Capítulo 17.Furia

1304 Words
Mariana se quedó inmóvil ante aquella escena, porque no esperaba encontrar algo así justo en el guardarropa y sobre todo que el protagonista de tan vergonzosa escena fuera su profesor, justo Sebastián Sallow. Desvío la vista, con una expresión rota, no porque ella sintiera algo especial por él, sino porque esa escena le confirmaba que Sebastián Sallow era igual que todos los hombres. Un asqueroso mujeriego que solo estaba interesado en su propio placer. Eso sí que la decepciono, porque ella ya tenía una percepción de quién era Sebastián. Mariana creía que, Sebastián era un hombre intelectual, atractivo, educado, elegante y todo un caballero europeo, pero esa imagen de pronto se desvaneció de su mente. Frente a ella, solo estaba un hombre que gozaba el placer carnal como cualquier otra persona, pero ya sin el respeto que le tenía. Mariana extendió el brazo para tomar su bolso, esa era la razón por la que había entrado a ese lugar. Lo tomó y luego se dio la vuelta sin decir una sola palabra, ni de asco o indignación, para ella era más que suficiente el silencio. —¡Mierda, mierda!—musito Sebastián mientras se vestía apropiadamente para salir, pero justo al subir el cierre de su bragueta, Camila lo detuvo del brazo. —Por favor, quiero hablar, solucionar esto. No quiero perderte—le suplico con voz entre cortada, a punto de llorar, pero Sebastián movió su brazo de forma brusca para quitar la mano de Camila de su ropa y cuando logro hacerlo, salió de aquel guardarropa tratando de explicar aquel mal entendido o por lo menos disculparse por lo que Mariana tuvo que ver justo ese día, cuando lo único que él había deseado había sido estar con ella, que la mujer que estuviera de rodillas ante él fuera ella, solo ella provocándole placer, hacerlo arde mientras se corría dentro de su boca, pero la triste y horrible realidad, le había recordado abruptamente que Mariana no era para él. Una música eléctrica acompañada de un tono romántico ambientaba el bar, con luces de neón que se movían de aquí para alla y que dificultaban la visión de Sebastián. Camino por el lugar con cierta desesperación y al no encontrarla, decidió salir con la esperanza de poder encontrarla en la calle, pero antes de hacerlo Olivia lo detuvo. —¿Qué pasa? ¿Estás bien? —cuestiono al descifrar en su rostro qué estaba alterado. Sebastián la miró por un segundo y su rostro solo le causó cierto asco, el mismo que ahora sentía por Camila y quizás también por él mismo. Qué lo descubrieran, nunca le había importado y aunque hubiera sucedido, él sabía que sus chicas siempre volvían, pero Mariana era diferente, ella no era una de sus chicas, no las tontas niñas con las que jugueteaba, sino que Mariana era una mujer, la primera que deseaba, más que otra cosa en el mundo y su capricho, le estaba costando muy caro. Sebastián salió del bar, ignorando la presencia de Olivia, quien no había dejado de seguirlo porque estaba preocupada por él, pero cuando cruzo la puerta, vio a Mariana subirse a un taxi de aplicación sin siquiera voltear a mirarlo, simplemente se fue y todos planes de Sebastián y su reputación, así como su honor, estaban por los suelos. Sebastián avanzó un par de pasos mientras observaba el auto alejarse y en el a Mariana, sentada, con el rostro inexpresivo, tal vez como si estuviera en estado de shock o tal vez como si estuviera decepcionada. Se llevó la mano hacia su cabellera, trazando varias líneas entre su cabello con sus dedos. —No, no, no—se dijo en voz baja, ya no solo desesperado, sino resignado. Si esa tarde, horas atrás, él había soñado con una pequeña oportunidad de acercase a ella, ese acto, esa debilidad, hizo pedazos cualquier esperanza que tuviera con Mariana y ahora solo le quedaba enfrentar a la estúpida de Camila y la desesperada de Olivia. —¿Así que sientes algo por ella?— escucho la voz acusadora de Olivia detrás de él, a tan solo un metro de distancia. No estaba de humor para soportar a nadie, si siquiera a sí mismo, se odiaba por ser un maldito imbécil, así que cuando giro hacia Olivia, su mirada era oscura y su expresión como la de alguien que podía estrangular a alguien justo en ese momento. —Piensa lo que quieras, yo me largo— dijo pasando a su lado, golpeando su hombro sin querer, pero al final no pidió disculpas, no tenía ni la maldita voluntad para hacerlo, solo quería entrar a su auto y acelerar y quizás con suerte, estrellarse contra un muro para terminar la noche como merecía, pero en vez de ese, termino en su casa, conduciendo a la velocidad permitida, no porque no quisiera morirse de la pena, sino porque, la mejor forma de castigarse a sí mismo era seguir viviendo con su maldito error, en su cabeza y en su pecho, martilleándole que había perdido su única jodida oportunidad. Salió de su auto, incluso saludo al guardia de seguridad que custodiaba su entrada, entro y luego de dejar las llaves en el mismo sitio, miro un arreglo de frutas de cerámica que estaba sobre la mesa de centro de la sala de estar y como si ese tonto arreglo fuera el motivo y la causa de su estupidez, lo arrojo al suelo quebrándolo todo como si el sonido del cristal haciéndose añicos le brindara un poco de paz y consuelo. No solo lo hizo con el arreglo, también arrojo la mesa de un solo golpe, sus libros, todo lo que encontró suelto y a la mano hasta que su ira se disipó y solo hubo silencio, un silencio donde solo se encontró a sí mismo perdiendo el control. Sebastián podía ser un mujeriego experto, pero jamás un hombre violento, darse cuenta de lo que era capaz lo sorprendió y al mismo tiempo lo decepciono porque se había comportado como un maldito animal y eso, era casi igual que dejarse llevar por una mujer y una boca de tentación como lo era Camila. De toda esa experiencia, lo que más le dolía era la expresión de Mariana, quizás no había dicho nada, quizás su expresión no había sido de tristeza, pero Sebastián intuía que ella no volvería a verlo de la misma forma y eso lo quebraba más que otra cosa, más que si toda la universidad se enterara de la barbarie que había hecho con una alumna. Sebastián sintió que su reputación no importaba ante otras personas, pero sí ante Mariana, quizás ella ya no querría tener nada que ver con él después de lo que había visto, pero al menos quería redimirse con ella, hacerle ver que él, podía ser algo más que solo un hombre lujurioso, él podía ser alguien digno de estar en la misma habitación que ella, si tan solo se lo permitía. Luego de un último suspiro desganado, comenzó a levantar cada vidrio roto, acomodar cada mueble en su lugar, cada libro en su estante. Tardo mucho tiempo, pero cuando termino, se sintió mucho mejor que cuando arrojo todo, se sintió en paz consigo mismo porque había descubierto una mejor forma de hacer desaparecer su ira, organizando la habitación, como si cada detalle en el que él ponía atención, un nuevo pensamiento llegara, no de la desesperación, sino del deseo de no ser solo un mujeriego para Mariana, porque cuando termino, él ya tenía un plan. Si ya no podía acercarse a ella, para poseerla, al menos, intentaría ganarse su perdón, porque una chica como ella, lo merecía, porque había sido su culpa y no de ella, el tener que ver aquella desagradable escena y guardar silencio como la dama que era.
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