CAP # 5 ¡La sangre llama, amiga!

2702 Words
Había tardado toda la tarde en leer el portafolio que su jefe le había dado, viéndolo de ese modo, Alejandro Campbell era un tirano sin emociones, pues ya sentía que sus ojos estaban inflamados, ni siquiera los lentes que su oftalmólogo le había recetado le ayudaban con tanto que tenía por leer, la mayoría de empleados ya se habían marchado a su casa, pero ella aún seguía allí, pues su jefe seguía trabajando en su oficina, la secretaria no se iría antes que su jefe, todo el día corrió de un lado a otro, leyó y tomó apuntes de lo más importante, le pidió a su mejor amiga que fuera a buscar a su pequeño al jardín de infantes ya que al parecer saldría tarde del trabajo, la secretaria anterior ni siquiera se había molestado en dejar el escritorio en orden, el ordenador estaba hecho un lió, claramente ella sabía que ese no era su problema. Los ojos de Sophia ya se cerraban solos, fue a la maquina dispensadora más cercana y tomó la bebida más cargada de azúcar que encontró. No quería quedarse dormida, mucho menos en su primer día de trabajo. — ¡Señorita! ¿Señorita? ¿Acaso está durmiendo sobre el escritorio? — Sophia entreabrió los ojos y miró hacía arriba, al tiempo que con el dorso de su mano se limpiaba la baba, ¿Cómo era posible que ese hombre pudiera verse tan bien, a pesar de ser casi media noche? Abrió los ojos de par en par al darse cuenta de que se había dormido sobre su escritorio, y no solo eso, sino que había babeado en él, se limpió la saliva frente a su jefe y ahora miraba el reloj de pared detrás de él, un tanto soñolienta, él la miraba confundido, no parecía irritado o decepcionado porque su secretaria se durmió en su primer día en su escritorio. — ¿Qué hace aquí tan tarde? Debió haberse ido a las 5 pm. — dijo Alejandro Campbell mirando el reloj en su mano, Sophia se acomodo en su asiento y estiró un poco su ropa, al igual que su cabello que por la noche era un desastre. — Lo siento mucho señor, usted se quedo hasta tarde, y quería estar disponible por si me necesitaba. — se justificó con un gesto avergonzado, Alejandro frunció el ceño y soltó un fuerte suspiro, al parecer si había logrado irritarlo. — Señorita, no me gusta repetir las cosas. Está será la primera vez que se lo diga, y la última. Su horario laboral es de 8 am a más tardar 5 pm, si llegase a necesitarla hasta más tarde, seguramente se lo diré, y usted como mi secretaria, se encargará de anotar las horas extra que trabajo y hacerlas llegar a recursos humanos, así será bien remunerada, no vuelva a quedarse hasta más tarde solo porque yo me quedó hasta más tarde. — ella frunció el ceño un tanto confundida y se limitó a asentir con la cabeza. — Eh, si, señor... — respondió ella con su voz aún adormilada. — ¿No tiene un hijo pequeño, señorita? — preguntó él de repente. Sophia se levantó de inmediato de su asiento, se había quedado dormida y se había olvidado de su pequeño, seguramente aún no se quedaba dormido, tenía la costumbre de dormirse mientras jugaba con las pestañas de ella, por suerte tenía en abundancia y eran largas, Sophia levantó la vista y miró a su jefe que tenía un gesto de evidente sorpresa. — Tiene razón, señor. Mi Ian debe estar molestando mucho a su tía, no se duerme si no estoy a su lado... ¡Muchas gracias por despertarme, me voy de inmediato! — se giro rápidamente y agarro su bolso, se lo colgó al hombro y se apresuró a pasar por el lado de su jefe. — ¡Hasta mañana, señor Campbell! — dijo sin girarse a verlo, el sonido de sus tacones resonaba en el lugar vació, Alejandro se giro dubitativo antes de gritar. — ¡Espere! — gritó él. De repente el sonido de sus tacones se detuvo, Sophia se giró hacía él, el horario de los autobuses ya había pasado, y un taxi le cobraría un ojo de la cara y siendo sincera no tenía para tanto. Si él le proponía llevarla, aceptaría. — deje que la lleve a su casa, después de todo es mi culpa por no haberle dicho que no tenía que quedarse tan tarde por mí. — dijo él, un tanto avergonzado. — ¿De verdad, señor? ¿Eso no le molesta? — pregunto Sophia para asegurarse cuan seguro estaba su jefe. — No. No se preocupe, de todas formas ya me iba, puedo llevarla sin ningún problema. — dijo él. Ella asintió tímidamente, paso saliva y espero a que Alejandro llegará a su lado, juntos subieron al mismo ascensor y llegaron al piso 0... Alejandro caminó con un paso seguro hasta su elegante auto, abrió la puerta del lado del acompañante y espero a que Sophia subiera para luego cerrar la puerta de su lado, Sophia estaba más que nerviosa, el hombre se comportaba como todo un caballero, pero también podía dar miedo y ser intimidante. Tan pronto como subió al asiento del conductor manejo en la dirección correcta, lo cuál le sorprendió a Sophia. — ¿Sabe usted dónde vivo? — le pregunto Sophia, desconcertada. Él la miró brevemente y asintió con la cabeza. — Así es, usted es mi empleada, claro que se donde vive, lo dice en su currículo. — Sophia cayó en cuenta de que tenía razón y asintió un poco más aliviada. — Ah, es cierto... — soltó una risita nerviosa, no imaginaba que él se fuese a grabar sus datos de memoria. Era algo raro, pero al mismo tiempo la hacía sentir segura, de una manera reconfortante, se quedo admirando su perfil mientras que él conducía fingiendo no darse cuenta. Él de verdad tenía el rostro de su pequeño, no quería creerlo, pero Alejandro Campbell era el padre de su hijo y cada vez que lo veía a la cara no podía evitar pensar en el parecido tan enorme que su hijo tenía con él, pero en verdad tenía miedo de que fuera así. — Dijo que su hijo no se dormía si no estaba a su lado... — comentó él repitiendo aquellas palabras en su acelerada partida, ella se removió en su asiento. — Ah sí, es verdad que dije eso. Ian tiene la costumbre de... — Alejandro tosió al escuchar el nombre del pequeño, ella frunció el ceño, no entendía su reacción, él llevó su mano derecha a su boca. — Discúlpeme, es un lindo nombre. — le dijo, en su cabeza el nombre se estaba alineando con su apellido y se repetía: Ian Campbell, ese sería el nombre de su hijo, estaba seguro de que ese niño era su hijo. — ¡¿Me decía que tiene la costumbre de qué? — preguntó mirándola levemente. — De jugar con mis pestañas hasta dormirse, solo lo hace conmigo, ademas de su pa... — Sophia guardo silencio, Enzo ya no era el padre de su hijo y tampoco volvería, ni siquiera por el amor que su hijo le tenía, siempre lo toleró, pero nunca lo quiso realmente. — Ah, es un niño selectivo, me agrada. — comentó Alejandro con media sonrisa en los labios. — Mucho, no suele jugar con cualquier niño, si no le agradan solo habrán peleas, y no conecta con muchas personas adultas, por eso no me gusta pagar niñera... — Alejandro asintió mientras procesaba toda la información y la guardaba para si mismo. — Es bueno que sean así desde niños, le irá mejor que a los demás cuando sea adulto. — dijo él con seguridad, como si él mismo lo fuese experimentado en carne propia. — Claro... Supongo. — titubeó ella. — sus maestras creen que lo mejor es que sea mucho más sociable... — dijo avergonzada, él detuvo el auto y la miró. — Es su hijo, puede dejarlo elegir, siempre y cuando usted este segura que es lo correcto. — Sophia paso saliva ante las palabras del magnate, no se esperaba un consejo de su parte, mucho menos uno tan bueno, cada vez le daban muchas más ganas de confesarle la verdad, o al menos lo que había descubierto. — ¿Usted tiene hijos? — preguntó, sin saber que más decir. — digo, es que habla como si los tuviera, como si fuese un padre experimentado. — él sonrió levemente. — Me habría gustado ser padre, pero no, no tengo hijos. — respondió amablemente. — mi consejo viene a partir de mi crianza, y me va bien, aunque mis padres no hayan estado del todo presentes. — respondió con una sonrisa que escondía un terremoto de emociones. — usted parece ser una buena madre... — dijo levantando la vista, ella hizo lo mismo y se dio cuenta de que estaban frente a su apartamento. — llegamos... — susurro él divertido. — Si, lo siento mucho. — dijo avergonzada, su teléfono celular empezó a sonar en ese momento, haciendo que se mantuviera en el auto, era Ana. — ¿Hola Ana? ¿Esta todo bien? — preguntó preocupada. — si, lo sé, ya estoy aquí, después te cuento... ¡No! No es necesario que baj... — miró la pantalla de su celular sorprendida, le había colgado, aunque la entendía, Ian podía ser insoportable cuando ella no estaba presente para dormirlo, seguramente la estaba volviendo loca. — ¿Todo está bien, señorita? — pregunto su jefe, ella lo miró preocupada. — Creo que mi hijo volvió loca a mi mejor amiga. — respondió antes de abrir la puerta y apresurarse a salir del auto, se giro hacía él. — muchas gracias señor, de verdad me salvó esta noche. — Alejandro quería decirle que esperará pero ella apresuró el paso, por instinto Alejandro salió del auto y la siguió, ella se giró sorprendida al ver que los pasos de él seguían los suyos. — ¿Se me quedó algo en el auto? — preguntó sorprendida, él se detuvo siendo consciente de su error. — ¡Ay, gracias al cielo estás aquí! — gritó Ana, rompiendo el denso ambiente entre Sophia y Alejandro, ella lo miraba desconcertada mientras él se había quedado sin palabras, lo único que quería era conocer al pequeño Ian, pero no podía pedírselo así nada más, ella pensaría lo peor de él. Ana se quedó mirando perpleja a su jefe, incluso restregó sus ojos con su mano libre, pues en la otra llevaba a Ian. — ya veo, trabajaste hasta tarde... — dijo nerviosa. — señor Campbell, de haber sabido que traería a mi amiga me habría cambiado esta ropa manchada por las pinturas de este pequeño diablillo. — dijo ella divertida, tratando de romper el hielo. — ¿Usted trabaja en mi empresa? — preguntó Alejandro, confundido, ella asintió avergonzada. — Ah, sí. Es claro que no me conoce, trabajo en otro piso. — Alejandro dirigió su mirada a el pequeño que parecía tener los ojos llorosos. — ¿Es su hijo? — le preguntó a Sophia, señalaba a Ian mientras miraba a Ian, pensando en que no tenía duda alguna, él era idéntico a él, Sophia asintió y se acercó a su amiga, tomó a Ian en sus brazos. Sophia asintió con desconfianza, el repentino interés de su jefe hacia su hijo le sorprendía, tal vez se debía a que él quería ser padre... Eso la hacía preguntarse porque no había tenido más hijos, si tanto quería uno... ¿Por qué aún no tenía un hijo? — Es mi Ian. — respondió ella con desconfianza. Volvió la mirada hacia su hijo y lo miro con ternura. — ¿No quieres dormir? Estas molestando a la tía Ana. — le dijo Sophia con gesto serio. El pequeño hizo un puchero y miro a Alejandro que abrió sus ojos por la sorpresa, al ver que el niño lo miraba con detenimiento. — ¿Mami? — llamo la atención de su madre sin dejar de ver a Alejandro. Ella respondió con un ¿Amm? girandose hacía su pequeño. — ¿Quién es? — preguntó el pequeño con voz dulce e inocente, ella trago saliva y miro a Alejandro que veía desconcertado a su pequeño hijo. — Él es un amigo de mami. — respondió ella sin atreverse a mirar a su jefe. — Es un gusto conocerte, Ian. — Alejandro se presentó y extendió su mano hacía Ian, tanto Sophia como Ana lo miraron incrédulas, el hombre lo trataba como si fuese un adulto, Ian nunca había saludado a nadie de esa forma, así que miró a Alejandro un poco confundido. — solo debes poner tu mano en la mía. — dijo Alejandro con un gesto amable. El pequeño sonrió y puso su manita en la de él, el magnate estrecho su manita y el pequeño sonrió divertido al ver como se sacudía su manito entre la de el hombre. — ¡Amigo! — exclamó divertido Ian, Alejandro soltó su mano con una sonrisa nueva en sus labios, Sophia acomodo a su hijo en sus brazos y miro a Alejandro con un gesto indescriptible. — Hasta mañana señor Campbell, muchas gracias por traerme a casa. — dijo ella mientras se disponía a darse la vuelta con Ian en sus brazos. — No fue nada, hasta luego, Ian. — dijo él levantando su mano y despidiéndose del niño. — ¡Mami! — exclamó nuevamente Ian viendo que Alejandro se iba. — ¡Mami, amigo! — señaló hacia atrás, Alejandro ya se había subido en su auto y arrancado, sin darse cuenta de lo que había sucedido. Sophia miró a su hijo con un gesto de evidente sorpresa. — ¿Cómo es posible que te agrade así como así? — preguntó incrédula. Ana que estaba a en la puerta de la entrada se acercó a ella con un gesto divertido. — ¡La sangre llama amiga! — exclamó divertida. Sophia la fulminó con la mirada. — Ian está aprendiendo a ser más sociable, eso es lo que sucede, sus maestras le están enseñando. — dijo justificando el comportamiento inesperado de su hijo, Ana negó con la cabeza al tiempo que caminaba al lado de Sophia. — No. Definitivamente no. De hecho las maestras dicen que Ian rechaza a la mayoría de niños, así que no se trata de eso. — dijo divertida mientras se inclinaba hacia ella para recalcar el momento. Sophia se limitó a suspirar fuertemente para que Ana supiera que la irritaba. — Estoy muy cansada, y al parecer Ian también, mañana hablaremos de lo que averiguaste... — Amiga, no les des más vueltas, definitivamente Campbell es el verdadero papá de Ian, no se porque te niegas, incluso al hombre de las nieves le agrada Ian y a tu hijo le cayó muy bien su papá... — le dijo Ana. — Papá... — susurro Ian en el hombro de Sophia, que con una manito y sus pequeños deditos jugaba con las pestañas del ojo derecho de su madre, por suerte ya ella se había acostumbrado, podía ver perfectamente por donde caminaba mientras que su hijo seguía jugando con sus pestañas para dormir. — Duerme, cariño. — susurro ella ignorando el pedido de su hijo. Miró a Ana de reojo mientras que su amiga se encogía de hombros con un gesto de disculpa. — Lo siento... — susurro Ana. Tan pronto como Ian y Sophia se acostaron en sus camas, quedaron completamente dormidos. Ana se encargó de arroparlos. — Estoy segura de que no viste todas mis llamadas perdidas por estar dormida sobre el escritorio, Ian y yo estábamos listos para ir por ti. — le dijo en un tono divertido a su amiga mientras tomaba su teléfono celular y lo ponía a cargar, Sophia era experta en dejar descargar su celular en los momentos menos indicados. Miró a Ian, a pesar de haberle hecho la tarde imposible, lo adoraba. — niño, crece pronto, mamá necesita que la cuides. — susurro al tiempo que acariciaba levemente su cabello y se apresuraba a salir de su habitación.
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