La venganza de la famosa esposa del CEO.

—Buenas noches, estoy buscando al señor Mike Oporto, ¿Se encuentra? —dijo Anisa a la recepcionista del impresionante hotel en el que se encontraba. La mujer estaba tan tensa que no se dio cuenta de que estaba golpeando la mesa con los dedos de forma audible hasta que una mujer a su lado siseó y la miró con desaprobación. Con una sonrisa de disculpa, Anisa volvió su atención a la recepcionista, quien acababa de verificar la cita. —Sí, está aquí y la está esperando en la suite 13, puede tomar el ascensor hasta el séptimo piso y girar a la izquierda — dijo la recepcionista, dando indicaciones. —Gracias —dijo Anisa mientras se giraba para irse, con la inquietud aumentando a cada paso que daba hacia el ascensor. ¿Por qué sentía que algo estaba mal? Anisa había sido enviada a encontrarse con Mike Oporto por su suegra, Linda Walker. Linda nunca había simpatizado con Anisa desde que comenzó a salir con su hijo, Logan Walker, y esa antipatía había crecido aún más desde que Logan y Anisa se casaron hacía un año. Así que, cuando su suegra la llamó ese día y le dijo que debía entregar unos documentos para que fueran firmados si quería ganarse su aprobación, Anisa no lo dudó ni un segundo, tal vez, si lograba obtener la aprobación de Linda, Logan finalmente volvería a ser el hombre que ella conocía. El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos haciendo que Anisa respondiera rápidamente al ver que, quien la llamaba era su mejor amiga, Karoll Blade. —¿Anisa, vas a hacer lo que tu suegra te pidió? —preguntó Karoll. —Sí —respondió Anisa—. Estoy en el hotel ahora mismo, pero, Karoll, no sé por qué siento que algo no está bien. Karoll dejó escapar un suspiro de cansancio. —Anisa, ya te dije que estás pensando demasiado las cosas, Linda quiere que hagas algo tan simple para ganarte su aprobación, no le des más vueltas y mejor échate a tu suegra al bolsillo. Anisa sonrió al escuchar las palabras de aliento de su amiga. —Tienes razón. Justo cuando terminaron la llamada, el ascensor emitió un “ding” y sus puertas se abrieron lentamente entonces Anisa salió y se dirigió hacia la izquierda, como le había indicado la recepcionista. Al llegar a la puerta con el número 13, presionó el timbre, después de unos segundos, estaba a punto de presionarlo de nuevo cuando la puerta se abrió de repente, revelando a un hombre semidesnudo quien solo llevaba puestos unos pantalones cortos azules, dejando su torso al descubierto. Anisa hizo una leve mueca mientras hablaba. —¿El señor Mike Oporto? —A sus órdenes —respondió el hombre, esbozando una sonrisa que evidentemente buscaba ser encantadora—. Y usted debe ser Anisa Walker, por favor, pase. Anisa entró lentamente en la sala de estar de la suite y entonces el hombre señaló el sofá. —Por favor, tome asiento. Ella dudó, deseando recordarle que solo estaba allí para obtener su firma, pero al recordar las palabras de su suegra, quien le había advertido que no molestara al hombre, se sentó con cautela. —¿Qué puedo ofrecerle? ¿Champán, vino, cerveza? —preguntó el hombre. —Nada, gracias —respondió Anisa, apretando los dientes, pues ella solo quería que él firmara de una vez para poder irse. ¿Y por qué no hacía el intento de ponerse una camisa? —Vamos, seguro que una copa de vino no hará daño, ¿o sí? —insistió el hombre. Esta vez, Anisa no se molestó en ocultar su mirada de reproche. —Lo siento, pero solo estoy aquí para que firme estos documentos —dijo, sacando una carpeta del bolso que había traído consigo y extendiéndosela al hombre—. Mi suegra, Linda Walker, dijo que usted ya sabe de qué tratan. La carpeta estaba sellada, y Anisa ni siquiera sabía qué contenían los documentos pues su suegra le había advertido que no la abriera, y no se había atrevido a hacerlo, no quería provocarla. —Hmm —murmuró el hombre mientras tomaba la carpeta y la desellaba, caminando por la habitación mientras revisaba los documentos. Anisa se removió en su asiento, ella se sentía incómoda, especialmente porque el hombre seguía sin camisa, ¿Y por qué tenía la impresión de que estaba retrasándose a propósito? Cinco