Georgia soltó un bufido pesado, realmente esperaba no tener que cruzarse con ese hombre nunca más en su vida, él daba la impresión de ser uno de esos jodidos arrogantes que creían que por tener dinero podían poseer lo que quisieran, incluido las personas.
¡Ugh! Georgia detestaba a ese tipo de gente.
–¿Por qué tienes esa cara de estreñimiento? – preguntó Valery, quien salía del cubículo del baño en que Georgia acababa de entrar.
–¿Todo este tiempo has estado aquí metida? – Georgia frunció el ceño.
–Si, te dije que estaba enferma, no era mentira – refunfuñó – pero, por la cara que tienes, parece que la enferma fueras tu – se burló de su amiga.
–Por culpa de tu enfermedad he tenido que atender al hombre más arrogante en la faz de la tierra, ¡Debiste verlo! Con ese rostro serio y esa mirada de “tienes que hacer lo que yo diga y punto” – bufó – quiero que sepas que me debes un favor muy grande.
Valery lo pensó por algún par de segundos – espera, ¿Qué fue eso tan malo que hizo?
Georgia le contó la historia, incluso aquellos detalles que la hacían parecer patética, para cuando la mujer terminó con el relato Valery estaba a punto de ahogar un grito.
–¿De verdad no sabes quién es él? – preguntó, como si ignorar la identidad de ese hombre fuera completamente absurdo.
–Pues no – Georgia levantó los hombros con indiferencia.
–¡Georgia! su nombre es Alessandro Mascherano y es el CEO de una de las compañías más importantes de inversiones en todo el jodido país – chilló – te sentaste en la mesa con uno de los cinco hombres más importantes y millonarios de aquí. ¿Todavía te quejas? Yo hubiera dado lo que fuera con tal de que él me hubiera volteado a ver, es más, habría alimentado a su hijo aun si no me hubieran obligado.
Georgia rodó los ojos.
–Por el contrario, a ti, a mí no se me caen las bragas ante cada hombre que veo.
–¡Él no es un hombre cualquiera! – gritó ella, zarandeándola.
–Sea quien sea, me ha amargado el día, ¡Gracias al cielo no tendré que volver a verlo jamás! – suspiró aliviada.
–Si sigues así de amargada, vas a quedarte solterona y aburrida – se burló Valery, pero realmente ese era un pensamiento que no agobiaba en lo absoluto a Georgia – Pero no te preocupes, yo me encargaré de que tu destino romántico de un vuelco.
Georgia prefirió quedarse en silencio, sabía que esas palabras solo podían significar una cosa. Valery era más bien una mujer predecible.
–¡Nos vamos de fiesta! Y antes de que digas que no, déjame recordarte que la última vez me quedaste mal, así que no puedes negarte – ella comenzó a saltar en el lugar – ¡Es viernes, Georgia, vamos a mover el esqueleto! – salió bailando del baño.
Georgia negó con la cabeza, pero sonrió, definitivamente Valery tenía la capacidad de alegrar a cualquiera con esa actitud, y aunque ella no era una gran fan de salir de fiesta, quizá un poco de diversión no le vendría mal.
El día pasó rápidamente en medio de todo el trabajo que había por hacer y en las amenazas de Valery para que Georgia no fuera a negarse a asistir.
–¿A dónde se supone que vas a llevarme? – preguntó Georgia, mientras ella y su amiga se vestían y maquillaban en casa de Valery.
–Primero lo primero, ¡No puedes ir vestida así! Toma, ponte esto – Valery le extendió uno de sus vestidos – es una suerte que seamos la misma talla.
–No puedo ponerme esto, Valery, es demasiado para mí, además, ¿Qué tiene de malo lo que llevo? – Georgia se miró la ropa y Valery hizo lo mismo, torciendo el gesto al ver el aburrido vestido n***o que Georgia tenía puesto.
–Nena, la idea es pasarla bien y créeme, no vas a conseguirlo con ese atuendo, así que, por tu bien, dale una oportunidad al vestido que te he dado.
Georgia sabía lo molesta que podía llegar a ser Valery, así que, en contra de su propia voluntad, se cambió la ropa.
–A esto yo le llamo un cambio extremo – Valery sonrío satisfecha al ver a su amiga.
El vestido de color rojo le ajustaba las zonas perfectas, achicaba su cintura de avispa y enfatizaba en las bonitas curvas de Georgia.
Tras estar listas, las dos mujeres tomaron un taxi y se fueron al bar.
–Es un sitio nuevo y muy exclusivo – explicó Valery, al tiempo en que agitaba su cabello rojo.
–¿Y cómo conseguiremos entrar?
–Soy amiga del gorila de seguridad, no te preocupes por nada.
Georgia y Valery entraron al lugar como si fueran clientas vip, ni siquiera tuvieron que hacer fila.
–¿Lo ves? Algunas cosas son sencillas cuando eres guapa – chilló.
En cuanto estuvieron dentro y se envolvieron en el ambiente caliente en el que sonaba música, Georgia sintió las miradas de muchos puesta sobre su cuerpo, en cualquier otro momento aquello la habría hecho sentir incomoda, pero justo allí, después de haber sufrido una humillación como la de esa mañana, ella se permitió sentir lo contrario. Dentro de ese bar, ella no era una camarera cualquiera, sino una mujer admirada por muchos. Esa sensación le gusto.
–¡No puede ser! Ya vengo, tengo que saludar a alguien – gritó Valery emocionada.
–¡Valery, no puedes dejarme sola! Ni siquiera hemos llegado a la barra – la regañó, pero Valery no escuchó y continuó con su camino.
Sin ninguna otra alternativa, Georgia fue hasta la barra y pidió un vaso con agua porque en realidad no tenía con que pagar un trago.
–Es una extraña elección – dijo un hombre muy atractivo, acercándose a ella y refiriéndose a la bebida.
–No me gusta mucho el alcohol – respondió Georgia de forma amable.
Ese hombre guapo consiguió llamar su atención con esa sonrisa aparentemente encantadora.
–Déjame pedirte algo que probablemente te guste – él pidió un Martini al barman y se lo entregó a Georgia, quien lo recibió, después de todo, era bueno tener una compañía después de que Valery hubiera hecho uno de sus muchos trucos de desaparición.
Sin darse cuenta de en qué momento sucedió todo, Georgia continuó bebiendo Martini tras Martini, aquel extraño tenía razón, el trago era delicioso y ella ya se había bebido alrededor de cinco, que le habían dado el valor suficiente para bailar con él.
–Espero que me dejes bailar contigo nuevamente – dijo él, pero ella no alcanzo a escucharlo, en parte por la música y en parte porque ya estaba un poco ebria.
–¡No te escucho!
El hombre aprovechó aquello para acercarse al oído de Georgia – que espero que me regales otro baile, susurró muy cerca de ella, tanto que comenzó a incomodar a Georgia – aunque si lo prefieres, podríamos ir a otro sitio, algo más privado y tranquilo.
Georgia no estaba en sus cinco sentidos, sin embargo, sabía que no podía aceptar esa oferta.
–Lo lamento, no puedo, tengo que encontrar a mi amiga.
–Esa excusa está un poco gastada – se burló él.
Ella levantó la cabeza y comenzó a buscar a Valery en medio de todas las personas, lo que menos que deseaba era que aquel hombre se pusiera pesado.
–Lo siento, debo irme – intentó alejarse, pero él la agarró de la mano con fuerza.
–No vas a irte, Georgia, no vas a dejarme solo después de todo lo bien que lo estábamos pasando – de repente, el gesto en su rostro cambió, ya no parecía tan amable ni educado como unos minutos atrás y eso estremeció a la mujer – no quiero sonar atrevido, pero desde que te vi supe que tú eras la mujer con la que quería salir de este bar esta noche.
Georgia hizo una mueca – ¡No voy a irme contigo, así que déjame sola! – a pesar de que intentó que su voz sonara fuerte y severa, la verdad era que el alcohol le daba un acento gracioso.
–Vamos, te prometo que no te vas a arrepentir – él llevó sus labios al cuello de ella, tratando de besarla y de paso, manosearla.
–¡Déjame! – Georgia intentó poner resistencia, pero él era más fuerte.
–La señorita ha dicho que la dejes quieta – dijo una voz masculina, halando al hombre de la camisa que llevaba puesta – ¿Acaso necesitas que te lo explique de otra manera? – él no esperó hasta que el otro hombre respondiera, por el contrario, le dio un primer puñetazo y después de haber empezado ya no pudo detenerse.
Georgia no fue capaz de reaccionar, estaba en shock, no comprendía de donde había salido ese hombre a salvarla, lo único que entendía era que, justo ahí, él estaba moliendo a golpes a su agresor, quien ya estaba prácticamente inconsciente.
Cuando el otro hombre se cansó de golpear, levantó la vista para ver a Georgia, que seguía allí de pie. A Georgia solo le bastaron aquellos pocos segundos para reconocer esos ojos verdes como la esmeralda.
–¿Alessandro?