Nicolás Fuentes. Nuestra conversación dura poco, al segundo siguiente el empieza a convulsionar y cada máquina alrededor suyo empieza a retumbar fuerte dentro del estrecho cubículo. —Papá, ¿Te sientes bien? —pregunto abrumado al ver su rostro pálido y sus ojos muy abiertos mirándome fijamente sin parpadear. Hago un llamado por el botón de urgencia, desesperado por como lo veo decaer notablemente de un momento a otro. —Habla, padre, por favor —suplico, mis manos tiemblan cuando tomo su rostro y veo que no reacciona. —Dime que sucede. Lagrimas recorren su rostro y unos susurros apenas audibles se oyen, pero que no consigo comprender por completo. —No te esfuerces —digo con la intención de calmarlo, pero resulta en vano porque vuelve a hablar. —Promete…por favor…por…por favor… —dice