Annie y Alejandro llegaron a la casa del castaño y se sentaron en uno de los muebles del jardín para conversar de todo lo sucedido en su vida en aquellos meses de ausencia, prolongándose hasta cerca de la medianoche. El tiempo parecía pasar tan a prisa ante la maravillosa compañía, una que estimula a sus cuerpos a mantenerse despiertos sin una pizca de sueño. El castaño mira la hora y la invita a quedarse con un simple motivo “es demasiado tarde para llevarla”, sin admitir su profundo deseo de mantenerla a su lado. Annie está tan nerviosa, la ansiedad y expectación sin una causa específica le aceleran el pulso y traga saliva mil veces siguiéndolo hasta la habitación donde ella dormirá. — Puedes dormir en mi habitación, después de todo ya la conoces muy bien –expresa con una sonrisa d

