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La Alumna Favorita Del Profesor Sallow

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Sebastián Sallow tenía una tarea sencilla: dar clases mientras supervisaba la inversión de su padre en un país extranjero. Aprovechar su breve estadía para salir con sus alumnas parecía un beneficio adicional, hasta que conoció a Mariana, una estudiante astuta, inteligente y hermosa. Mariana, la única que no le prestaba atención, despertó su curiosidad y atracción. Decidido a desvelar los secretos que ella guardaba, Sebastián intentará acercarse a Mariana, a pesar de que ella prefiere mantenerse distante y desapercibida, tanto para él como para cualquier otro hombre.

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Prefacio
Si habia una palabra que pudiera describir a Sebastián Sallow, esa era “Un rompecorazones” él lo sabia muy bien, de hecho, estaba muy orgulloso de ello porque significaba que sin importar quien fuera la mujer que se cruzara en su camino, ella caería a sus pies con una sonrisa cautivadora y un par de palabras al oído que terminarían por abrir sus piernas para él. Su confianza en sí mismo rebasaba la línea de lo decente y terminaba justo en la manipulación. Sebastián Sallow manipulaba mujeres por montones y hasta el momento no habia conocido a la mujer que pondría un alto a su diversión y a esas alturas de su vida dudaba que existiera aquella mujer. Tenía treinta y siete años, tenia un doctorado en derecho y también era el primogénito de su padre y por lo tanto su heredero. Su familia habia construido su riqueza gracias a su abuelo, quien por azares del destino habia invertido en la fabricación de un auto escoces y aquella mínima inversión en los años cincuenta, los habia hecho asquerosamente ricos. Sebastián tenía un estilo de vida particular además de acostarse con cualquier mujer hermosa que despertara su instinto más carnal. Era un hombre atlético, un amante de los deportes extremos, en específico, amaba el aire. Practicaba paracaidismo, parapente y skysurfing, deportes que exigían una condición física excepcional, por lo que cada musculo de su cuerpo estaba moldeado de la misma forma que un amante del arte representaría a un dios griego. A pesar de lo mucho que odiaba saber que su vida terminaría detrás del mismo escritorio que su abuelo y su padre habían ocupado, Sebastián era excepcional en su trabajo, un líder nato quien gustaba de presumir sus habilidades cuando de litigar se trataba, era un monstruo, por así decirlo. Trabaja para su padre medio tiempo por la mañana y por las tardes, las personas lo llamaban Profesor Sallow y era en ese lugar donde solía conseguir el tipo de chicas que le gustaban y lo mejor de todo es que todas y cada una de ellas eran totalmente legales y a él no le molestaba dar clases extras para darle un par de puntos a las chicas que lo necesitaban. —Sebastián—dijo su padre un día. Sebastián estaba en las caballerizas del establo de la casa de su padre, amaba cabalgar, pero su vida tan ajetreada le impedía disfrutar de un simple paseo con el caballo que su padre le habia obsequiado a los quince años. —¿Necesitabas algo?—pregunto Sebastián mientras se daba media vuelta. Su padre aun estaba a unos cuantos metros de distancia, llevaba puesto un traje, por lo que era evidente que no estaba ahí precisamente para cabalgar. —Te estaba buscando, tu madre me dijo que estabas aquí—expreso el hombre mientras esquivaba a los trabajadores que cargaban con grandes bultos de comida para los pura sangre que criaban. —Mi madre me comento que una de las yeguas habia tenido un potro y quería verlo, es excepcional—expreso Sebastián mientras volvía la vista hacia el potro que corría de aquí para allá sin alejarse mucho de su madre. —Si, es igual al padre y esperamos que el próximo año, sea un digno competidor—expreso anunciándole que el pobre animal seria entrenado para participar en las carreras de caballo de gran bretaña. Cuando su padre logro llegar hasta él, le toco el hombro para indicarle que lo siguiera, parecía que tenia algo muy importante que decirle — Sebastián, necesito de tu ayuda. —¿Ocurre algo?—pregunto Sebastián suponiendo que habia algún problema legal. —No es nada grave, pero si necesito que te hagas cargo de este asunto—le dedico una sonrisa moviendo el bigote blanco que estaba debajo de su nariz— sabes que hemos recibido propuestas muy tentadoras de inversión en el extranjero y que acepte una de ellas, sin embargo, no me puedo supervisarla por mí mismo, no cuando tengo trabajo pendiente, sabes como soy, Sebastián. —¿Me estas pidiendo que yo la supervise?—dedujo Sebastián, no era exactamente un bruto para no comprender lo que su padre quería decir, pero supuso que esa petición le iba afectar gravemente. —Sé que te estoy pidiendo mucho, pero pronto te pasare la presidencia de la empresa, quiero que te empieces a involucrar en ella—dijo su padre y la alegría que lo caracterizaba de pronto se desvaneció para ponerse un poco mas serio con su hijo. Sebastián se quedó en silencio unos segundos mientras meditaba las palabras de su padre. —¿Qué es lo que tengo que hacer?—cuestiono Sebastián comenzando con el interrogatorio. Su padre inclino levemente la mirada y suspiro, esa primera expresión de su padre no le agrado mucho. —Quiero que viajes y que tu mismo supervises la construcción, así como las relaciones públicas, que seas mi representante—explico su padre sin darle muchos detalles. —¿Durante cuanto tiempo?—pregunto Sebastián en un barítono de voz serio y hasta quizás sombrío, cada palabra que su padre pronunciaba, le estaba poniendo un alto a su forma de vida y eso realmente le frustraba. —Seis meses—sentencio su padre—sé que es mucho tiempo, pero es una inversión bastante grande, por lo que preferiría que alguien de mi suma confianza se haga cargo de este asunto. —¿Y pensaste en mi porque voy a sucederte?—pronuncio Sebastián en un tono frio, escondiendo una queja en sus palabras porque odiaba la idea de dejar su vida por la empresa de su familia. —Si, pero mas que nada porque tu eres un hombre multidisciplinario, te adaptas a cualquier desafío frente a ti, además no hay nadie en quien confié más que mi propio hijo—intento convencerlo elogiando su orgullo y egocentrismo, su padre lo conocía muy bien para saber que Sebastián amaba que lo idolatraran. —¿Y que hay de mi vida personal, papa?—cuestiono Sebastián frunciendo el ceño mientras caminaba a su lado —yo tengo mi propia vida además de la empresa, no puedo simplemente irme de un día para otro y dejar abandonado mi puesto en la universidad. —Sé que es un cambio drástico, pero después de esos seis meses puedes pedir tu reintegración a la universidad, además que yo sepa no tienes aquí ninguna novia que te retenga ¿No es verdad?—dedujo su padre y para desgracia de Sebastián, las cosas eran así, él era un hombre libre y sin compromisos y sabia que de pedirlo, la universidad entendería sus razones para irse y su puesto lo estaría esperando cuando volviera. —No, no tengo a nadie, pero eso no significa que este feliz de irme quien sabe donde y pretender ser tu. —Bueno, será una experiencia nueva para ti y no dudo que encuentres algo con que entretenerte—lo animo su padre, pero Sebastián apenas hizo una mueca con los labios tratando de sonreír, odiaba la idea, pero él nunca se atrevería a ir en contra de su padre, no porque no tuviera la voluntad, sino porque lo respetaba mucho, a él y a su madre y nunca iría en contra de ningún deseo suyo. *** Apenas podía creer que ya hubiese pasado un mes desde que su padre lo habia obligado a viajar al extranjero para supervisar su nueva planta de ensamblaje de su marca de autos, aunque tal y como su padre lo habia prometido, habia sido toda una experiencia nueva. Habia viajado a México, a un estado pequeño que seguramente solo Dios conocía porque no habia mucho que hacer, al menos no los deportes que tanto adoraba, su cuerpo estaba comenzando a resentir la falta de actividad física y aunque lo recompensaba con larga jornadas de ejercicio por las noches, no era exactamente lo mismo. Las autoridades de ese lugar habían tomado su estancia como si se tratara del mismo rey de reino unido, aunque prefería mantenerse al margen y alejado de las cámaras que deseaban retratar que un empresario de talla internacional habia decidido residir en el estado, le fastidiaba recibir ese tipo de atención y a pesar de ir en representación del nombre de su padre, habia conseguido legalizar sus estudios de abogacía para poder dar clases en una universidad, porque prefería estar parado en medio de un salón antes que estar en medio de una construcción lleno de polvo, asoleándose por nada o ir a almorzar con políticos pretenciosos que tal vez solo buscaban beneficiarse de él. Pese a que sus estudiantes no eran muy atractivas, si habia algunas que tal vez valían la pena según su criterio y no habia dudado en cazar a la primera. Su nombre era Camila, una chica delgada, alta, de buenas curvas y de piel blanca, era el estereotipo de mujeres que por lo general le llamaban la atención. Aquella chica no habia dudado ningún segundo en caer en sus redes y lo mejor de todo es que era complaciente en la cama, el único problema es que era sumamente hostigante, era su alumna por lo que tenía la desgracia de verla casi todos los días y luego de acostarse con ella, ya ni siquiera se molestaba en ocultar que le coqueteaba frente a sus demás alumnos, por lo que habia optado por ponerla a raya recordándole su lugar, es decir, que ella seguía siendo su estudiante y que debía parar con su actitud infantil, ese era el pensamiento que habia estado en su cabeza mientras escribía la lección del día en la pizarra antes de que un golpeteo sobre la puerta lo devolviera a la realidad.

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