Siempre tuya

Prólogo Estaba de la mano del hombre que amo, temblando de miedo al punto que me costaba respirar, solo mirar a mi alrededor me producía unas náuseas tan fuertes que por un momento sentí ganas de desmayarme de tanta ansiedad, pero me mantuve en mi sitio, porque necesitaba enfrentar al hombre que hasta hace poco era el más importante de mi vida; mi padre. Mi mano entrelazada con la del hombre que amo sudaba sin parar, a la expectativa de lo que dirá papá cuando le confesara que nos amamos con locura y que estamos dispuestos a cualquier cosa para estar juntos, esperando que nos dé su bendición. Raúl y yo nos miramos fijamente esperando que las cosas no se salieran de control, pero era tal nuestra ansiedad que ninguno de los dos se atrevía a comenzar a hablar, la tensión se sentía tan fuerte en el ambiente que se podría cortar con una tijera. Mi padre levantó la vista hacia mí, notando como los nervios me estaban comiendo viva. —¿A ustedes qué les pasa? ¿Van a decir de una vez por todas de que se trata esta reunión? — Pregunta mi papá impaciente sin quitarme la mirada de encima. Raúl suspira profundamente y su mirada se cruza con la de mi padre. —Padrino… —Comienza con cuidado, sin estar muy seguro de cómo va a decirle, gira su rostro para verme, luego mira mis manos y las toma con suavidad. Mi papá nos observaba en silencio con el ceño fruncido. —Me enamoré de Lisseth —Suelta al fin armándose de valor y esperando lo que venga, pero antes de que mi padre reaccione y diga cualquier cosa, dije lo primero que se me vino a la mente. —Yo también lo amo, no había querido decir nada, pero… He estado enamorada de Raúl desde que tenía catorce años, ha sido siempre mi amor platónico —Confieso aferrándome a su mano como si una fuerza exterior quisiera separarme de él. Mi papá permanecía en silencio, analizando la situación, quizás, solo nos observaba alternado entre nuestros rostros y las manos juntas, haciendo caras de desagrado sin ocultar la molestia que le causaba semejante noticia. Raúl no soportó más la presión, y en un arranque de desesperación por conocer la opinión de su… suegro… arremetió de nuevo. —Padrino, escúchame, por favor —Le vuelve a exigir para hacerse escuchar y explicar con claridad sus intenciones conmigo. El estudio de mi padre es muy amplio, las sillas están ubicadas de manera que unas quedan frente a las otras, de modo que estábamos sentados en una suerte de círculo infinito que hacía que la situación fuera peor, pensé que en cualquier momento mi padre se levantaría y tomaría a Raúl por el cuello para ahorcarlo. Al menos, eso era lo que la expresión de su rostro mostraba… ¡Un gran deseo de asesinarlo! Al fin soltó lleno de rabia todo lo que tenía por dentro. — ¡Por Dios! ¿Tú crees que te voy a creer eso Raúl? ¡Por supuesto que no! —Exclamó papá irritado. —Padrino escúchame por favor —Suplicó tratando de hacerlo comprender… — ¡NO! ¡No puedo creer que me hagas esto! ¡Has traicionado mi confianza, mi cariño y todo lo que esta familia te ha brindado! Te metiste con mi niña, con lo que más amo… ¿Es que acaso no lo ves? ¡Yo te quería como a un hijo! —Espeta furioso — ¡Largo! ¡Te quiero fuera de mi casa, de fuera de mi empresa, y fuera de su vida —Señalándome a mí —¡Estás despedido! —Grita con desprecio. Tardé unos segundos en comprender lo que ocurría, no cabía en mi mente que mi padre lo estuviera tratando de esa manera, no era posible, ¿En serio lo echaba de nuestras vidas? ¿En realidad lo estaba despidiendo? — ¡Papá no puedes hacerle eso!, industrias Santibáñez es su vida —Intervine con lágrimas en mis ojos tratando de que se calmara, de que reaccionara a lo que estaba diciendo, tal vez la rabia lo llevaba a hablar incoherencias, seguramente lograría sacarlo de su error. Lo único que logré fue ganarme un grito estentóreo y desafinado de su parte contra mí. — ¡Tú cállate! —Mirándome como si estuviera demente — ¿De verdad crees qué te ama como dices? ¡Por favor! ¡Míralo! ¡Es Raúl Villalpando de quien estamos hablando!, él no se enamora — dice señalándolo con desdén, y luego hacia él concluye —Mañana ya no te quiero ver en mi empresa, toma tus cosas y te largas —Dando fin a su resolución. Sentí como si las paredes del estudio comenzarán a venirse sobre mí, sentía que me faltaba el aire y que el suelo comenzaría a hundirse en cualquier momento, me aferré a las manos de Raúl para no dejarme caer de bruces y abrí mi boca para protestar. —Papá por favor no lo despidas, no le hagas eso —Rogué sin dejar de gimotear como una chiquilla. Pero su negativa rotunda, y la expresión de su rostro me obligaron a hacer otra cosa, a tomar una decisión rápida y desesperada en mi intento, porque que Raúl no saliera afectado ni se llevara la peor parte de todo este cuento. Le di la vuelta a la tortilla. Ninguno se lo esperó. Miro a Raúl con lágrimas en mis ojos mientras le pido que me perdone por lo que estoy a punto de hacer, necesito que lo entienda, que comprenda que es por él, y que es lo único que puedo hacer por los dos… — ¡Perdóname mi amor por lo que haré, pero no queda de otra, te amo y no dejaré que el señor Esteban Santibáñez te aleje de lo que más amas! —Casi como un susurro. Raúl fija su mirada interrogativa sobre mí sin comprender. —Está bien, papá, me regresaré al internado y ya no volveré, pero con una condición… Que no despidas a Raúl, te lo suplico papá, no lo despidas —Dejándole bien claro que esa es la condición, intento que mi ruego sea lo más firme posible, que vea que estoy dispuesta hacer lo que le digo. Los ojos de Raúl me miran con súplica. —No lo hagas, por favor —Susurra en sus labios, sé que está dispuesto a todo por mí, pero aunque me duela perderlo... —Ya lo decidí. Olvídate de mí, así como yo lo haré —Espeto con firmeza, pero por dentro mi corazón se quiebra, no puedo sostener su mirada, por temor a correr a sus brazos —. Mañana me iré, y no volveré a verte por largo tiempo, suficiente para olvidarte, para ti será fácil, ¡tendrás muchas mujeres para consolarte! —Exclamé con arrogancia, muero de dolor al sentir que lo pierdo, al imaginarlo con cualquier otra, mi cuerpo tiembla, rezo para que no lo note, necesito que me crea. De pronto Raúl toma mi rostro, siento que me estremezco, pero atino a alejarme, un segundo más y no podría alejarme jamás. Me quito el collar que me regaló en navidad. —Toma, ya no quiero nada de ti —Lo dejó en su mano y su rostro es tan triste que quisiera llorar. Me alejo y Raúl me llama, lo ignoro, aunque quisiera volver a sus brazos, convencida de hacer lo correcto. Corro a mi habitación y al entrar sollozó desconsolada —Raúl, mi amor, te amo, nunca te olvidaré —Una lágrima corre por mi rostro, me siento muerta en vida, mi corazón late tan fuerte y ni siquiera entiendo como sigo viva.