Capítulo 10 – una tregua entre los esposos.

2865 Words
Valeria gimió de sorpresa, y un segundo después, de aceptación, en realidad no supo cómo poner resistencia, tampoco estuvo segura de querer hacerlo, lo cierto es que tan pronto esa lengua dulce se metió en su boca, todas sus defensas cayeron. De hecho, la mujer se juntó más al cuerpo del hombre, exigiendo sentir mucho más de él. Maximus no pasó desapercibida esa reacción, tampoco la suya propia, pues aunque deseaba poner fin a aquel beso, su cuerpo respondía de una forma distinta, así que el hombre la pegó más a él, y con su mano libre, apretó uno de sus mulos por encima de la tela de aquella bata, deseando explorar más allá de sus hilos. Maximus larecorrió entera, y con áspera delicadeza, agarró uno de sus pechos, buscando el otro con desesperación, eran del tamaño de perfecto y encajaban en sus palmas como si estos hubiesen sido diseñados para ser eternamente adorados por él. Con el juicio completamente nublado, le bajó los tirantes para liberarlos y así poder sentir la carne suave entre sus manos. Valeria volvió a gemir, esta vez más fuerte, ella tenía los ojos cerrados y sentía que flotaba, hacía mucho no se sentía de esa forma. Aunque Valeria era una mujer hermosa, la verdad era que no solía salir a menudo con hombres, su ocupada vida como actriz no le dejaba mucho para pretendientes. La mujer llevaba un buen tiempo sola y su única interacción con hombres era la que tenía en sus escenas de películas. Sin embargo aquello que estaba sintiendo en ese momento, no era solo producto de un deseo, Maximus realmente le atraía, era un hombre fuerte, masculino. Su cuerpo sentía mucha atracción por él. Ella deseaba seguir, quería que él acabara con su tortura y la tocara, sin embargo, él la bajó de la nube, tan rápido como la llevó al cielo. Maximus se alejó de forma bruta y ella se tambaleó y abrió los ojos, desconcentrada, estaba casi aturdida. «¿Qué carajos había hecho? ¿Y qué pasaba por su mente mientras lo hacía?» Pensó el confundido abogado. Y ella... ¿Ella por qué no opuso resistencia? ¡Claro! ¡Ese fue su propósito desde que se metió a su cama, enloquecerlo para olvidarse de que ella era una asesina! ¡Todo era su culpa! Pensó Maximus. –Arréglate eso – le dijo entre dientes, refiriéndose a las tiras de su bata. Después se dio la vuelta con gesto indignado. Valeria estaba roja como un tomate, y con increíble rapidez, se cubrió los ojos – ¿Ya...? Se giró despacio. Ella no supo que decir, solo... solo lo miraba. –Lo mejor será que te vayas a tu habitación – le pidió, fingiendo que allí no había pasado nada, ni pasaría nunca. –Yo... –Ahora, Valeria – se encaminó hasta la puerta y la abrió para ella. Profundamente confundida, la dulce Valeria alzó el mentón y salió de allí rápidamente. No se detuvo hasta encerrarse en su habitación, sintiendo que sus fuerzas la abandonaban. La mujer se recargó contra la puerta, respirando agitada, y todavía roja, se llevó el pulgar a los labios, evocando con los ojos cerrados lo que acababa de ocurrir. –No – se dijo a sí misma, negando rápidamente. ¿Se había vuelto loca? ¿Es que no había pensado con la cabeza? ¿Por qué se dejó llevar de esa forma? Y él... ¿Por qué hizo eso? Se preguntó sin encontrar respuestas. Lo cierto es que jamás había sentido que su corazón latiera tan desmesuradamente, ni que su cuerpo podría reaccionar de ese modo. Dios. Nunca nadie la había tocado así. Nunca nadie... Lo mejor era dejar eso atrás, pues había sido únicamente un grande error. Con aquel pensamiento en la cabeza, Valeria se hundió en las sábanas y un par de minutos después se quedó profunda. Por el contrario, a unas cuantas habitaciones lejos de la suya, Maximus no durmió en toda la noche, solo dio vueltas en la maldita cama como un idiota, pensando en la tontería que había hecho la noche anterior. Cansado y con ojeras bajo los ojos Maximus bufó y decidió tomar una ducha helada. Otra vez la imagen de Valeria se coló bajo el rocío de agua, mirándolo con esos preciosos ojos grises y desnuda de la parte de arriba. Todavía podía recordar cómo se sentían sus pechos entre sus manos. