Capitulo 11

1189 Words
Habían pasado ya dos semanas desde que Mario y Monse comenzaron a investigar sobre el verdadero padre del hijo de Sebastián. Cada día que pasaba sin encontrarlo se sentía como un pequeño fracaso. Después de que Mario me confesara todo lo que había estado sintiendo, decidimos hablar al día siguiente y llegamos a la conclusión de que era mejor seguir siendo amigos, aunque la situación era complicada. Por el otro lado, Joe había estado muy presente en mi vida recientemente; nuestras salidas se hicieron más frecuentes y, entre risas y miradas cómplices, nos habíamos besado en varias ocasiones. Sin embargo, aún no éramos oficialmente una pareja. Un día, entré al colegio con una sensación de normalidad, pero al instante noté que algo raro estaba en el aire. Mis compañeros se comportaban de manera extraña, haciéndose miradas cómplices. Pensé que tal vez estaban planeando alguna broma, pero eso no me preocupaba demasiado. —Hola, Scar —saludó Joe, acercándose con su característica sonrisa. —Hola, Joe —respondí, sintiendo que mi corazón se aceleraba al verlo. —¿Podemos hablar en privado? —preguntó, mirándome a los ojos. —Sí —contesté, intrigada; no era común que buscara un rincón apartado, especialmente cuando no había casi nadie en los pasillos. —Pero antes, cúbrete los ojos —me dijo con un tono juguetón. —Está bien —asentí, sintiéndome confundida pero emocionada al mismo tiempo. Joe me tomó de la mano y, mientras caminábamos, pude escuchar los murmullos de las chicas a nuestro alrededor. No pude evitar sonreír, preguntándome qué podría estar tramando. Finalmente, me dijo que podía abrir los ojos. Cuando lo hice, me quedé paralizada: frente a mí había un enorme cartel que decía: "¿Quieres ser mi novia?" En su mano, Joe sostenía un gran oso de peluche, que parecía un regalo salido de un cuento. Sin poder contenerme, lo abracé con fuerza, y las lágrimas empezaron a asomarse a mis ojos mientras le decía que sí, que quería ser su novia. Fue el mejor momento de mi vida; la emoción y la felicidad me inundaron. Mis compañeros comenzaron aplaudir y a gritar, creando un ambiente festivo. Algunas chicas, a las que no conocía, vinieron a abrazarme y a felicitarme, mientras que otras me miraban con envidia. Pero en ese instante, la opinión de los demás no tenía relevancia. Todo lo que importaba era que estaba junto a Joe, y esa felicidad era suficiente. Después de la celebración en la escuela, Joe y yo decidimos salir a dar un paseo en el barco donde habíamos cenado una vez. Pasamos un día maravilloso, lleno de risas y momentos tiernos. Nos besamos en la cubierta, sintiendo que el mundo se detenía a nuestro alrededor. Cada rayo de sol parecía iluminar aún más nuestra conexión. A la mañana siguiente, cuando desperté, mi mente estaba llena de pensamientos. A pesar de la felicidad que sentía, había tres cosas que rondaban en mis pensamientos: 1. Nada ni nadie me haría dudar de Joe. 2. Una parte de mí seguía sintiendo desconfianza, como si algo en mi interior me advirtiera que debía tener cuidado. 3. Y, a pesar de todo, estaba irrevocablemente enamorada de Joe, como en "Crepúsculo", aunque sin vampiros ni hombres lobo. Bajé a la cocina porque tenía un hambre voraz y noté que la casa estaba vacía. En la mesa, me topé con una nota escrita a mano que decía: "Hermana, no hay nada de comer, así que salí a comprar unas pizzas. No tardo. P.D.: El mejor hermano". Esa era la manera peculiar de mi hermano de comunicarse, con su humor característico. Decidí quedarme esperando su regreso, aunque en el fondo, mi mente divagaba hacia algo más complicado: mi relación con Joe. Me preocupaba lo que la gente pudiera pensar y sentía la necesidad de mandarle un mensaje, pero no quería parecer celosa o insegura. Mientras esperaba, sabía que debía contarle a mi hermano sobre Joe. No quería que se enterara por alguien más; era importante para mí compartirlo directamente y de manera honesta. Los días habían sido una montaña rusa, entre la emoción de Joe y la tensión con Sarahi. Ella no había tomado bien la noticia de nuestra relación y le preocupaba que Joe no se hiciera cargo de su bebé. Su mirada, llena de rencor, me inquietaba. Era obvio que se sentía traicionada, y aunque sabía que no podía lastimarme con solo mirarme así, no podía evitar sentir un escalofrío cada vez que la veía. Diez minutos después, escuché la puerta abrirse. —¡Llegaron las pizzas! —gritó mi hermano, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Bajé rápidamente, el olor a pizza llenaba el aire y mi estómago lo agradecía. Mientras comíamos, decidimos ver una película; mi hermano eligió "Crepúsculo", una de sus sagas favoritas. A menudo bromeábamos sobre Jacob, quien se había convertido en un chiste recurrente entre nosotros. Mi hermano siempre decía que era suyo, una forma de molestarnos, pero a ambos nos hacía reír. Al terminar la película, una anécdota divertida me vino a la mente y no pude evitar compartirla. **Recuerdo:** Era un día cualquiera cuando vi a mi hermano coqueteando con una chica que parecía interesada. —Hermano, sabes que ninguna chica se resiste a mis encantos —dijo con confianza. —No tienes nada de encanto —le respondí entre risas, disfrutando su honestidad y a la vez burlándome amistosamente de él. Pasaron unos días y la chica no tardó en agregarlo a f*******:, seguirlo en i********: y Twitter, mandándole mensajes llenos de preguntas y piropos. Una tarde, apareció en nuestra casa con ganas de conocerlo. Yo le abrí la puerta y, al preguntarle por mi hermano, lo llamé. Ellos platicaron durante unos diez minutos antes de que se despidiera. —Oye, ¿tú le diste la dirección? —le pregunté, intrigada. —No, ¿por qué? —Porque no tengo idea de cómo sabe dónde vivimos. —Tal vez fuiste tú quien se la diste. —No, yo no fui. Una noche, mientras mi hermano se estaba bañando, salió corriendo del baño como un loco, aterrorizado. —¿Qué te pasa? —le pregunté, asustada. —¡La chica acosadora me estaba mirando por la ventana mientras me bañaba! —Sí que está loquita por ti —le dije, tratando de contener la risa. —No te burles, no es gracioso que una chica menor que tú me esté acosando —respondió, claramente angustiado. De repente, la puerta se abrió de golpe y escuchamos un grito desgarrador: —¡MI AMOR! ¡CASEMONOS! Sin poder contenerme, le susurré: —Háblale a la policía —para que la chica no me escuchara. Cuando llegó la policía, se la llevaron, y aunque la situación había sido tensa, no pude evitar soltar una risa nerviosa. Fin del recuerdo. Esa tarde, después de recordar esas locuras, nos pasamos el tiempo hablando de momentos graciosos y jugando videojuegos, riéndonos y disfrutando de la compañía. Era agradable ver cómo, aunque las cosas en mi vida personal eran complicadas, esos momentos sencillos y divertidos con mi hermano siempre se sentían como un refugio.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD