Capítulo 7

1637 Words
Al conseguir por fin que hubiera una hermosa amistad entre Fabrizio y yo, sentía que había evolucionado muchísimo a nivel personal tras haber sido capaz de curar la herida que me había generado nuestra separación. Pero como parte del crecimiento personal, y de ser capaz de disfrutar del lugar en el que estoy y también para seguir avanzando es tener en claro el punto de partida, cada tanto venía a mi mente esa noche en que todo terminó entre nosotros… y también lo que sucedió después…   -          Flashback –   Fabrizio  Fabrizio - ¡¡Volvamos!! (Le lancé sin más, tomándola de los brazos y mirándola a los ojos)  Letizia - ¿Qué? (sorprendida)  Fabrizio - Volvamos… ¡¡nos amamos!! (Sonreí tiernamente)  Letizia - Fabrizio… (Suspiró y miró al suelo)… ¡¡no puedo!! (Dejándose caer en la silla)  Fabrizio - ¿¿Por qué?? (Arrodillándome a su lado) nos amamos, nos necesitamos, ¿no quedó claro anoche?  Letizia - ¿Quieres volver por tu hijo? Fabrizio - No, quiero volver porque te amo y porque mi hijo te ama… (Me miraba sin decir nada… atinó a acariciar mis mejillas, pero al borde del llanto, trató de reprimirse) Letizia - ¡Yo no dejaré mi trabajo! (mirando al suelo) Fabrizio - Leti… (Miré al suelo yo también. Suspiré…) ese tema está hablado… (La miré y me miró furiosa) Letizia - ¿¿Hablado?? ¿¿Hablado lo qué? ¿¿Que quieres que deje mi cargo?? Fabrizio - No… (Mirando a los lados desesperado… quería decirle lo que sentía y por alguna causa no podía hacerlo, no me salía) no eso… Letizia - ¿Entonces? ¿¿Qué es lo que está hablado?? (Insistiendo una y otra vez en hablar de aquel tema que ni yo mismo podía resolver en mi cabeza) Fabrizio - ¡Volvamos! (insistí mirándola fijamente) Letizia - ¡No puedo volver con alguien que quiere cambiarme! (tratando de contener el llanto) Fabrizio - ¡¡A mí me encanta lo que haces!! (Negaba con la cabeza y trataba de zafarse de mis manos para secar sus lágrimas) ¡¡He sido el primero en apoyarte siempre!! Letizia - ¡No! ¡Sabes que no es verdad! Fabrizio - ¡¡Si!! ¡Claro que lo es! Letizia - ¡¡Noo!! ¡¡Has sido el primero en acabar con todo cuando conseguí cumplir el sueño de mi vida!! (Gritó golpeando su pecho) ¿¿Y me pides volver ahora?? Para ti es muy fácil, ¿no? ¿Qué hacemos? ¿Borramos todo y aquí no pasó nada?   Tapé mis ojos y salí de ahí como un cobarde. Me quedé en el estacionamiento tratando de calmarme, de reflexionar… Yo sabía lo que quería, pero las palabras no me salían, el orgullo las reprimía. Y un mensaje me acabó de desestabilizar…   Letizia - Si no me aceptas como soy, con lo que hago, y haciendo lo que me hace feliz, no puedo volver contigo. Fabrizio - Te acepto, lo sabes Letizia - No, no lo sé… Fabrizio - Es mejor para ti dejar las cosas así, perdona. Fue un impulso.   Estaba ya completamente rendido. No tendría que haber ido y muchísimo menos debí haber insistido en volver. Era evidente que ella iba a pedirme que la aceptara con todo y el cargo en la empresa que tantos celos generaba en mí. Era evidente que una vez más, yo no iba a poder controlar la situación…   Letizia - ¡Deja de hablar por mí! Fabrizio - No lo hago… soy el primero que quiere volver. Letizia - Si te arrepientes de lo que pasó podemos volver…   Sabía, sabía que era eso lo que quería, pero mi orgullo no me lo permitía. Estaba a punto de contestarle una vez más cuando vi la puerta del ascensor abrirse. Ella estaba allí… a pesar de todo lo que le he hecho, estaba parada allí, esperando, dándome otra oportunidad…   Leti   Cuando sentí sus manos en mis brazos y vi esa sonrisa enorme frente a mí, acompañada de esos ojos que me miraban fijamente, creí que todo era posible otra vez… hasta que lo vi bajar la cabeza en su coche y ponerlo en marcha, haciendo caso omiso a mi pedido.   Y se fue.   -          Fin del Flashback –   Aquella noche volví furiosa al interior de mi edificio. Pero más furiosa todavía entré en el ascensor primero, y a mi departamento después, cerrando las puertas fuertemente detrás de mí, tanto, que creo que temblaron las paredes de todo el piso. Llorando a mares me dejé caer casi desplomada en el sofá de la sala y me juré a mi misma que ese había sido el punto final en mi relación con Fabrizio, y que por mucho que me doliera, jamás le volvería a dar una oportunidad.  ¿Tanto le costaba darse cuenta que el problema existía solamente en su cabeza? ¿Tanto le costaba a Fabrizio pedir perdón y tratar de solucionar juntos el problema de sus celos? Yo no le había hecho nada malo y él, que se jactaba de apoyarme cuando ni siquiera era capaz de aceptar que todo el malentendido había sido causa de sus celos y que el problema estaba solamente dentro de su cabeza, acababa de insinuar una vez más, la posibilidad de volver a estar juntos sin hablar del tema que tanto le molestaba: la oportunidad laboral que toda la vida había estado soñando y que había aparecido en su empresa, pero que él no la consideraba oportuna porque sentía que todos me iban a mirar con deseo y que él no iba a ser capaz de soportarlo... Tenía tanta impotencia por lo que había pasado y, sobre todo, por cómo había pasado, que luego de unos minutos ya no me quedaban lágrimas en los ojos. Había tratado de calmarme luego del inocente comentario de su hijo acerca de lo mucho que deseaba volver a vernos juntos, de pensar en la bonita noche que pasamos los tres, ¿y tenía que volver a aparecer para luego salir corriendo? ¿Tenía que volver para hacerme sentir que el único motivo por el que quería volver a intentar continuar con nuestra relación era el deseo de que su hijo tuviera una madre? Porque algo de eso también había y yo lo sabía muy bien… ¿Tenía que volver para tirar la piedra y esconder la mano como tantas veces me dijo al principio de nuestra relación que yo hacía al no aceptar que sentía algo por él y por eso demoraba en darle una oportunidad? Tenía tantas preguntas que ni yo misma podía responder, que sentía que estaba al borde de la locura y solo podía echarme en mi cama a tratar de llorar para desahogarme, y a gritar con todas mis fuerzas como teniendo todavía un minúsculo gramo de esperanza de que el timbre sonara y fuera él, intentando hacer aquello que tanto me había hecho enamorarme de él: encontrar una solución a cada problema, y no darse por vencido nunca. Aún habiéndome jurado que ese era el punto final, me quedé toda la noche en el balcón viendo los pocos coches que pasaban por la angosta calle de mi departamento. No eran muchos pero alguno podía ser el de Fabrizio… intentaba que alguna de las lágrimas que por fin volvían a caer por mi rostro sin cesar tras los instantes de sequía valieran la pena, pero la realidad era que no podía cambiar ni corregir lo que no dependía de mí. Tampoco podía modificar lo que me corría en las venas, ni lo que corría por las de él, pues yo ya lo había intentado pero él… él se había dejado vencer por las circunstancias que existían solamente en su cabeza. Fue duro. Muchas veces, durante las siguientes semanas, llegué sin darme cuenta hasta la puerta de su oficina para contarle algo bonito que me había pasado en el día, o me sorprendí tomando el móvil y abriendo su ventana de chat para hablarle, pero me detuve.   Ese punto final a nuestra relación me costó muchas noches en vela pidiéndole a mi corazón que no dejara de latir… Pidiéndole a mi cerebro que intentara ganar esa lucha que llevaba por dentro. Muchas noches y muchos días me costó encontrar la manera de distraerme tanto con todo lo hermoso que estaba viviendo a nivel laboral, hasta que por fin logré entender que no era culpable por haber elegido el camino que siempre había soñado… que no era culpable por no aceptar de él lo que apenas podía ofrecerme, y que nada tenía que ver con lo que yo realmente quería o merecía.   Claro que hubiese dado la vida entera y mucho más porque todo volviera a ser como antes. Pero no podía darme el lujo de perder mi identidad por ceder ante el absurdo que sus celos me reclamaban.   Él quería que me quedara en su casa, con su hijo cuando estaba, y que cuando podía le ayudara con  la empresa pero a él directamente, como había hecho luego de las fiestas que pasamos en Nápoles, con su agenda y con los pendientes… pero para mí eso era apenas una parte de mi trabajo, o algo que hacía mientras no encontraba algo que de verdad me mantuviera ocupada todo el día. Ni yo era eso ni ese era el tipo de vida que quería para mi… ¡Quería avanzar y se suponía que él se había enamorado de mí por cómo era, por cómo pensaba y por cómo sentía! Por el combo completo, ¡vamos! Y no solamente por la parte que a él y a sus celos infundados le convenían... Y si ya no podía aceptarme así, las cosas debían tener un punto final y ese punto final había sido el de esa noche.
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