lo que temen con su vida, los eliminan para no ponerse en riesgo. Era los mismo con los demás reinos. No iban a dejar vivir a alguien que podía eliminarlos con un chasquido de dedos. Por eso estaban cazándonos. Apoyé a mi hermana, porque si no lo hacía, ambas íbamos a morir. No había vuelta atrás, la guerra había comenzado, y era tiempo que nosotras ganáramos. Aunque nos superaban en números y nadie estaba de nuestro lado. Sabía que podíamos hacer esto juntas, éramos poderosas. Teníamos el poder de nuestra madre que fue una bruja poderosa, y de nuestro padre, quien era el ángel de la muerte. Pero aquí estaba enfrente del humano que creía nunca iba a volver a ver. Alex. Llevaba puesto el traje de sacerdote y había cambiado mucho, su rostro parecía tan mayor. No lo veía desde la universidad, era amigo de Caleb. Un ex novio. —¿Qué haces aquí? —pregunté cuando le miré y vi que era real. —¿No deberías estar en el vaticano? —había escuchado en la radio que el papa había convocado a una reunión a todos los sacerdotista de las iglesias en el mundo. Parecía que querían armar una unión para erradicar los demonios que salían de los portales. —Estás viva —dijo. Dio un paso hacia mí, pero mi hermana le enseñó la espada advirtiéndole. —Está bien. Él no nos hará daño. —dije finalmente. —Yo no lo creo, es un predicador de dios. —escupió. Apreté los dientes. Miré a Alex preguntándole sobre si nos lastimaría. —No pienso lastimar a nadie. Menos a ti, Mia —respondió con vehemencia. —no son los principios que mi Dios me ha enseñado. —le miré indecisa. Porque hace años, él y el padre Marcus intentaron exorcizarme cuando Alyssa yacía dentro de mí. —Confía en mí. —sonreí burlonamente. —La confianza me ha llevado a la traición y casi a mi muerte ¿lo olvidas Alex? No creo que estés en posición de pedir confianza. —pero esta vez era diferente. Yo tenía el poder para matarlo, si él llegase a hacérmelo. —aunque esta vez los roles cambian. Tengo el poder de matarte si intentas algo, así que espero no lo hagas. Me dolería hacer eso con un viejo amigo. —escupí la última parte como un insulto. Hizo una mueca. Después de todo, Alex no era diferente de las demás personas que me traicionaron. Creía realmente que él no era como los demás. Pero terminó juzgándome y alejándose de mí, solo por haber aceptado darle la mitad de mi alma a un demonio, que resultó ser mi melliza. Irónico. No supe nada más de él, solo desapareció. Tampoco esperaba que me comprendiera, pero de esa forma terminó nuestra amistad. —¿Por qué aún sigues aquí? —le pregunté cuando se sentó a mi lado en la banca mirando a la cruz que nos veía. Una bruja y un sacerdote. Su barba había crecido, tenía ojeras debajo de sus ojos y parecía desnutrido. —¿cuánto tiempo llevas escondiéndote aquí? —Desde que inició todo. Escuché el llamado del vaticano, pero no fui porque no quería dejar la iglesia sola. —no pude evitar poner los ojos en blanco. —Alex. Solo es un lugar, algo material. Hay muchas iglesias que fueron abandonadas después de la guerra que comenzó, intentando salvar su vida. —Lo sé, pero no podía hacerlo. —replicó. Sus manos estaban juntas y presionadas, su comportamiento era de nerviosismo mezclado con miedo. —Es un milagro que no hayas muerto. —Hay demonios que han intentado entrar, pero no se los he permitido. El agua bendita y las cruces del señor han ayudado junto con mis plegarias. —sonreí. Alex era un aprendiz para convertirse en sacerdote cuando lo conocí, era una persona encubierta por parte del vaticano ya que lo habían enviado a vigilarme. Ellos pensaban que aún el demonio residía dentro de mi después del exorcismo que tuve de pequeña. Lo consideraba un amigo. —Después de todo te convertiste en sacerdote, enhorabuena. —estaba feliz por él. Se había convertido en ello porque su padre también lo era, y quería matar al demonio que residía conmigo, pero eso significaba matarme a mí. No sé porque no lo hizo todo este tiempo, tal vez porque pensó que podía lastimarme, o al menos quería pensar en eso. Que el Alex que conocí, aún estaba en el fondo. —Lo hice unos años después de verte en el hospital. —mira hacia mi hermana, que nos mira inquisitivamente con la espada a su lado. No confía en Alex, y lo entiendo. Ella no confía en nadie, teme que todos quieran hacernos daño. —Supongo que ella es el demonio de hace unos años. —señala con su cabeza a Alyssa. —Si. Es ella. —¿Por qué te quedaste a su lado? —sonaba acusatorio. Todos pensaban que Alyssa era la mala de la historia, cuando en realidad era la que más había sufrido e intentaba protegerme. Una víctima más. —Ella no es una mala persona, Alex. Me cuida, ha estado conmigo todo este tiempo para protegerme de los que quieren hacerme daño. Sacudió su cabeza. —Ella es un demonio. No es humana, Mia. Solo está manipulándote. —No espero que lo entiendas. De hecho, ella es mi hermana. —abrió los ojos horrorizados y se alejó unos centímetros de mí, como si le hubiera dado una bofetada. —¡Blasfemias! Enjuaga tu boca, Mia. Eres hija del hombre, ¿cómo puedes intentar llamar hermana a un demonio? Es irrelevante. —se levanta de su asiento y Alyssa se pone en guardia. Sacudo la cabeza hacia ella, no tiene nada de qué preocuparse. —Alex, es verdad. —le cuento sobre la historia de hace tiempo lo que sucedió, y aunque él sigue diciendo que esa guerra nunca existió porque no la hablan en la biblia, solo le explico mi origen y que no espero que él lo entienda. Sé que desde pequeño su iglesia les ha inculcado las palabras de una biblia que fue escrita por un mortal, no puedo hacer que se ponga en contra de todo ello de la noche a la mañana. Así como para mí fue difícil, lo entiendo. —No puedo creer lo que me dices. —Y no espero que lo hagas —suelto. —Pero no somos malas personas. Solo queremos sentirnos a salvo, sin que nadie nos quiera hacer daño ¿es mucho pedir? —deja escapar un suspiro de resignación. Sabía que estaba confundido. —Creo que todos queremos eso, Mia. Vivir felices sin que nada nos atormente, sin que tengamos miedo a que algo o alguien nos ataque en la noche en nuestros hogares. —Responde —pero el mundo en el que vivimos ha sido forjado diferente. Lo que ustedes intentan hacer es imposible. —Hay algo que no nos han quitado. —dije. —La esperanza. —frunció el ceño. —¿Esperanza? —asentí con la cabeza. —Los seres como ustedes no conocen eso. —escupió. Hice una mueca y me aguanté las ganas de darle un zape en la cabeza, necesitaba respetarlo ahora que era un sacerdote. Alex, era un idiota. —¿Olvidas que fui humana? Durante muchos años, viví siendo mitad humana y mitad demonio, ambos reinos reinaban dentro de mí. Sobreviví, aprendí a ver las perspectivas de ambos mundos, no es tan tenebroso como crees. Me conocí en el camino y descubrí una salvación para ambos mundos. —¡Blasfemias! —gritó. me estremecí con su enojo, nunca lo vi tan enojado antes. —¿Cómo puedes pensar que un demonio y un hijo de dios pueden vivir en un cuerpo? —¿Olvidas que Lucifer era el hijo favorito de Dios? ¿Qué sus hermanos fueron Gabriel, Rafael, Uriel y todos aquellos arcángeles? ¿Olvidas que Lucifer era un ángel antes de convertirse en el rey del infierno? Alyssa y yo somos iguales. Soy como Lucifer, antes de convertirme en un demonio, fui humana. —respondí mirándole a los ojos. —Los humanos que vinieron a tu iglesia, también cargaban con demonios dentro de ellos, batallaban para combatirlos, la mayoría de los humanos de este mundo batallan con sus demonios internos. Un demonio no solo se refiere al infierno, un demonio es un pensamiento, emociones, acciones, palabras. ¿Qué no lo ves? —Aunque lo veas de esa forma, esas personas que pensaban había algo mal en ellos, han venido a la casa de Dios y querido desterrar esos demonios dentro de ellos. Han predicado la palabra y se han bautizado para alejar todos esos pensamientos sucios, ellos han encontrado la salvación. Y nuestro señor les ha perdonado ¿Ustedes que han hecho? matar a personas inocentes —sacudió la cabeza —no creo que quieran redimirse. —Tal vez tengas razón. Sacerdote, Alex. Pero no todos han salido victoriosos de esas batallas. —acabé de hablar con él y me acerqué a mi hermana. Aunque le explicara de miles maneras que los demonios vivían dentro de nosotros de una u otra forma, él no lo comprendería. Porque solo veía blanco y n***o, no hay gris. Alyssa y yo, nos quedamos a pasar la noche, pero no íbamos a quedarnos mucho tiempo. No quería estar cerca de Alex y sintiéndome juzgada todo el tiempo, Alyssa pensaba lo mismo. Sacamos nuestras cobijas de las mochilas y montamos una cama improvisada. Hay un frío afuera, la nieve comenzaba a caer, así que juntas nos dimos calor. Alex se había encerrado de nuevo detrás de la puerta donde lo encontramos por primera vez. *** Escuché ruido en la parte de arriba de mi habitación, corrí escaleras arriba para ver que había sucedido. Abrí la puerta lentamente y apreté el apagador para que la luz iluminara mi habitación. Mis cosas estaban esparcidas por todos lados, las paredes estaban ensangrentadas y como si hubieran pasado uñas, en la alfombra había dos cuerpos sin vida. Mi corazón latía rápidamente contra mi pecho, corrí hacia sus cuerpos e intenté despertarlos, pero era real. La pesadilla se había convertido en realidad. —Es tu culpa que estén muertos. —una voz hizo que me girara para verle. —Ellos estarían vivos si tu no hubieras regresado. Mi versión más joven me miraba allí con tristeza. Era una niña. Miré el cuchillo en su mano derecha, tenía sangre en todo su cuerpo, era obvio que había sido ella. Los había asesinado. —¿Qué hiciste? —lloré. Me puse sobre mis pies para enfrentarla. —Me obligaste a hacerlo. —sacudí la cabeza, no era cierto. —Yo no te obligué a nada. —Desde que te trajeron a casa, esta familia estaba condenada a la muerte. —Yo no sabía nada —yo desconocía mi origen. —A donde sea que vayas, todos van morir. La muerte te sigue —avanzó un paso, dos pasos. —Esa es tu maldición. —tres pasos, cuatro pasos. —Debes morir —su pequeño cuerpo corrió contra mí para apuñalarme con el cuchillo. Abrí los ojos con el corazón latiendo deprisa. Fue solo una pesadilla. Alyssa aún duerme, debe ser porque se siente segura en este lugar, que irónico. Ella solía quedarse despierta para cuidar que nadie estuviera cerca de nosotras, a veces hacíamos guardia. Pero esta vez, ambas caímos rendidas en sueño. Estábamos demasiado cansada para hacer guardia. Afuera aún estaba oscuro, debía ser de madrugada. Me levanté para buscar agua porque mi botella estaba vacía. No encontré a mi alrededor, así que esperaba encontrar detrás de la puerta donde estaba Alex. Aunque estaba cerrada, abrí el pestillo lentamente, tomé una vela encendida antes de caminar por el pasillo oscuro. Encontré al fondo una cocina pequeña donde llené la botella. Alex debía estar durmiendo en una de estas habitaciones, pero no quise molestar. Lo que me detuvo en mi camino de regreso, fue un ruido como si una voz hablara. Miré detrás de mí, no había nadie. La curiosidad barrió dentro de mí y caminé hasta encontrar un ático, no sabía que las iglesias la tuvieran. Bajé la escalera y subí.
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