Yana no ha dicho ni una sola palabra desde que llegamos a la casa. Ella simplemente entro al cuarto, se cambio de ropa, y se acostó en la cama abrazando a la almohada. Por mi parte, termino de quitarme la ropa, me coloco el pantalón de pijama y me meto a la cama también. Poco a poco le ofrezco que se acomode en mi pecho, y entendiendo que lo único que necesita es que la consienta, acaricio su cabello con una de mis manos mientras que la otra deja suaves caricias en sus brazos.
Ella continúa callada, pero puedo percibir que en su cabeza hay muchas cosas dando vueltas. No sé muy bien como romper esa barrera y es que lo que menos quiero es que ella se sienta triste, pero al mismo tiempo tengo esta necesidad por entender un poco lo que paso.
—¿Hay algo que pueda hacer por ti mi torbellino? —
