**Dos años después...**
**Narra Scarlet:**
Hoy se cumplen exactamente dos años desde que desperté de un profundo coma. Parece increíble que, tras todo este tiempo, finalmente pueda caminar de nuevo y disfrutar de una comida. La recuperación ha sido un proceso largo y desafiante; tardé mucho en levantarme de la cama del hospital y aún más tiempo para poder hablar y caminar con facilidad. Cada pequeño paso fue un triunfo, y hoy, al mirar hacia atrás, me siento sumamente satisfecha por el esfuerzo y la perseverancia que he puesto en este viaje.
Después de salir de la clínica de rehabilitación, decidí dar un paseo por las encantadoras calles de París. Han pasado dos años desde que me mudé aquí, y ahora, por fin, puedo explorar esta ciudad maravillosa como siempre había deseado. Aunque debo admitir que París brilla todavía más de noche, hoy escogí disfrutar del sol y del bullicio de la vida diurna. Mi caminar me llevó cerca de la famosa cafetería Les Deux Magots, así que decidí hacer una pausa para saborear un delicioso pan con café.
Mientras me sentaba, observé a mi alrededor. La mayoría de las personas en la café parecían ser locales, franceses muy ocupados que conversaban y se sumergían en sus actividades diarias. No solía haber muchos turistas en este rincón, pero de repente, mis ojos se posaron en un chico alto, atractivo y pensativo que miraba por la ventana. Mi curiosidad me llevó a seguir observándolo. Justo en ese momento, sentí que alguien me miraba intensamente. Miré a mi alrededor hasta encontrarme con los profundos ojos del chico guapo. Él, con una sonrisa, se levantó y, sin apartar la vista, se acercó a mí.
—Hola —dijo con un tono amigable.
—Hola —respondí con un destello de nerviosismo en mi voz.
—¿Cómo te llamas?
—Scarlet, ¿y tú?
—Joe, ¿puedo acompañarte?
—Sí, claro.
—¿Qué haces en esta bella ciudad, Scarlet?
—Vine por rehabilitación.
—¿Rehabilitación de qué, si se puede saber?
—Estuve en coma durante dos años y ahora, por fin, puedo caminar y hablar correctamente.
—Felicidades por eso, realmente es un gran logro.
—Disculpa la pregunta, pero, ¿cuáles son tus apellidos?
—Johnson, ¿por qué preguntas?
—¿Eres la hermana de Dan Johnson?
—Sí, ¿cómo conoces a mi hermano?
—Fui uno de sus mejores amigos, pero me mudé para trabajar y no he sabido de él en mucho tiempo.
—¿Tú eres Joe Anderson?
—Sí, soy yo.
—¡Qué pequeño es el mundo como para que nos encontremos así!
—Entonces supongo que ya conocías mi nombre antes de que entraras en coma.
—Sí, pero no te recuerdo bien.
—¿Cómo es eso posible?
—Hace dos años, perdí la memoria a causa de una borrachera que tuve; olvidé muchas cosas. Mi hermano me contó un poco sobre mi pasado, pero nadie quiso presionar más; yo tampoco preguntaba mucho.
—A mí también me contó algo, pero hay cosas que dudo que sean reales.
—¿Como cuáles?
—Que me iba a casar pero tuve el accidente y caí en coma, aunque mi hermano nunca me dijo con quién.
—Qué casualidad, yo también me iba a casar antes de mi pérdida de memoria.
—¡Qué casualidad! *Jajaja*.
Pasamos unas horas conversando sobre nuestras vidas, compartiendo historias y risas que al principio parecían ajenas, pero que poco a poco empezaban a sentirse familiares. Cuando llegó el momento de irme a casa y nos dirigimos a la salida del restaurante, un instante inesperado me detuvo en seco.
—¿Me puedes dar tu teléfono, Scarlet, para vernos otro día? —me pidió Joe con una sonrisa que iluminaba su rostro.
—Sí —respondí, sintiendo que cada palabra nos acercaba más.
—Te llamaré mañana para vernos —prometió.
—Me parece perfecto —le contesté, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Justo cuando me volví para irme, una ola de recuerdos me golpeó de repente. Era como si una puerta que había estado cerrada se abriera de golpe, revelando todo lo que había olvidado. Sin poder contenerme, me di la vuelta y antes de que Joe comenzara a caminar, le grité:
—¡JOE!
Se volvió rápidamente, sus ojos recorrieron mi rostro buscando respuestas. No pensé, simplemente dejé que mis instintos tomaran el control. Me acerqué y lo besé. Fue un beso lleno de desesperación y alegría, mientras las lágrimas de felicidad comenzaban a brotar de mis ojos.
—¿Por qué lloras, Scarlet? —me preguntó, sorprendido y con preocupación.
—¡Lo recordé todo, Joe! ¡Tú, tú eras mi prometido!
—Me alegra que lo recordaras —dijo, con una sonrisa que reflejaba alivio y amor.
—¿Cómo sabías? Me mentiste... —empecé a reprocharle.
—Solo mentí en lo que no recordabas. Debes saber que yo también recordé hace un año, pero no pude encontrarte. Busqué a tu hermano, pero fue en vano, así que dejé de buscar. Perdoname por no haberte buscado, pero ahora que te encontré, no podía decirte que yo era la persona que iba a ser tu prometido.
—No te preocupes, lo entiendo —le respondí, sintiendo cómo la comprensión crecía entre nosotros—. Pero podemos volver a estar comprometidos.
—¿Hablas en serio, Scarlet? —preguntó, como si no pudiera creer lo que escuchaba.
—Sí, Joe, hablo en serio.
Un año después...
Hoy es un día de ensueño: finalmente, después de un año comprometidos, es nuestra boda. La noche anterior fue mágica; Joe me llevó serenata y llegó con un hermoso ramo de rosas. El romanticismo en el aire era palpable. Mis damas de honor se quedaron conmigo, ayudándome con los últimos detalles y compartimos risas en mi última noche de soltera. Todo se sentía perfecto.
Desde temprano esta mañana, fui al salón para hacerme el peinado, que tomó unas dos horas. Después volví a casa para descansar un poco y almorzar, preparándome para el gran momento. No tenía nervios; más bien, una emoción desbordante me llenaba, segura de que sería el mejor día de mi vida, un sueño finalmente realizado.
A las 11:30 volví al salón para finalizar el peinado y el maquillaje. Cuando por fin vi mi reflejo, quedé maravillada: todo quedó perfecto. En ese momento, el tiempo parecía detenerse. Me vestí ahí mismo, sintiéndome como una verdadera princesa. Mi hermano me llevó al lugar de la ceremonia, donde pude ver a nuestros invitados llegar. Fue una experiencia hermosa, y mientras esperaba, pude disfrutar de una mini sesión de fotos que capturó la felicidad del momento.
Mis amigas y Dan estaban en el lugar decorando todo con esmero, asegurándose de que cada detalle quedara hermoso. La decoración era espectacular, el lugar en sí mismo ya era mágico.
Finalmente, llegó el momento de la ceremonia. Esta vez, no hubo retraso por mi parte, sino del predicador, quien llegó 30 minutos tarde. El momento justo antes de que me pudiera besar fue especialmente emotivo; los acompañantes soltaron globos al cielo, creando un espectáculo de colores y alegría. Además, durante nuestra salida, los invitados hicieron pompas de jabón para celebrar, añadiendo un toque de ensueño a la escena.
Luego, nos dirigimos al salón donde se celebraría la fiesta. Las mesas estaban puestas, el sonido y la comida listos. Pasamos toda la noche riendo y disfrutando, rodeados de amigos y familiares. Yo y Joe nos sentimos los más felices del mundo.
_______
Han pasado 6 meses desde nuestra boda y, en este momento tan especial, estoy a punto de darle a Joe una de las noticias más importantes de nuestras vidas: vamos a ser papás. Hoy es el día en que le revelaré que un pequeño milagro está en camino, así que he decidido ponerme una blusa que deje entrever mi pancita. Quiero que cuando llegue a casa, vea esa pequeña señal de que estamos esperando a nuestro primer hijo.
Una hora después, la puerta de casa se abre y escucho la voz de Joe.
—Amor, ya llegué.
Me siento emocionada al escuchar su voz y no puedo esperar para ver su reacción.
—¿Cómo te fue en tu trabajo, amor? —le pregunto, tratando de mantener la calma.
—Bien, algo cansado —responde, con un tono que muestra que su día ha sido largo.
Aprovecho ese momento para emocionarlo aún más, con una chispa de alegría en mis ojos.
—Quiero enseñarte algo que hice.
—¿Qué fue lo que hiciste, amor? —pregunta con curiosidad.
—Míralo por ti mismo —digo, y con una sonrisa nerviosa, me levanto la blusa para que pueda ver mi pancita.
Su reacción es inmediata. Su mirada se abre con sorpresa y incredulidad.
—No puede ser, es verdad, no estás jugando, ¿amor?
No puedo evitar reírme un poco por su respuesta.
—¡Vamos a ser papás, Joe!
En ese momento, el mundo parece detenerse. Veo cómo sus ojos se iluminan con una mezcla de felicidad y asombro.
—Te amo y soy el hombre más feliz del mundo —me dice, abrazándome fuertemente, como si quisiera protegerme y al mismo tiempo compartir su alegría.
—Te amo más, amor —respondo, sintiendo que este es solo el comienzo de una hermosa aventura juntos.
**FIN.**