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2546 Words
HANNAH Para mi suerte, las clases se pusieron duras con algunos exámenes antes de las vacaciones de Navidad, y eso me mantuvo ocupada, eso y las llamadas más constantes de mi hermana. Al parecer nuestros padres habían empezado a discutir continuamente.  La primera semana con Joshua en el campeonato estaba siendo extraña, pero lo sobrellevaba porque hablábamos de vez en cuando como dos amigos. No quería saber que hacía o qué dejaba de hacer, odiaba el sólo echo de pensarlo, así que me conformaba con lo que teníamos. Me conformaba con que él podía estar follándose a otras cada día en su habitación de hotel en cada nueva localización, y puede que por algo de rencor y odio hacia la situación, yo le diera algo de manga a Kaden. Sonaba infantil, pero para mí sonaba una forma de devolverle a Josh lo mal que él me hacía sentir a mi; por eso era Kaden, porque él lo odiaba.  Ese viernes, después de todas las clases y de estudiar horas en la biblioteca, llegué tarde a la residencia y pillé a Nora en el camino a las duchas.  —Mañana volvemos a la UWG, penúltima fiesta antes de Navidad —me informó, y acepté enseguida.  Quería repetir la experiencia de la semana anterior. Ese fue el día que lo cambió todo.  JOSHUA Segundo día en Texas, sábado, y lo tenía todo. Habíamos ganado el partido allí y para celebrarlo nos invitaron a una fiesta en casa de una tía que era animadora. Estaba todo, la victoria, la casa, la chica, mis ganas de follar después de dos semanas sin que nadie me tocara... —¡Hey! —me gritó ella sobre la música, y apoyó su mano en mi pecho. Era alta, mucho más de lo que estaba acostumbrado con Hannah, así que le fue fácil acercarse a mi cuello—. Estás distraído, ¿no te lo pasas bien?  Agité la cabeza y me terminé la bebida de mi vaso. Era guapa, jodidamente atractiva y llevaba toda la noche enseñándome el escote apretado que le hacía el vestido. Creía que lo quería.  —¿Quieres ir a otro sitio? —le pregunté.  Ella levantó la cabeza y sus ojos azules, más oscuros que los de Hannah, me sonrieron. Ella vivía en esa fraternidad y me cogió del brazo hasta meterme en su habitación y cerrarla con el seguro. Antes de que me lo esperara se deslizó la cremallera del vestido y le calló por las piernas hasta enseñarme que no llevaba sujetador, se me cayó la baba porque tenía un cuerpo de la hostia, aunque recuerdo pensar que no era para nada como el de Hannah. Esa chica tenía las tetas grandes, enormes, operadas, y no tenía el culo tan trabajado como mi Hannah. Aun así sentí un tirón en la entrepierna.  —¿Te parece bien este sitio? —me preguntó con tono seductor, y cuando me apretó las tetas contra el pecho me perdí.  —De puta madre —gruñí como un puto animal.  Me quité la camiseta, y ella sonrió pasándome las manos por el pecho y empezando a agacharse delante de mi. La cogí de las caderas antes de que me sacara la polla porque no me sentí tan excitado, me excitaba primero si la tocaba a ella, o eso me pasaba con Hannnah. La tumbé en su cama y ella se rio hundiéndome las manos en el pelo y tirando de él hasta que me intentó besar. Aparté la cara.  —¿Qué? —me preguntó con la respiración agitada.  —No me beses —ordené.  Ella sonrió más y me clavó las uñas en el cuello.  —¿Te va ese rollo? Me dejo hacer a lo que sea.  Dejé que pensara lo que quisiera pensar, me daba igual, yo sólo quería probar algo nuevo. Su cuerpo retorciéndose debajo de mi era algo nuevo porque no la conocía, yo sabía tocar a Hannah, y cuando le deslicé el tanga n***o por las piernas, me perdí un poco porque no era Hannah. Sin embargo bajé la mano y le acaricié lentamente escuchándola gemir, esperando que me la pusiera dura. Tal vez, pensé, que necesitaba gemidos más salvajes. Le metí un dedo, luego otro, y entraron tres mientras ella gemía como una loca repitiendo mi nombre una y otra vez. Por lo menos ella tuvo un orgasmo esa noche, sentí como me empapaba la mano entera y se agarró a mis hombros cuando empezó a temblar y se corrió con fuerza.  —j***r —suspiró con la voz agitada y se sentó desnuda en su cama agarrándome la polla sobre los pantalones—. Si me he corrido así con tus dedos no me puedo esperar a que me la metas.  Creí que estaba excitado, sentía los huevos llenos y me dolía, así que dejé que me quitara los pantalones, y la tenía dura, j***r, estaba listo para follarla, quería sentir eso físico, juro que sentí que lo quería. Me puse de pie junto a la cama y dejé que junto a los pantalones, me quitara los calzoncillos, mi erección le golpeó la cara y me sacó un gemido cuando la rodeó con la mano y me pasó la punta por el c*****o. Era una tía chupándome la polla, una mamada normal, no era como las de Hannah. Apreté los ojos y le apreté la cabeza contra mi polla hundiéndola por completo en su boca, se atragantó y me llenó de babas, cuando la solté, tenía los ojos llorosos y tosió, pero me sonrió y lo volvió a hacer, me chupó hasta los huevos. No estaba sintiendo mucho, pensé que era porque era algo mala haciendo mamadas, esperé que fuera mejor follando. La empujé por los hombros y chilló cuando tiré de sus tobillos y la acerqué al borde de la cama.  —j***r —bramé, cuando pasé mi polla sobre su coño. Intenté meterla, pero se salió cuando no llevaba ni la punta.  —Soy estrecha, no te preocupes —me aseguró.  Empezaba a saber que no era por eso. Lo volví a intentar, su coño se abrazó a mi polla cuando no llevaba ni la mitad y volvió a salirse, o tal vez yo la saqué. Lo intenté dos veces más y ella ya me miraba raro, logré meterla entera, llegué al tope y a la primera embestida volví a salirme de ella. Su coño no me abrazaba como el Hannah, como a lo que estaba acostumbrado.  —j***r, la hostia —blasfemé, y apoyé los codos a los lados de su cabeza parándome un segundo a pensar con la polla palpitándome sobre el coño de aquella tía.  —Hey... —me acarició los brazos y bajó una mano hasta envolverme la polla y empezar a hacerme una paja—. Está bien, eres... grande, j***r, casi me matas.  No era por eso, era porque ni pajearme me estaba gustando. Sacudí la cabeza y me levanté alejándome de ella. Se quedó desnuda y de piernas abiertas en la cama mientras yo me sentaba a su lado con el corazón en la boca.  —Lo siento —susurré—. No puedo hacerlo.  Porque no me había provocado nada. Esas ganas de correrme las tenía yo sólo sin necesidad de una tía, ella no me provocaba nada. Hannah lo hacía. >  Escuché el chirrido de la cama cuando aún tenía la cabeza hundida entre las manos. Se quedó detrás de mi y me acarició la espalda desnuda.  —¿Quieres hablar? —me preguntó en voz baja, y apoyó su barbilla en mi hombro—. He visto la foto de esa chica en tu fondo de pantalla.  Hablar de Hannah con una desconocida a la que había estado a punto de follarme, ¿qué podía salir mal? No lo sabía, pero lo hice.  —Es mi novia, o lo era, no lo sé... Le pedí tomarnos un tiempo hace unas semanas, sólo he estado con ella, llevamos juntos seis años, desde el instituto. Creía que quería experimentar esas mierdas, ya sabes, el sexo con otras como cualquiera de nuestra edad, pero no puedo. No es por ti, me pareces que eres increíble, pero no puedo. —¿Le pediste un tiempo para follarte a otras?  —Pensaba que estaba acostumbrado a ella, que no la quería y empecé a comerme demasiado la cabeza con esa gilipollez.  Se sentó a mi lado aún desnuda, pero ya daba igual, le había visto todo y yo estaba igual. Se echó el pelo rubio por la espalda y torció los labios.  —¿Y ahora que piensas de eso? —me preguntó—. ¿La quieres o era sólo costumbre?  —No lo sé —admití, y era verdad. Me tiré de las raíces del pelo y eché la cabeza hacia atrás con un nudo en el pecho.  —Yo creo que lo haces —me dijo, y la miré. Por suerte no se reía de mi ni me echaba a patadas—. Creo que has dejado que la sociedad te lave el cerebro y te ha confundido; y creo que eres un chico maravilloso, Joshua, y sabes lo que ella se merece: a alguien que sólo piense en ella. Tú no lo hacías y me parece que te autoconvenciste de que por ello no la querías poniendo como excusa que era rutina, porque eso es menos doloroso que confesar que piensas en otras. Puede que fuera por eso, puede que tuviera toda la razón del mundo, pero fuera como fuera Hannah no se merecía a un hijo de puta que pensaba en otras. Y pensé que con el tiempo me quitaría esas ganas, entonces, con la experiencia que había tenido ya ni me interesaba. Si no me había podido tirar en condiciones a una chica como la que tenía al lado, con su cuerpo espectacular después de estar ligando toda la noche, ¡no iba a poder follarme a ninguna otra! No era ella, era yo, era que no eran Hannah.  —Eso no quita que no haya hecho esto.  —Y ni siquiera has podido hacerlo porque no soy ella —señaló toda la situación y miré buscando algo de razón. No había podido dejar de compararla con Hannah—. ¿Es que ves a tus amigos y crees que son mejor que tú por follarse a tías cada noche?  —No es por eso —aseguré—. Era... descubrir que tal vez había cosas que no conocía y que me gustaban más. —¿Y te ha gustado? Porque tienes una cara de perro abandonado que no puedes ni con ella —ni siquiera contesté. La experiencia había sido una mierda—. No te juzgo, Josh, me has dicho que son seis años y j***r, me sorprende porque somos muy jóvenes, así que te entiendo y logro comprender tu confusión; te has equivocado y todos lo hacemos, seguro que tu chica también se equivocará. La vida son errores, compañero —soltó con gracia, y se puso de pie caminando hasta su vestido en el suelo—. Venga —me dijo, y me tiró mi ropa a la cara con mi teléfono que se había caído al suelo—, vístete y llámala. Te sentirás mucho mejor cuando hables con ella.  Estaba decidido a llamarla, lo necesitaba de verdad porque tenía un nudo en el pecho que me dolía. Por si fuera poco, la echaba de menos.  Mientras me abrochaba los pantalones, empecé a dudar.  —No puedo hacerlo —dije, y ella me miró mientras se retocaba el maquillaje—. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué casi te follo?  Puso los ojos en blanco y meneó la cabeza antes de seguir poniéndose cosas en la cara.  —No has podido hacerlo —me recordó. No la había follado, pero se la había metido hasta el fondo—. Y no podrás ni conmigo ni con ninguna otra porque tu no eres de esos.  —¿De cuales?  Si ya era un cabrón, como todos.  —De esos para los que el sexo es sólo sexo —dijo—. Me parece que para ti el sexo tiene que tener sentimientos. ¿O es que has sentido algo?  Negué con la cabeza y me pasé la camiseta ajustándomela. No había sentido nada, sólo excitación, por eso me costó tanto empalmarme, y ni así fue suficiente. Pero yo no sabía eso, no sabía que necesitaba querer a la persona, fue lo único bueno que saqué de la situación. Y fue lo único que aprendí nuevo, a aparte de a sentirme como una mierda.  Agité el móvil, dudando.  —Gracias —le dije, y levanté el móvil—. La llamaré.  Ella me sonrió, es que ni siquiera me sabía su nombre.  —Me parece genial, y escríbeme si necesitas más consejos de psicóloga —me dijo, aunque no esperé volver a verla.  Al salir de su habitación me empecé a angustiar y prácticamente corrí hasta la salida.  —¡¿Te vas ya?! —me preguntó Blake cuando pasé por su lado—. ¡¿Qué tal el polvo?!  Ni contesté, ya estaba marcando su número y avanzando a zancadas hasta alguna parada de autobús que me devolviera al hotel. La marqué seis veces antes de desistir, pero antes llamé a Nora. Ya había visto las fotos de la fiesta, otra en la UWG, con el cabrón de Kaden por ahí rondando. Esperaba que no estuviera allí.  —¿Puedo saber a que debo tu llamada? —me soltó Nora. > pensé cuando escuché el ruido de la música y todo el sonido amortiguado.  —Estoy llamando a Hannah, no lo coge.  —Ya, estamos en la UWG, otra fiesta, no sé dónde está, por si no puedes escucharme bien estoy muy borracha y no me vigilo ni a mi misma.  Cerré los ojos y me apreté el puente de la nariz, por suerte encontré una parada y el autobús estaba llegando. Nora me colgó para cuando me quise sentar, así que probé a llamarla otra vez. Nada. Y lo que sentía en el pecho al ver las fotos en las que ella salía, eran celos. Celos porque estaba feliz y yo estaba arrinconado en una siento viejo de autobús sintiéndome como el c*****o más grande de la historia. Con las cosas claras de que no podía tirarme a nadie porque nadie me provocaba ganas, porque yo no quería a nadie más, me di cuenta de que todo aquello era una mierda. La cagué por pensar en otras, en imaginarme que podía quitarme las ganas y volver con ella, la cagué porque la quería a ella. Quería mi costumbre con ella, era mi zona segura, mi casa, mi todo. El sexo no era sexo, para mi, con Hannah, el sexo era lo mejor. El sexo y mi vida con ella. La quería, sabía quererla, y esa mierda me golpeó con fuerza cuando ya había metido la polla en otro cuerpo.  Necesitaba a Hannah, la quería y me di cuenta de que creía que lo hacía a una intensidad muy baja cuando en realidad la quería tanto que sabía que no me la merecía. 
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