Jefe

Siempre tuve el sueño de sentirme amada, de saber que alguien se preocuparía por mi o me preguntaría qué tal estuvo mi día, siempre soñé con caminar de blanco hacia el altar, lista para compartir el resto de mi vida con el hombre que sería mi príncipe azul, pero en este mundo, nunca obtienes lo que quieres…sin un poco de esfuerzo… —No, no, no, ¿Qué haces niña* tonta?, las flores no van así, tienes que acomodarlas, cielo santo, ¿Cuando vas a aprender?.— La señora Tomás se tomaba muy en serio su trabajo. Era la ama de llaves de la Familia Kullen, era mandona, engreída y poco amigable, solo la había visto sonreírle a la señora Kullen. Aunque su sonrisa fingida y extremadamente exagerada dejaba mucho que desear. Arrebató el florero de mis manos, no sin antes darme un manotazo en el brazo, haciendo que me doliera. Yo trabajaba como empleada de la limpieza, mi familia era eslovaca, vivíamos en un pueblo pequeño, no había mucho trabajo y mi familia pronto empezó a saborear las carencias por una mala economía, tuve que dejar la escuela y trabajar, pero no era suficiente, así que tuve que migrar a Estados Unidos, pero él destino no estaba de mi lado, me asaltaron despojándome de la única maleta qué traía conmigo, mi ropa, mi dinero y mis documentos, todo se perdió, fue la peor bienvenida a este nuevo país. Tenía miedo de ser deportada, así que tuve que hacer lo necesario para quedarme a trabajar y poder ayudar a mi familia. Afortunadamente, después de muchas malas situaciones, encontré este empleo. Trabajar para la familia Kullen, no era tan malo, eran una familia rica, hacían fiestas a lo grande y gastaban más de lo que podían. El señor Kullen tenía varios negocios y la señora Kullen era presentadora en un noticiero muy famoso. Eran una pareja exitosa. Tenían dos hijos, Margori y Alan. Margori era la mayor, tenía la misma edad qué yo, 23. Y Alan era un adolecente de 16 años. Margori era demasiado caprichosa y consentida. Y Alan, Alan solo trataba de sobrevivir día a día.. —Lo siento. —Llevas un año trabajando aquí y aun pareces nueva, ve a quitar el polvo de la sala. Solo asentí ante la demanda de la señora Tomas. Me quedé en la sala desempolvando todo con sumo cuidado, había objetos qué valían una fortuna y no quería romper nada. De pronto, unos gritos me hicieron saltar. La señora Alejandra Kullen maldecía sin parar, eso era nuevo, ella siempre se mostraba como una mujer fina y educada, pero hoy estaba usando otro vocabulario. —¡Eres una tonta!, tu padre va a matarte y yo no te voy ayudar. —Pero mamá, aun puedo abortarlo. —¿Acaso eres estúpida?, claro que lo eres, tienes cuatro meses, ¿No escuchaste al doctor?, puedes morir. Yo dejé de ver a la madre y a la hija discutir, no era de mi incumbencia, seguí en lo mío tratando de ignorar lo que decían, pero…, ¿Margori estaba embarazada?. No me sorprendía, usualmente escondía hombres en su habitación, cuando sus padres no estaban. —No le digas a papá. —Demasiado tarde, ya viene para acá, si te deshereda no será mi culpa. La pobre Margori se frotaba las manos y se sobaba los labios una y otra vez, mientras que la señora Kullen se frotaba la frente y caminaba de un lado a otro. Hablaban de cosas que yo no entendía, decían algo de un hombre, un tal, Adam Wexell. De pronto y de la nada, el señor Kullen llegó tan imponente como solo él podía, usando ese costoso traje y acompañado de su asistente quien lo seguía como un perro fiel. El señor Kullen tenía mucha personalidad, a sus 52 años se mantenía en forma y era atractivo, por ese motivo la señora Kullen lo celaba demasiado, él era un imán para las mujeres. ¡Paaff!. Me quedé congelada al ver al señor Kullen abofetear a su hija, él, quien siempre trató a Margori como una princesa, se veía tan enojado. Todo quedó en silencio total. —¡Has arruinado tu vida!—Gritó él señor Kullen mientras miraba fijamente a su hija, con el ceño contraído y con las manos temblándole por el coraje. —Lo siento papá— susurró Margori incapaz de verlo a la cara. —¿Lo sientes?, ¿Acaso tienes una idea de lo que acabas de hacer?. —Mi amor, ya esta echo, que te parece si… —¡Cierra la maldita boca!. Jamás había visto al señor Kullen hablarle así a su esposa. —Adam viene mañana, viene a casarse con mi hija, y ahora resulta que mi hija, está esperando al bastardo, de un don nadie. Margori se armó de valor y levantó el rostro. —¿Y que si no me casó con Adam?, ni siquiera lo conozco, ni él a mi, no necesito un esposo. —Niña* tonta, Adam compró la mayor parte de mis acciones y ¿Sabes cual fue su única condición para dejarme al frente de la compañía?, ¡darle en matrimonio a mi única hija!. —Espera…¿Qué has dicho?, ¿Vendiste las acciones?, ¿Por qué?. El señor Kullen relajó los hombros y se aflojó la corbata, yo quería huir de aquel lugar, pero tenía que pasar entre medio de aquella discusión. —Tuvimos una perdida considerable, tuve que hacerlo. —¿Eso que quiere decir?—Preguntó la señora Kullen cada vez más angustiada. —Quiere decir que Adam Wexell es el nuevo jefe. —¿Y tú?. Hubo un silencio qué se hizo eterno. Hasta que Margori habló de nuevo. —¿Estamos en la quiebra?. —Lo estaremos cuando él venga y vea que su futura esposa esta embarazada de otro. —¿Y que haremos?—Preguntó la señora Kullen al borde del llanto. Yo me giré y continúe sacudiendo el polvo. —Señor, ¿Qué hay de un remplazo?.— El asistente del señor Kullen siempre se mantenía muy ajeno a las situaciones, pero la verdad era que prestaba atención a todo. —¿Qué dices?. —El señor Wexell quiere una esposa, fue muy claro en la reunión, tal vez no pueda darle a su hija, pero ¿Y si le da la mano de alguien de la familia?. Otro silencio… —Marta es bonita. —Marta vive en Francia, no llegará aquí para mañana. —Pospón la reunión. —¿Cancelarle a Adam?, no lo conoces, sería mejor dispararle en lugar de cancelarle una cita. —No hay nadie… —Señor… Sentí un escalofrío en la espalda. Llevaba trabajando para esta familia por más de ocho meses, esta era la primera vez que me causaban tanto miedo. Me giré para verlos de reojo y regresé rápido la vista al ver que me veían, la señora Kullen me hizo usar pantalones en lugar de la falda, me prohibió hablar con el señor Kullen a solas o tutearlo de cualquier modo. Sus palabras fueron: —Eres bonita y eso solo es igual a problemas, no te metas con mi marido o vas arrepentirte. —Ana. Un escalofrío se apoderó de mi. Me giré lentamente y sonreí. —Si señor. —Acércate, déjame verte. Yo miré a la señora Kullen y ella asintió, di pequeños pasos hasta quedar frente a él, él señor Kullen me examinó con sus ojos verdes e hizo una mueca. —Si, podría ser—Dijo él. —¿Qué?, ¿Ella?, es una sirvienta— dijo Margori. —Al menos ella no es tan tonta como para dejarse embarazar. —¿Crees que el señor Wexell no ponga peros?. —No, Ana es bonita, mírala, solo hay que cambiarle esas ropas y el cabello, a Adam no le importará. No entendía nada, así que sonreí llena de nerviosismo. —Señor no entiendo yo… —Te daré un nuevo empleo— Respondió él señor Kullen —¿Cómo?. —Necesito que te cases con alguien. —No, pero yo no quiero casarme yo… —Te pagare él doble de lo que ganas ahora. —Se lo agradezco señor, pero no puedo casarme… —Te pagare él triple. Parpadeé incrédula, ¿Dijo el triple?. Pensé en lo bien que me caería ese dinero, juntaría él suficiente como para traer a mi familia a vivir conmigo. —¿Qué tengo que hacer?—Pregunté.