Capítulo 3. Pensamientos

2681 Words
Sebastián caminó hacia su auto sintiendo qué varias miradas se posaban sobre él. Era habitual sentirlas, nunca pasaba desapercibido ante las miradas universitarias femeninas. Era una virtud y al mismo tiempo un martirio, uno al que estaba acostumbrado. El auto de Sebastián era un Lexus 2024 color n***o mate con revestiduras de piel color marrón oscuro, este se encendió una vez que entro y oprimió el botón que estaba al lado del volante, simple y rápido, aunque un auto demasiado vistoso y llamativo para el lugar en el que se encontraba, claro en Escocia podia tener un maldito Lamborghini y nadie haría mas que un par de comentarios, pero estando en México, el asunto era diferente, autos eléctrico como el que habia decidido comprar para transportarse esos seis meses, era atractivo y no exactamente para las chicas, sino para delincuentes sin oficio ni beneficio. La gobernadora del estado, habia decidido darle seguridad adicional porque seria una pena, demasiado desafortunada que el hijo del empresario que acaba de invertir varios millones para construir una empresa de ensamblaje terminara asaltado y desvalijado. Siempre, detrás de él se encontraba una patrulla, la cual casi nunca lo perdía de vista, a menos de que él decidiera jugar con la velocidad de la belleza que conducía. Otro de los beneficios que habia adquirido y del cual disfrutaba de beneficiarse era poder ser un asesor legal del poder judicial del estado en el que se encontraba, un privilegio que habia aprovechad, para poder adquirir conocimiento porque como le habia dicho a su padre, él tenia su propia vida, una que quería disfrutar antes de heredar su escritorio en el futuro. Esperaba poder aprender de la justicia en México para usar sus conocimientos cuando volviera a casa y ya que era toda una figura publica a la que se le permitía hacer lo que quisiera, no iba a dejar la oportunidad. Se dirigía a los juzgados, donde atendía algunos casos de violencia familiar, homicidios entre otros casos menores, claro él no se desempeñaba como un abogado como tal, sino como un consejero de algunos magistrados, tomaban su opinión como una segunda opción si es que se le podia decir de esa forma, porque en realidad tomaban muy enserio su opinión más porque era técnicamente era el protegido de la gobernadora y su voz era mas ley que otra cosa. Sebastián realmente se estaba divirtiendo, mas de lo que él lo hubiera imaginado, pero mientras manejaba con la canción “Baby Came Home” a un volumen medio se le vino a la mente aquella chica, su nueva alumna, la forma de su cuerpo dentro de esa falda, lo hizo sentirse abrumado. Ciertamente habia tenido muchas chicas detrás de él, muchas de ellas, eran dignas de estar en la pasarela de victoria Secret, por lo que se sentía muy seguro de poder seducirla, aquella otra chica…Camila, habia sido sencilla y si esa chica era como ella, bastaría un par de “Clases extras” para tenerla justo en la palma de su mano. *** Un par de horas más tarde se sentía bastante agotado. Se suponía que debía ir a supervisar la construcción de la nueva ensambladora, lo habia estado posponiendo durante esa semana porque en realidad los trabadores no habían avanzado mucho y claro, después de la universidad, su trabajo en el Poder judicial acaparaba su mente, era divertido y bastante educativo porque la ley en México no era como en su país, en México, a veces la justicia se compraba y también a veces se trataba de que abogado era mejor argumentando que su contrincante. Claro, de eso se trataba la abogacía, pero en México se trataba de quien era el mejor mentiroso y que mentira era mas convincente. Luego de terminar en el poder judicial se dirigió a su casa, una hermosa construcción minimalista que el mismo habia rentado con ayuda de los servicios del gobierno del estado porque siendo alguien tan importante para la inversión en ese lugar, no iban a dejarlo a su suerte. Siempre habia policías vigilando su casa o hacían patrullajes constantes y por si fuera poco, también tenia empleados en el interior y que vivían ahí solo para asegurarse de que él estaba en plenas condiciones. Por supuesto, él pocas veces los veía, pero se encargaban de la limpieza, la jardinería y también de las compras, su refrigerador nunca estaba vacío, lo cual era bastante practico ya que él no conocía muy bien los lugares donde debía hacer las compras y hasta el momento no le habían dado la libertad de hacerlo. Al estacionar su auto en el interior del aparcamiento de la casa, se quitó la corbata y se masajeo el cuello y parte de la nuca, mientras le enviaba un mensaje a su querida alumna Camila para que fuera a tomar las “Lecciones extras” que habia mencionado que quería antes. Mientras ella llegaba, entro a la casa, un lugar amplio y algo excesivo para un hombre soltero que solo estaba ahí para dormir, pero estaba satisfecho con el hecho de tener el suficiente espacio para poder disfrutarlo con sus alumnas, hasta el momento solo habia llevado a Camila porque ella era la única chica lo suficientemente sexi para excitarlo, pero esperaba que eso cambiara las próximas semanas, quería tener a esa chica dentro de su polla y no iba a descansar hasta lograrlo. Entro a la ducha y al salir, vestido únicamente con una toalla de baño alrededor de su cintura, Camila estaba en su habitación, ella tenía su autorización para que el guardia de seguridad la dejara pasar. Llevaba una minifalda de color rojo, junto con una blusa, si es que así se le podia decir, transparente de color n***o que permitía que cualquiera observara su sostén, además llevaba unos zapatos de tacón alto que estilizaban su figura. —Joder—musito Sebastián al verla, iba secándose el cabello, pero como si su m*****o tuviera el control de todos sus movimientos, dejo de hacerlo, solo para contemplar su figura esbelta y esos senos que moría por morder y lamer. Sebastián nunca se hubiera atrevido a pronunciar lo que estaba pasando por su cabeza, pero sonrió mientras se decía a si mismo que Camila se vestía igual que una puta, solo que ella era peor que eso, porque ofrecía sus servicios de forma gratuita. Se acerco como si fuera un maldito león casando a su presa herida, solo que Camila se estaba ofreciendo voluntariamente a ser devorada. —¿Estas consciente de lo que provocas al venir vestida así, cariño?—pregunto mirándola como un pedazo de carne mientras su m*****o se calentaba y se endurecía. —Fue por eso que me vestí así, sé que te gustan las chicas traviesas—sonrió Camila levantándose de su lugar para permitirle una mejor vista. Camino con seguridad hasta que estuvo frente a él. Sebastián media un metro con ochenta centímetros y aun con el estilo de tacón de Camila, tenía que mirar hacia arriba para dirigirle la mirada. Subió sus manos por encima de sus hombros para atraparlo y dedicarle una sonrisa coqueta. —¡Te voy a devorar, cariño!—le advirtió con una sonrisa satisfecha. Entonces Sebastián la tomo por los glúteos y usando su fuerza la obligo a enredar sus piernas alrededor de su cuerpo para llevarla a la cama y sin la más mínima prudencia o consideración, Sebastián rasgo las medias negras con brillantes que llevaba puestas. En la cama y con Camila debajo de él, olvidaba que era un caballero y se convertía en una bestia insaciable. Destrozo su ropa interior solo por diversión y llevo su boca a su pelvis afeitado, tomándola por la cadera para tener un mejor ángulo, sin tener que inclinarse para comodidad de ella. Cuando tenia sexo con ella, habia pasado de ser cordial a ser en exceso brusco y algo rudo, pero Camila nunca se habia quejado, como la puta en la que se habia convertido en sus manos, ese siempre era el resultado de las chicas que terminaban en sus garras, ellas siempre buscaban aprender algo nuevo y él no tenía ningún problema en enseñarles a ser dignas chicas de un burdel. Su lengua sabia el lugar indicado para ayudarla llegar al clímax, pero sus dientes gustaban de morder justo en ese punto solo para buscar un poco mas de intensidad. Camila gimió al sentir ese pequeño, pero mordaz mordisco y el ardor que le causo pronto fue aliviado por su lengua, que la devoro con movimientos circulares hasta que su clítoris se tensó y poco después ella arqueo la espalda al sentir un placer diferente, uno que solo Sebastián lograba causar. Camila se alejo un poco de él cuando la soltó, lo hizo como una pequeña gatita atemorizada, no porque tuviera miedo de él, sino porque sabía que a Sebastián le excitaba la idea de poseer algo indefenso y frágil o al menos eso era lo que pensaba de él; sin embargo, Sebastián era muy diferente de lo que ella y otras chicas pensaban de él. Disfrutaba del sexo salvaje si, porque era mucho mas placentero, pero ya muy cotidiano para él, habia dejado de sentir emoción y su brusquedad era más por diversión que porque realmente lo disfrutara o sintiera placer. Antes de tomar a Camila por las piernas para arrastrarla hacia su m*****o erecto, extendió la mano hacia el buro de noche al lado de su cama, ahí tenia una caja entera de preservativos, tomo uno y apenas le tomo un par de segundos deslizarlo hasta la base de su piel. Solo entonces, la tomo por las piernas, deslizando su cuerpo con fuerza abriendo sus piernas para buscar su centro húmedo y embistiéndola, haciéndola gritar en vez de gemir. Ese grito le causo la bastante gracia para sonreír Sin mucho esfuerzo tomo a Camila con sus brazos, la levanto de la cama aun dentro de ella y la llevo hacia la pared mas cercana para quitarle la ropa que llevaba en el dorso, dejándola desnuda para poder tomar sus senos entre sus manos, estrujándolos como si deseara explotarlos en sus propias manos, quizás solo para averiguar si eran o no naturales. Se deslizo en su interior una y otra vez, manteniendo un solo movimiento rítmico, uno duro y letal que mantuvo a Camila mordiéndose el labio para no gritar, era doloroso, pero al mismo tiempo placentero, pero para ella, así era Sebastián, un hombre rudo, mordaz, capaz de hacerla llorar si eso le causa placer, pero sin importar si lloraba o no, Camila sabia que cualquier cosa que Sebastián probara con ella, seria increíble. El coito termino luego de cuarenta minutos, Camila juraba que ningún hombre con el que hubiera estado antes, era como Sebastián, todo un semental, un dios celta hecho carne que habia viajado kilómetros solo para poseerla, pero para desgracia de Camila, esa noche, quizás era la última que estaría con él, porque en la mente de Sebastián ya comenzaba a maquinarse un plan para su próxima conquista. Sebastián se levantó de la cama y se puso el pijama, fue a la cocina y de ahí saco una botella de agua helada que le ayudaba a relajarse luego de un ejercicio intenso, tomo una soda con sabor a manzana y al llegar a su habitación, se la arrojo a las manos a Camila. Ella no tomaba ese tipo de bebidas, pero Sebastián no se habia tomado la molestia de preguntar siquiera que le gusta o no. Camila lo dejo a un lado de la cama mientras tomaba su lugar al lado del de Sebastián en la cama, algo que a él le molestaba. —Creo que deberías irte a casa—le propuso mientras miraba su reloj, él no pensaba llevarla a casa—ya es tarde para que andes tu sola por la calle y sin ropa interior. Camila miro de reojo su ropa interior, un pedazo de tela de encaje de color rojo que yacía deshecha a un par de metros de la cama. —¿Por qué no me dejas quedarme esta noche contigo?—dijo Camila envolviéndose en sus sabanas de algodón egipcio, demasiado suaves y cómodas, pero para ella, no habia nada más cómodo que estar con él una noche entera. —Tengo que levantarme temprano para preparar mis clases de mañana y tu tienes que ir a casa a vestirte decentemente, además no quiero que nos vean juntos—expuso Sebastián algo exasperado con ella, así que levanto su teléfono y llamo al guardia de seguridad de la entrada para que le pidieran un taxi a Camila. Ella torció los labios al ver que de nuevo Sebastián no cedía ante su petición, pero no quiso agobiarlo insistiendo en quedarse, así que cuando él recostó sobre la cama y se puso unas gafas de lectura, ella se acurruco a su lado y abrazo su torso. Sebastián odiaba el tacto luego del sexo, de hecho, pensaba volver a bañarse una vez que Camila se fuera, pero no se atrevió a quitársela de encima porque no era tan desconsiderado tenia algunas dudas que tal vez Camila, podia resolver. —Dime algo—dijo alzando su brazo izquierdo para colocarlo detrás de la espalda de Camila como si pretendiera abrazarla. —¿Qué cosa?—dijo ella levantando la vista hacia él, pero Sebastián no la miro, continuo con la vista sobre el libro que tenia en las manos, una guía sobre derechos humanos que debía aprenderse de memoria, porque en México si algo respetaban casi al pie de la letra, eran los derechos de los criminales, vaya controversia. —Esa alumna que llego hoy en medio de la clase… Camila lo interrumpió soltando una carcajada. —¡Dios! ¿No estas interesado en ella? ¿Verdad? Sebastián alzo una ceja, bastante desconcertado con su reacción, esperaba que no sospechara nada, pero aparentemente, Camila era toda una profesional al detectar el peligro que se le avecinaba, otra mujer. —No—respondió Sebastián con seriedad, solo para no levantar la sospecha de Camila—solo quería saber porque estuvo ausente casi un mes. —Bueno, tu porque crees que sea—dijo Camila con sarcasmo, mientras se acomodaba debajo del brazo de Sebastián, pero cruzando los brazos, molesta de tener que hablar sobre Mariana justo después de haber tenido sexo, no era precisamente un tema que gustara tener con Sebastián—obvio esta loca, por una razón llego con la psicóloga. —¿No crees que exageras?—dijo Sebastián suponiendo que Camila no iba a ser del todo sincera con él por haber mencionado a otra mujer justo en ese momento. —No, es la verdad. No tiene amigos y se la pasa todo el día sola, además siempre está murmurando cosas—declaro Camila levantándose de su sitio, molesta y exasperada—¡Mira!—lo señalo mientras levantaba su ropa del suelo— si me vas a cambiar, espero que sea una chica, mínimo cuerda. Enseguida se metió al baño a ponerse su ropa, aunque no habia razón, Sebastián conocía cada parte de su cuerpo bastante bien, pero Camila no quería estar más tiempo desnuda, no frente a él, no si seguían mencionando a Mariana. Sebastián sonrió, creyendo que Camila habia dicho todas esas cosas porque estaba celosa. —La psicóloga me pidió que le diera clases extras para regularizarse—expreso, pero Camila no dijo nada— solo serán un par de días, esa es la única razón por la que la mencione ahora, pensé que podia hablar este tipo de cosas contigo, pero si vas a ponerte así… —Esta bien—dijo Camila volviendo del baño, ya vestida, aunque sin medias y claro, sin ropa interior, aunque su minifalda, le ayudaba a aparentar un poco— pero que ni se te ocurra cambiarme por ella. ¿Escuchaste, Sebastián Sallow? Él sonrió y ella se acerco a darle un beso, uno que Sebastián considero como el ultimo, así que se tomó la libertad de ser apasionado en ese beso, antes de verla partir.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD