—¿Tienes alguna duda?— le pregunto Sebastián. Mariana había permanecido con los codos sobre la mesa para entrelazar sus dedos y así sostener su mentón, parecía perdida en sus pensamientos, Sebastián intuyo que tal vez estaba formulando preguntas para decírselas, pero cuando ella levantó la mirada y sus ojos se encontraron, ella negó con la cabeza y miro el reloj en su muñeca.
—No, ninguna, el tema es simple—le respondió mientras se levantaba de su asiento y buscaba algo en su bolso, su teléfono móvil— si me disculpa, debo hacer una llamada.
—Por supuesto— dijo Sebastián mientras la veía salir de la biblioteca para no molestar a las demás personas que se encontraban ahí, estaba desconcertado o mejor dicho, Mariana lo desconcertaba. Camila ya estaba sentada en su regazo para el final de la lección en su primera clase adicional y Mariana, simplemente, había permanecido quieta, con la mirada en algún punto de la mesa mientras movía su dedo índice.
Era evidente que ella no estaba interesada de ningún modo en él, pero Sebastián no era precisamente alguien fácil de rendirse. Cuando fijaba su vista en un objetivo, lo obtenía o lo obtenía, no había otra opción.
Poco después de tres minutos, ella volvió a la biblioteca mientras él ya guardaba su libro y las notas que él mismo había escrito, para su primera clase.
—¿Terminamos?—pregunto Mariana al ver que él ya estaba técnicamente listo para irse, aún faltaban quince minutos para que te terminara la hora y media de clase.
—Por hoy sí—expreso Sebastián mirando su reloj y cuando miro la hora sonrió. Había una razón por la que él había elegido ese horario en específico, una táctica que también había hecho con Camila. El transporte público dejaba de pasar justo a las nueve de la noche, algunos unos minutos antes, pero si Mariana quería ir a casa, necesitaría tomar un taxi por aplicación o ir a la parada de taxis más cercana, aunque ella no vivía exactamente muy lejos, pero ya era muy tarde para caminar sola por ahí, no cuando la universidad era una zona llena de bares, un ebrio cualquiera podía aprovecharse de ella.
Sebastián se abstuvo de preguntarle si tenía algún modo de volver a casa hasta que ambos salieron de la biblioteca y caminaron por el sendero que llevaba justo a la salida.
—¿Alguien vendrá por usted? ¿Un novio?—rompió el silencio cuando llegaron a la puerta de la universidad, donde se encontraba un guardia de seguridad.
—¿Qué?—dijo ella, aparentemente, de nuevo no le había prestado atención.
—¿Alguien vendrá por usted?—repitió luego de soltar un suspiro, no era para nada habitual que él tuviera que repetir preguntas, no a las chicas que conquistaba porque sabía que ellas eran las interesadas, pero tal vez para Mariana, él solo era un espacio ocupado por una masa que hablaba y aparentemente la molestaba, tan poco valor tenía para ella.
—No—dijo ella mientras observaba la calle vacía, aunque llena de automóviles, la mayoría de los estudiantes del turno nocturno, ella tendría que caminar un par de calles para un taxi o llamar uno por teléfono.
—La llevaré a casa—propuso Sebastián y no se detuvo a esperar su respuesta, sino que camino justo hacia donde se encontraba su Lexus estacionado.
Mariana lo observo con escepticismo e incredulidad, en su cerebro no cabía la idea de que quisiera llevarla. ¿Por qué?
Camino con lentitud hacia su auto, lo observo o al menos trato, era n***o y el lugar en el que estaba estacionado apenas tocaba la luz de una de las lamparas de la calle. Mariana intuyo que ese tipo se confiaba demasiado al dejar un auto tan atractivo justo en ese sitio, pero era un asunto que no le incumbía, así que no dijo nada; sin embargo, cuando Sebastián abrió la puerta del copiloto para ella, se puso nerviosa.
—No hace falta que se moleste, puedo tomar un taxi—propuso, pero Sebastián entrecerró los ojos, algo molesto, no le gustaba repetir ni mucho menos rogar y que ella quisiera evadir su invitación lo irrito aún más; sin embargo, ella era su nueva conquista, no quería espantarla, no cuando ella era lo más parecido que tenía a un reto, así que soltó un fuerte y sonoro suspiro.
—¿Quiere que la cargue y la suba al auto?—expreso, pero esas palabras que para otra chica habrían sonado como una incitación para tener sexo en el auto, para Mariana sonaron más bien como a una advertencia de que su nuevo profesor no era un hombre paciente y que sus invitaciones no se repetían dos veces.
Mariana suspiro y lo medito por un momento, solo lo haría por esa noche, pero intentaría conseguir alguien que fuera por ella a la siguiente clase, no solo para no molestar al nuevo profesor, sino porque su presencia la incomodaba. Finalmente, camino hasta la puerta y se acomodó cuando Sebastián cerro la puerta.
Sebastián volvió a suspirar, las mujeres no solían irritarlo, al menos no antes de tener sexo con ellas, pero las negativas de Mariana y sus desplantes estaban exasperándolo demasiado rápido. Mientras le daba la vuelta al auto, trato de calmarse y pensar que había logrado un progreso significativo, Mariana estaba en su auto y estaba a punto de llevarla a casa, a pesar de que ella no se estaba comportando como cualquier chica, estaba cediendo, poco, pero lo estaba haciendo.
Cuando entro a su auto, Sebastián saco su teléfono para activar el navegador y al abrir la aplicación se lo entrego a Mariana.
—Será más fácil si colocas tu dirección—propuso y Mariana lo miro, algo desconcertada, pero al final lo hizo, coloco su dirección en la parte superior del mapa y segundos después, este señalo el camino más corto hacia su casa, en auto llegaba exactamente en diez minutos con tráfico y cinco si no había ningún auto en el camino y todos los semáforos estaban en verde.
Mariana le entregó el teléfono y el lo coloco en una base para que se conectara a la pantalla de su auto. Al encender el auto, la música se encendió en la canción que Sebastián había dejado a medias al llegar ahí "Youngblood"
—Un momento—expresó Sebastián al verla, sus ojos brillaron cuando se percató de que no usaba el cinturón de seguridad, así que se movió lo suficientemente cerca de ella, la miró directamente a los ojos, ella parecía estar pretificada en el asiento pero miró el movimiento de su mano cuando él tomo el cinturón de seguridad y lo colocó en su sitio—ya esta listo, podemos irnos.
Con una sonrisa triunfal, bajo el volumen al tocar ligeramente la parte inferior de la pantalla, mientras giraba el volante del auto para seguir las indicaciones del navegador. Mientras tanto, el corazón de Mariana no dejaba de latir con fuerza, se sentía agobiada de permitir que su profesor la llevara a casa, no era algo común, de hecho era bastante extraño para ella y para colmo, el auto estaba impregnado de su colonia a cedro, por lo tanto cada vez que respiraba, inhalada el aroma qué técnicamente emanaba de su cuerpo, era el colmo.
Sebastián sabía que el trayecto a su casa no serían suficientes para entablar una conversación placentera, para que ella se sintiera más en confianza con él, así que decidió idear un plan para evitar llevarla a casa rápido.
—¿Te molesta si me desvió un poco?—habló con seguridad mientras la miraba de reojo.
Mariana trago saliva al escuchar esas palabras que para ella significaban peligro, pero trato de no caer en pánico, no cuando no conocía al profesor y bien podía mal interpretar sus acciones.
—No, para nada—dijo mientras aspiraba aire en sus pulmones para controlar sus emociones.
Sebastián tomo el camino recto qué llevaba al centro de la ciudad y automáticamente, el navegador cambio el camino por otro que era un poco más largo, quince minutos de camino, tiempo que exaspera un poco a Mariana, pero de nuevo quiso hacer caso omiso hasta no saber hacia donde la llevaba su nuevo profesor.
Sebastián se estaciono sobre una calle llena de gente, era tarde para el transporte público, pero no para la gente joven qué iba a los bares y cafés de la ciudad para pasar el rato, así que Mariana no desconfío qué su profesor fuera un asesino en potencia cuando el bajo y camino justo a una cafetería.
Quedarse sola en el auto fue aun más incomodo qué estar acompañada de su profesor porque no se sentía agusto, ella se sentía como un bicho raro que debía ser aniquilado antes de convertirse en plaga, pero entonces el teléfono de su profesor comenzó a sonar y el nombre de Camila apareció en la pantalla.
“Debe ser una coincidencia” se dijo a sí misma mentalmente, aunque si Camila estaba coqueteandole al profesor, realmente no le sorprendía y quizás tampoco le importaba, porque no era su asunto.
Cuando el teléfono dejo de sonar, Mariana desvió la mirada hacia buscando distraerse, miro hacia el asiento trasero y entonces en el piso de atrás vio algo rojo qué parecía encaje, no supo bien qué diablos era esa cosa porque la puerta del piloto se abrió y el profesor entro con dos vasos de café en las manos.
—Espero que te guste el capuchino—dijo mientras le extendía su mano con el vaso de café.
Ella lo miró un segundo. ¿Porqué le había comprado un café? ¿Qué pretendía?
—Gracias—lo tomo por mera cortesía porque si bien le gustaba el café, en realidad ese no era el sabor qué gustaba tomar.
—Bien—dijo Sebastián con una sonrisa amplia porque desde que había bajado, pensaba que esa chica, siendo tan reservada y seria, se negaría a tomar el café de sus manos, pero al final lo había aceptado—ahora si te llevare a casa, disculpa la parada, pero tengo pendientes y necesito un café bien cargado, me gusta como lo preparan ahí.
Mariana no lo miró, su vista estaba hacia el camino que estaba tomando y el cual realmente se dirigía a su casa, pero era el camino largo.
—Entonces...—dijo Sebastián mientras se llevaba el vaso hacia los labios, el sabor era amargo, algo que realmente le desagrado, porque él odiaba el café, prefería el té por encima de esa bebida pero en esa cafeteria no vendía algo parecido al té, así que resigno a comprar cualquier cosa para que Mariana no sospechara nada—¿Tienes novio?
La miró de reojo esperando su respuesta.Mariana aun sostenia su café con ambas manos, movía los dedos con cierto ánimo y luego de un suspiro se aclaro la garganta.
—¿Por qué la pregunta?—lo evadió sin mirarlo a la cara.
Sebastián apretó un poco la mandíbula, tenso de que ella necesitará explicación para todo. Las chicas que siempre lo rodeaban siempre estaban ansiosas de que él preguntara ese tipo de cosas íntimas y personales porque significaban qué él tenia un ligero interés, pero Mariana seguía poniendo obstáculos en su camino, era claro que a ella poco o nada le interesaba qué él preguntara sobre su vida o incluso en realidad le molestaba.
—Simple curiosidad—respondió Sebastián tratando de aparentar calma, como si la respuesta fuera irrelevante.
Mariana arrugó levemente los labios y luego suspiró.
—No—dijo con cierta molestia—pero a estas alturas de mi vida, prefiero mi vida tal y como esta.
Sebastián alzó ligeramente la ceja y la miró de reojo.
—¿Y eso porque?—quiso saber algo desconcertado y también al preocupado de que la falta de interés de Mariana se debería a que ella tenía otro tipo de preferencias, quizás femeninas, él podía vivir con eso, pero no porque ella no lo considerará un hombre digno de ella, era un ataque en contra de su orgullo qué no estaba dispuesto a tolerar.
—He tenido suficiente de los hombres—respondió con una sonrisa forzada mientras el navegador le indicaba qué girará a la derecha para llegar justo al área de departamentos donde ella vivía.
—Así que rompieron su corazón—dedujo Sebastián seguro de sus palabras.
Mariana no respondió, en cambio solo apretó un poco las uñas contra el vaso desechable de café qué aun sostenía en las manos. No sabía si la palabra romper era la correcta , pero si, algo le había pasado a su corazón al punto de no querer recordar lo que había sucedido.
El navegador indico qué habían llegado a su destino y entonces los dedos de Mariana se suavizaron cuando el profesor Sallow se estaciono frente a su edificio.
—¿Es aquí?—cuestiono Sebastián mientras levantaba la vista hacia los edificios de cinco pisos, había por lo menos diez o quince edificios iguales. Se preguntó cual de ellos sería su departamento.
—Si, dijo ella—forzando una sonrisa para agradecerle cuando encendió la luz del interior del auto. Se quitó el cinturón de seguridad y enseguida quito el seguro de la puerta, pero por arte de magia o mejor dicho, por causa de Sebastián, el seguro volvió a su sitio para impedir qué ella bajara.
—¿No le gustó el café?—dijo al ver que no le había tomado ni un solo trago. Solo entonces Mariana recordó qué aun lo tenia en las manos.
—Oh, si—dijo algo nerviosa mientras se lo llevaba a los labios para darle un pequeño sorbo—sabe bien pero....
—¿Pero?—cuestiono Sebastián intrigado y sorprendido de que deseara seguir con la conversación cuando segundos atrás habría saltado por la ventana solo para escapar de ahí.
—No es lo bastante dulce para mi gusto—admitió mientras dejaba el café sobre uno de los compartimentos de bebidas el auto. De pronto la sonrisa de Sebastián se desvaneció y Mariana aprovecho ese lapso de tiempo para salir de auto, pero antes de cerrar la puerta se inclino un poco—muchas gracias por traerme.
Sebastián sonrió forzadamente mientras la veía partir, pero no se atrevió a encender el auto, no cuando interiormente se sentía despreciado. Una parte de él quería renunciar a ella, pero por otro lado, ninguna chica que él hubiese deseado lo había rechazado y ella no iba a ser la primera.
La observó subir hacia el edificio de enfrente, no tenían ascensor, sino una larga escalera por la cual debía subir y desde la qué él seguía viéndola claramente, hasta que llego al último piso, el único con las luces apagadas. La vio entrar y luego de un segundo comenzó encendió el auto.
Tenía una extraña sensación en el pecho, como enfado y al mismo tiempo ironía.
Tomo su teléfono y enseguida marco un número frecuente en su lista de llamadas recientes, Camila. Si no iba a tener a Mariana esa noche, iba a koder a Camila hasta cumplir con su ansiado capricho.