Capítulo 2 – una noche en su departamento.

1287 Words
Cinco horas antes… -La hemos encontrado, señor – dijo uno de los secuaces de Alessandro, entrando en su oficina y poniendo sobre el escritorio el expediente de la mujer a la que él tanto había estado buscando. -¿Tienen su dirección? -No solo eso, señor, además, hemos conseguido una fotografía. Alessandro no tardó demasiado en abrir la carpeta, llevándose una sorpresa que no se habría esperado ni en un millón de años. Allí, al lado de su nombre, estaba la fotografía de la mesera a la que Alessandro contrató esa mañana. -Esto tiene que ser una jodida broma… - el hombre soltó un bufido. -¿Hay algo mal, señor? -No, ya puedes irte. Por un par de segundos, Alessandro se quedó pensando en ella, el hecho de saber que la mujer a la que quería pedir perdón había estado tan cerca de él, le causaba escalofríos, al mismo tiempo, no podía dejar de pensar en su temperamento y personalidad. Georgia Alcott no parecía una mujer fácil y después de lo que sucedió aquella mañana, no iba a quedarle muy sencillo acercarse. Pero, aunque ella era obstinada y el destino la había enseñado a ser ruda, fría y fuerte, Alessandro tambien era un hombre con determinación, alguien que no se rendía hasta conseguir lo que deseaba. Él iba a encontrar la forma de acercarse, sin importar lo que costara, no solo por ella, si no por su propia conciencia, que constantemente lo atormentaba. Fue aquel ímpetu y desafío lo que obligó a que, una vez que el hombre hubiera terminado con su trabajo, decidiera buscar a Georgia en el restaurante, pero ya era tarde y el turno de ella acababa de terminar. Georgia se había ido. -Quiero que pongan a un par de hombres de vigilancia a disposición de Georgia Alcott, les enviaré cada una de las direcciones donde podría estar. Encuéntrenla y avísenme una vez que lo hayan hecho – pidió Alessandro a sus hombres, quienes de inmediato cumplieron con la orden del jefe. En cuanto Alessandro se enteró que Georgia estaba en uno de los clubes a los que él solía frecuentar, se dirigió hacia allá, como siempre, fue recibido con completa amabilidad por cada uno de los miembros del equipo, que sabían lo poderoso que era él. -Dame un whiskey doble escoces – pidió en la barra, mientras trataba a de encontrarla entre el gentío que restregaban sus cuerpos unos contra otros. Estando allí, Alessandro fue seducido por algunas de las muchas mujeres del bar, todas ellas, anonadas por la belleza de aquel hombre, esperaban por lo menos poder bailar una canción con él, pero él no estaba interesado en ellas, de hecho, hacía tiempo que nadie era lo suficientemente interesante como para llamar su atención. De modo que el hombre solo las alejó, con muy poca cortesía y se dedicó a buscar a Georgia. Cuando la vio, lo primero en lo que pensó fue en lo atractiva que lucia con aquel vestido, sin duda alguna la mujer tenia un cuerpo exquisito, con curvas marcadas, pero no exageradas, con piernas largas y un poco gruesas, su cuerpo era llamativo y tal parecía que él no era el único que pensaba aquello, porque, el hombre con el que Georgia bailaba no dejaba de intentar arrastrar su mano hasta el culo de Georgia, quien no parecía muy cómoda con la situación. Alessandro supo que era momento de intervenir, fue allí en que se decidió a acercarse y a pesar de que lo único que pretendía era arrastrar a Georgia fuera con él, cuando aquel otro hombre intentó oponer resistencia, Alessandro no pudo aguantar las ganas de partirle la cara. Antes de darse cuenta Alessandro estaba completamente cegado por la rabia y la indignación. ¿Cómo se atrevía a intentar sobrepasarse con ella? Por un par de segundos, todo se volvió rojo y n***o para el hombre, no fue consciente en el momento en que se alejó del otro hombre, mucho menos, el instante de tiempo en que agarró de la mano a Georgia y comenzó a guiarla a través de las personas para llevarla a la salida. –¿Qué estás haciendo? ¿Cómo sabías que yo estaba aquí? – preguntó ella, confundida. Alessandro escuchó la forma en que ella arrastraba las palabras y entonces la sangre terminó de subirse a su cabeza. ¡Esa mujer era una jodida irresponsable! –¡Tu vienes conmigo! – dijo, apretando la mandíbula y mirándola con odio. –¿Ir a dónde? ¿De qué estás hablando? – Georgia miró para todas partes, pero después de lo que Alessandro le hizo a ese hombre, parecía que nadie estaba dispuesto a meterse con él – no he venido sola. –Tu amiga se las está apañando de maravilla con uno de sus amigos – respondió. –¿Cómo sabías que yo estaba acá? ¡Espera! Necesito explicaciones – reclamó con rabia, ¿Quién se creía Alessandro Mascherano para arrastrarla fuera del bar? –En lugar de estar haciendo preguntas estúpidas, deberías sentirte agradecida de que te hubiera salvado el culo, ese idiota de allá adentro estaba en todas las posibilidades y deseos de llevarte a un callejón, arrancarte la ropa y dejarte tirada, y por el olor de tu boca y la forma en la que hablas creo que no habría sido difícil de conseguirlo. Georgia cambió el peso de su cuerpo de un pie a otro, tambien tragó saliva, se sentía ridícula, como una adolescente sin control sobre sí misma, aun así, no pensaba dejarse amedrentar por ese hombre. –De todas formas, no tienes derecho de regañarme, ¡Soy una mujer adulta! Y créeme, si no me fui con el idiota de allá adentro, mucho menos voy a marcharme contigo. Ella se soltó con violencia del agarre de Alessandro y entonces se dispuso a volver al bar para encontrar a Valery y largarse de una vez por todas, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Alessandro, completamente excitado por la adrenalina del momento, la agarró con fuerza y la empujo contra uno de los muros que llevaban a la salida. La espalda semidesnuda de Georgia chocó con fuerza contra la pared y antes de que pudiera quejarse Alessandro ya la tenía retenida, aprisionándola con su cuerpo, que estaba frente a ella, en posición de desafío, como retándola a que lo desobedeciera. -No vas a volver al maldito bar – susurró despacio, causando un escalofrió en la chica. -¿Quién te crees que eres para darme ordenes? – refunfuñó ella. Alessandro la miró fijamente, concentrándose en aquellos ojos almendrados y de color miel, ya no le cabía ninguna duda, ella era como una potra salvaje y él estaba dispuesto a domarla. -¡Ey, idiota! Bájame – gritó ella, golpeando su espalda. Alessandro acababa de cargarla en su espalda, llevándola como un saco de papas a la salida. A pesar de esa voz aguda y fastidiosa, Alessandro no se molestó en darle atención a ninguna de sus quejas, dejó que ella pataleara. -Solo quiero que sepas que ninguno de esos golpes puede herirme realmente – le avisó él, haciendo que la frustración de ella fuera cada vez mayor. Georgia peleó con todas sus fuerzas, hasta que salieron y el aire frio de la noche la noqueó, la mujer trató de mantenerse despierta, pero no tardo demasiado hasta que se desmayó. Debió haberlo sabido, beber nunca era una buena idea. Alessandro rodó los ojos y soltó un bufido. –Vamos al departamento – dijo al conductor, una vez que la metió a ella y a si mismo dentro del auto. Pasarían la noche juntos, dormirían bajo el mismo techo, sin importar si ella estaba de acuerdo o no.
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