Capítulo 2

1965 Words
—¿Se conocen? — la voz de Lucas sacó a Mellea de sus pensamientos. No podía creer que su jefe era el vocalista de una banda. Y lo peor, es que ni siquiera había reconocido a su jefe. Aunque no tenía toda la culpa sobre ello. El duque de Ablaria era conocido por no tomarse muchas fotos para las revistas o el periódico. Su madre y el príncipe eran quienes más acaparaban dichos medios. Así que era totalmente válido desconocer el rostro del duque. —Su excelencia perdone a esta humilde trabajadora por su insolencia— inclinó su cuerpo para hacer su reverencia. Mellea estaba consciente de que no era error suyo, pero al tratarse de una autoridad como lo era el duque de Ablaria, debía pedir perdón. —Si lo ofendí por haberlo visto sin su máscara yo...— él abrió los ojos de más indicando que se callara. Ambos miraron a Lucas y el niño levantó una de sus cejas curioso. —¿Máscara? —Hermano, podrías regresar a tu habitación primero. Necesito hablar con tu guardaespaldas respecto a ciertas formalidades del trabajo— el pequeño no muy convencido asintió y se retiró. Mellea apretó los labios realmente preocupada. El duque con un gesto de la mano le indicó que tomara asiento en uno de los sillones. Ella obedeció y él la miró tomando asiento frente a ella. —Su excelencia prometo que no he dicho nada— el asintió. Le creía, después de todo aún no había un escándalo sobre su persona en los medios. —¿Por qué huiste de aquella forma ayer? — Mellea apretó sus manos. —Y ten cuidado con lo que digas porque tu empleo depende de eso— se cruzó de piernas enderezando su espalda. Ella se sintió intimidada, pero quería conservar su empleo así que se expresó con la verdad. —Sabiendo que comenzaría mi trabajo con la realeza no me quise ver involucrada en rumores con un cantante cuando aún ni siquiera me había establecido. Y al no ser participe del chisme o la farándula no diría nada, sin embargo, por obvias razones usted no confiaría en mi por lo que para no alargar las cosas hui— Darin tenía las cejas levantadas expresando su asombro. Se inclinó un poco y miró a la joven. —Muy inteligente de tu parte, algo tosco, pero inteligente. —Gracias su excelencia— El castaño juntó sus manos y sonrió. —Estarás a prueba. —¿Disculpe? —Como escuchaste, por el mínimo error que cometas en tu trabajo serás despedida y no solo eso. Haré que cierres esa boca sin importar cómo— Mellea estaba siendo amenazada directamente. Comprendía el miedo de su jefe, pero por qué tanto secreto. Aun así, no se dejó intimidar. Se levantó y lo miró a los ojos. —Le aseguro su excelencia que no tendrá que preocuparse por mí— dicho eso salió de la oficina dejando asombrado al joven. Sin duda la chica no era alguien común y corriente, aun así, esa fuerza que demostraba él podía destruirla si quisiera. Su secreto estaba en peligro por lo que haría lo que fuera para que ese secreto jamás saliera a la luz. … Mellea al salir de la oficina sentía que tenía el corazón en la boca. Había retado a su jefe de alguna forma y no solo eso, había demostrado una actitud un poco brusca frente a él. A pesar de eso no estaba arrepentida. Al llegar al cuarto de Lucas este la llamó. —¿De qué hablaste con mi hermano? — ella le sonrió. —Formalidades relacionadas al protocolo real. Nada de qué preocuparse— el niño la miró inseguro. —¿No hablaron sobre la máscara? —¿Que máscara? — se hizo la desentendida. —Bien, finge demencia, pero descubriré que traman ustedes dos— ella rio. —Le aseguro joven amo que no estamos tramando nada. Ahora continuemos con lo que debe hacer. (...) Una semana pasó Mellea sin incidentes, por suerte no se atravesó con el duque en ningún momento debido a su apretada agenda. Y tampoco conocía a la madre de él ya que ella se encontraba en el extranjero encargándose de otros asuntos junto a la reina. Así que solo eran ella y Lucas. —¿Tienes hermanos? — la joven asintió. —Una hermana menor, tiene su misma edad— el niño la miró interesado. —Puedes tutearme cuando no haya nadie cerca. —No creo que eso sea respetuoso joven amo. —Solo es etiqueta Mellea. Puedes hacerlo. Es una orden— ella rio. La verdad Lucas Loughty era un niño impredecible. A pesar de su corta edad tenía mucho conocimiento sobre matemáticas, lengua, ética, protocolo real, idiomas y muchas otras habilidades que la dejaban en shock. Aún así, ella comprendía que su capacidad intelectual no lo hacía feliz. Mellea le había preguntado si los días sin su hermano y su madre eran constantes. Él respondió que sí. Aunque ambos hacían lo posible para estar con él, sus apretadas agendas impedían sus planes. Y luego de la muerte de su padre todo era más difícil. —Pero esa es la vida de los nobles— había dicho como si nada. Mellea lo entendía de alguna forma. Su padre había trabajado lejos de casa desde que era pequeña. Estaba agradecida porque gracias a él estaba donde estaba, pero, aún así, había sido un padre ausente en el sentido emocional. —Es hora de la merienda—la voz de la maid hizo eco en la habitación. La joven, de nombre Ana, era quien se encargaba de traerle comida a Lucas. —Adelante— soltó Lucas mientras Mellea veía el plato. Una de las labores de Mellea era probar los aperitivos del niño. Ya que había riesgo de ser envenenado y por muy dramático que sonara, algo parecido había ocurrido una vez. Mellea observó el platillo, eran galletas con atún y fruta picada. Ella hizo una mueca, la joven era alérgica al atún. —¿Hay algún problema? — la voz de Lucas la hizo regresar a la realidad. Miró el atún, tal vez un bocado no le haría daño. —Ninguno— sonrió y se acercó para tomar una galleta y oler el atún. Finalmente tomó un poco con la cuchara y dio un mordisco. No tenía nada. —Puede comer— Ana asintió y la joven se hizo a un lado. Mientras Lucas comía, Mellea comenzó a sentir picazón en el cuerpo. Con prudencia y sin ser tan obvia, se rascó los brazos y las piernas. Aunque a Ana no se le pasó desapercibida las acciones de la joven y tampoco a Lucas a pesar de que ella no se quejó en ningún momento. Cuando tuvo un corto descanso corrió hasta su habitación para tomar un antialérgico. Sin embargo, en el camino se topó con alguien. —Lo siento mucho— se disculpó. La persona levantó la cara y Mellea casi se cae al suelo al ver que era el príncipe Alec. Mellea hizo una reverencia y volvió a pedir perdón. —No te preocupes no me dolió— dijo el amablemente. Mellea lo miró y se ruborizó al ver semejante belleza frente a ella. El príncipe Alec era igual de apuesto que el duque Darin. Era alto, algo musculoso, espalda ancha, cabello negro y ojos color gris. Esos ojos eran pertenecientes a la familia real claramente. —Por otro lado, tú te ves algo herida— Miró sus brazos y las marcas de aruñazos se veían claramente, algunas sangraban ligeramente debido a la comezón que tenía. Ella trató de esconderlo, pero él ya se había dado cuenta. —Deberías ir a la enfermería. —Gracias su majestad, pero tengo medicina en mi habitación. Por eso iba tan apresurada. —Oh, ya veo. Entonces no te quito tiempo. Por cierto ¿Cómo te llamas? —Soy Mellea Olsen majestad. —Bien Mellea, supongo que nos veremos seguido— ella sonrió y finalmente se retiró. (...) Por la noche, cuando iba a despedirse de Lucas, él la detuvo —Quisiera ir a la ciudad. —¿En serio? — asintió. —Mi hermano prometió que me llevaría al festival navideño hace un año, pero por cómo van las cosas dudo que pase. — Mellea hizo una mueca. Lucas a pesar de ser muy maduro aún era un niño. —Puedo preguntar si podemos ir— expresó Mellea y al pequeño se le iluminaron los ojos de inmediato. —¿En serio? — ella asintió. —Déjamelo a mí. Al salir de la habitación se quitó el saco y notó que las mangas de su blusa tenían algunas manchas de sangre debido a las heridas que se hizo al rascarse. —¡Diablos! — soltó bajando en el ascensor. Este se abrió llevándola al primer piso cuando se encontró con el duque frente a ella. —Buenas noches su excelencia— se inclinó y bajó la cabeza. —Buenas noches. ¿Vas a descansar? — asintió. —Eso significa que estás libre. Ahora dame un informe sobre lo que hiciste hoy con Lucas. —¿Ahora? — asintió él entrando al ascensor. —Ahora. La joven maldijo internamente. Presionó el botón del piso dos y subieron. Al llegar a la oficina, Darin se sentó en su escritorio mientras ella se paraba frente a él. —Lucas comió en sus cinco tiempos, tanto frutas, verduras, carbohidratos y proteínas fueron incluidas. Recibió tutorías de nueve de la mañana a doce del mediodía. Leyó cien páginas de Frankenstein y el resto de la tarde hizo su tarea. — Darin asintió mientras se quitaba la corbata. —Ahora ¿Podrías explicarme por qué tienes manchada la blusa de tu uniforme? — la joven miró sus mangas y luego se rascó la nuca. —No tiene nada que ver con Lucas si eso piensa. — El castaño se levantó y se acercó peligrosamente a Mellea. Ambos se miraron fijamente hasta que él retrocedió. —Todos en esta mansión tienen que ver con Lucas y conmigo así que habla— ella suspiró. —Tuve una ligera reacción alérgica luego de comer atún. —¿Por qué comiste atún? —Yo pruebo las comidas del joven maestro su excelencia. —¿Y no pudiste decirle a alguien más que lo hiciera por ti? —Prometí dar mi vida por el joven amo desde que comencé mis estudios. Mi salud no es prioridad. —Que bien que tengas claro eso— sonrió. Mellea quiso golpearlo. —Bien, puedes retirarte. — Ella asintió y cuando estuvo a punto de salir recordó la promesa que le hizo a Lucas. —Su excelencia perdone, de hecho, quería comentarle algo. —Adelante. —Su hermano me pidió personalmente que preguntara si podía asistir al festival navideño. —¿Cuándo es? —Comienza en dos días— se rascó el puente de la nariz y se quedó pensando unos segundos. —Bien, organiza todo para la salida. Será tu primera prueba. —¿Primera prueba? —Si algo le llega a pasar a mi hermano, estás fuera— Mellea respiró hondo y apretó los puños. —Claro, su excelencia— dijo y sin más salió de ahí. A la mañana siguiente al abrir la puerta de su habitación se sorprendió al encontrar una bolsa con una pomada y antialérgicos dentro de ella. Cuida tu imagen, se leía en la nota que estaba pegada en la bolsa. Mellea observó a todos lados en el pasillo fuera de su cuarto y claramente no había nadie. Confundida tomó la bolsa ya que no tenía la menor idea de quién le había llevado aquello aun así lo guardo para futuras emergencias manteniendo la espina de la duda.
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