minutos después, justo cuando la impaciencia de Anisa estaba aumentando, sonó el timbre, entonces el hombre se dirigió inmediatamente a abrir la puerta y, un segundo después, su esposo, Logan Walker, irrumpió en la habitación. —¿Dónde está ella? —preguntó con un tono tan bajo que resultaba amenazante. Anisa se puso de pie de inmediato. —¡Logan, estás aquí! Anisa se sintió aliviada, quizás Logan podría encargarse de todo a partir de ese momento, así que rápidamente ella caminó hacia él, queriendo abrazarlo, pero justo cuando se acercó, él colocó su mano en su pecho, deteniéndola, lo cual hizo que ella retrocediera tambaleándose. —Logan… —Anisa lo miró con incredulidad. Antes de que pudiera decir algo más, Linda Walker, su suegra, entró repentinamente en la habitación, con la habitual expresión de desprecio en el rostro mientras miraba a Anisa. —¡Traidora! Después de todo lo que mi familia ha hecho por ti, ¿así es como nos pagas? Antes de que Anisa pudiera siquiera procesar las palabras, un golpe caliente aterrizó en su mejilla, ella se llevó la mano a su rostro, mirando a su suegra con asombro. —Señora Walker… ¿qué… qué está diciendo? Linda Walker soltó una carcajada digna de una bruja. —No te atrevas a fingir que no sabes de qué hablo, desde que te casaste con mi hijo hace un año, has estado robándonos, desviando millones de nuestra empresa con la ayuda de este hombre que, obviamente, es tu amante. La cabeza de Anisa daba vueltas mientras intentaba entender de que se trataba todo aquello, acaso ¿Qué estaba ocurriendo? —Pero… pero, suegra, usted fue quien me envió aquí, usted me pidió que viniera para que este hombre firmara unos documentos, entonces, ¿de qué está hablando? Anisa se giró hacia Logan, con el corazón encogido al ver la mirada acusadora en sus ojos. —Logan, no conozco a este hombre, te lo prometo, ni siquiera lo había visto antes, por favor, créeme, tu madre fue quien me envió aquí para que le entregara unos documentos para que los firmara. —Qué descaro el tuyo, ¿Te atreves a intentar implicarme? —replicó Linda, antes de volverse hacia Logan, que mantenía una expresión estática mientras miraba a Anisa—. Hijo, ¿por qué no revisas qué contienen esos documentos? Logan caminó hacia Mike y le arrebató la carpeta de las manos entonces su expresión se oscureció más con cada página que leía, para cuando finalmente levantó la mirada hacia Anisa, su semblante estaba lleno de frialdad y decepción. Al ver aquella expresión, la desesperación invadió a Anisa, impulsándola a moverse, rápidamente ella se obligó a avanzar hacia él y le arrebató la carpeta de las manos y mientras sus manos temblaban leía partes de los documentos, todo se trataba de transferencias de dinero discretas a cuentas bancarias en el extranjero, claramente operaciones fraudulentas. Los ojos de Anisa ardían con lágrimas mientras sacudía la cabeza, finalmente entendiendo lo que estaba ocurriendo, ¡Le habían tendido una trampa! ¡Su suegra la había traicionado! —¡Logan, no sabía lo que había en la carpeta, te lo juro! —exclamó, tratando de tomar su mano, pero él la retiró bruscamente—. Tu madre me dijo que no la abriera, y por eso no lo hice, por favor, tienes que creerme, yo nunca… —¡Cállate! —gritó Logan, cortándola de golpe, aquella furia en su voz dejó paralizada a Anisa —. ¡Cállate de una maldita vez! ¡Ya basta de tus mentiras! Logan dio un paso adelante, clavando sus ojos llenos de rabia en los de ella. —Justo cuando pienso que no puedes decepcionarme más, me demuestras que eres mucho peor de lo que imaginaba, me das asco. Sus palabras fueron como una bofetada, dejando a Anisa aturdida, pero mientras su mente luchaba por asimilar todo, escuchó la voz de su suegra llamando a alguien: —Adelante, oficiales. Los ojos de Anisa se abrieron como platos al ver entrar a dos policías en la habitación, enseguida ella miró a Logan, buscando desesperadamente algo de apoyo, seguramente, él no permitiría que la arrestaran como si fuera una delincuente cualquiera, ¿Verdad? Sin embargo, Anisa tuvo su respuesta un segundo después, cuando Logan ordenó fríamente: —Oficiales, arréstenla.