Capítulo 6; Deseo

1408 Words
Cuando llegamos a un lugar seguro, Marco detiene el coche y yo bajo hasta la puerta del conductor, abro con desesperación y lo analizo, no se ve bien. —No te ves bien, estás sangrando demasiado. —Por favor, mira ésta cara, soy guapísimo, es obvio que me veo bien. –bromea pero no me hace gracia...bueno solo un poco. —¿A dónde vamos? Necesito curar esa herida, Marco Bianchi. –aseguro y lo ayudo a salir del coche. —Suena tan sexy mi nombre saliendo de tus labios rojos. –murmura y sonríe pero deja de hacerlo cuando ve mi postura seria–, justo ahí, -señala una casa oculta–, estamos a salvo aquí. Ambos caminamos hasta la pequeña casa que se esconde entre los árboles, al llegar a la puerta llama tres veces y luego dos veces más. No hay respuesta, estamos a salvo. Recuerdo vagamente aquel día que escapamos de México, cuando llegamos a una casa abandonada e hizo el mismo ritual, cuando aún tenía a mi pedacito de amor creciendo en el vientre. —¿Kathia? Regreso de mis tormentosos pensamientos y entro a la casa, Marco es pesado pero aún así me las arreglo para llevarlo hasta el sofá. —Cierra la puerta, el código es cero, cinco, diez. Hago lo que dice y corro hasta la puerta y la cierro. Me sostengo de ella porque estoy flaqueando, no puedo permitir que eso pase. Recuerdo la herida de Marco cuando lo escucho quejarse. Mis ojos se fijan en él y en la dificultad con la que se quita el saco. Camino hasta él y lo ayudo, con urgencia desabotono la camisa, mis manos tiemblan, espero que no se de cuenta. —Eres preciosa, rusa. –murmura acariciando mi mejilla. Yo saco la camisa de su pantalón causándole dolor. —Necesito que te levantes para ir al baño, supongo que tienes todo lo necesario para curarte, ¿Verdad? —En la habitación, ahí está todo. Asiento y lo ayudo a levantarse llenándome de sangre el vestido, caminamos hasta la habitación y una vez ahí lo siento en la cama despacio y corro a buscar todo. Mi teléfono se ha quedado en el coche, mi bolso también, odio estar vulnerable. —Llama a Johnny, dile lo que pasó y que se vaya con Lían, no la quiero sola. –ordeno mientras pongo todo en la mesa de noche. Limpio con cuidado la herida de Marco y me alivia ver qué la bala solo entró y salió. —No está la bala, eso hace las cosas más fáciles. ¿Cómo te sientes? —Sorpresivamente encantado. La vista es preciosa desde aquí. –asegura y yo levanto la mirada. Estoy hincada junto a él, curando su herida, ¿y él solo piensa en que soy una vista preciosa? —¡Pudimos morir! Deja de comportarte como adolescente caliente Marco. Aplico presión sobre su herida al colocar la gasa y luego una venda para evitar accidentes. Regreso todo a su lugar y me tomo unos segundos para salir, escucho como llama a Johnny y le asegura que estamos bien, que mañana a primera hora mandé un coche con lo necesario, hay que salir de Grecia con urgencia. —Dijo Johnny que mandará un coche con todo lo necesario, estaremos bien esta noche. –asegura cuando me ve salir luego camina hasta el armario–, aquí hay algo que puedes usar, por si deseas darte una ducha y quitarte ese vestido. Lamento haberlo arruinado. —¿Qué cosa? ¿Mi vestido o nuestro amor? –cuestiono y me sorprendo de mis palabras tanto como él. —Ambas cosas en realidad. –confiesa y deja las cosas en la cama–, estaré abajo vigilando, avísame si necesitas algo. –murmura antes de salir de la habitación. Yo me siento estúpida, dolida, y un sinfín de emociones mezcladas. No puedo volver a caer en este juego, no ahora que ambos estamos solos. **** Bajo hasta la sala con una camisa calientita pero ridículamente grande, pero obvio que es grande porque es suya...creo. Me detengo al oír a Marco hablar con alguien, Nicolette y sus preguntas directas, sonrío porque estará molestándome con esto siempre. —Si, Khatia está conmigo...No, no de esa manera, no empieces Nicolette. Si, estaremos en contacto, gracias por todo y dile a mamá que no se preocupe, estamos a salvo. Te amo hermana. Salgo de mi escondite y camino hasta la cocina, sé que él está observándome, puedo sentirlo. —¿Estás cómoda con esa camisa? —Si, pero tengo una duda. –señalo y me hace una seña para que continúe–, está casa...¿Es tuya? —Sí, la compré la primera vez que vine a Grecia, por seguridad. Por eso hay ropa mia aquí, algunas armas y otras cosas necesarias como comida, agua, medicinas. —Ya veo. ¿Tomaste algo para el dolor? —Aun no, estaba esperando a mi enfermera favorita, –dice y se acerca hasta la cocina, invadiendo mi espacio–. ¿Qué me recomiendas tomar? —Una ducha, porque apestas. –digo y trato de alejarme de él pero sus manos son más rápidas y me atrae de nuevo hacia él, presionando mi cuerpo contra la barra de mármol. —Sabes que no, solo quieres huir de mi, de mi aroma, de mi cuerpo, de mis intenciones. –se acerca a mi oído y susurra con ese acento italiano que me pone mal–, te amo Khatia, te amo con todo lo que soy. »Incluso con todas mis estupideces, te amo. No sabes cuántas noches pasé soñando con volverte a ver, con cruzar más de una palabra contigo, de tenerte así, tan íntimamente, tan mía. »Dime por favor que no me amas, rompeme el corazón de una vez, mátame si eso me asegura que dejaré de sentir este dolor por no tenerte. Dime qué no es verdad lo de ese embarazo, te lo suplico, mi rusa bonita. Yo, me hago gelatina entre sus brazos mientras el dolor se arremolina en mi pecho. Yo también soñé con tenerlo cerca, besarlo, abrazarlo, amarlo como nunca dejé de hacerlo, pero el miedo a que me rompa de nuevo es tan grande, que pesa más que mi amor por él. —Bianchi por favor, no hagas esto más difícil. Te lo suplico. —Solo...dime la verdad. –me pide acunando mi cara con sus manos mientras nuestros ojos están fijos en los del otro–, ¿Ese bebé existe? Niego con la cabeza sin emitir palabra. —¿Amas a Cristian? Desvío la mirada y vuelvo a negar porque sería estupido decir que si. —Quiero la verdad, –murmuro entendiendo un poco de esto–. ¿Hablaste con Johnny? —Sí, te lo dije, estará todo listo para... —Antes de que te lo pidiera. Antes de todo esto. ¿Hablaste con él? Marco me mira sin entender pero asiente. —Lo vi en el bar, después de que te fuiste de la tienda de bebés. –asegura y yo siento la traición latente en mi sien. —Él te habló de mi situación con Cristian, ¿no es así? —Khatia yo... —¡Si o no! No quiero mentiras, maldita sea, ¿te lo dijo o no? —Sí, pero estaba ebrio y... —No lo justifiques, no tienes derecho de hacerlo. ¡Me traicionó! —¿Y vas a matarlo? Porque al imbécil de tu noviecito lo perdonaste, ¿es por qué lo amas? –suelta dolido y cae en cuanta que acaba de confirmar lo que yo ya sabía. Johnny es un bocón. —Tambien te perdoné a ti, Marco. Y a ti sí te amaba. –digo antes de alejarme de su cuerpo y caminar lejos de él. Marco siempre ha sido rápido, rápido y muy fuerte, y es por eso que sin problema me alcanza y me levanta del suelo para sentarme en la mesa del comedor. Su cuerpo se acomoda entre mis piernas y su agarre se vuelve posesivo mientras sus labios me besan con necesidad. Lo empujo y mi mano golpea su mejilla, me bajo aprovechando su sorpresa pero de nuevo me vuelve a detener, golpeo su otra mejilla, sus ojos azules me miran con una mezcla de dolor, sorpresa, pero también algo más oscuro; deseo. Una mirada que Cristian nunca supo darme en dos años.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD