Cuando estuvieron en el departamento, el hombre la llevó a la habitación de huéspedes y la depositó en la cama, después le quitó los zapatos y aunque la idea de quitarle el vestido era jodidamente provocante, el hombre prefirió no hacerlo y en lugar de eso, le puso las cobijas y salió del cuarto.
A la mañana siguiente Georgia despertó con una resaca de los mil demonios, le dolía la cabeza y sentía entumecido el cuerpo, pero ninguna de esas cosas era tan preocupante como no saber de quién era la cama en la que había despertado.
–¿Dónde demonios estoy? – se preguntó, mirando para todos lados – ¿Qué hice anoche? – miró por debajo de las sábanas, por suerte tenía la ropa interior y el vestido aun puesto.
De repente, el sonido de una puerta abriéndose llamó su atención, Georgia no sabía d
