Y finalmente Dante se negó a pedirle disculpas a su hijo y a sus colaboradores, pero aceptó mi propuesta de concretar la apertura de la sede de la empresa en Milán que hacía algún tiempo se venía planificando y que estaba ya bastante avanzada. También logré convencerlo de poner a Fabrizio como Gerente General allí. Adriano y Carlo irían con él para seguir cumpliendo sus funciones habituales desde ese lugar. Por supuesto que no era la mejor solución, pero al menos serviría para que ninguno perdiera su puesto, y sobre todo, para que tres de los mejores empleados de la empresa no abrieran una propia que compitiera directamente con la de Dante Ricci, pues era ridículo que estuvieran separados, dedicándose a lo mismo y siendo, cada uno en lo suyo, el personal más capacitado en todo el país. A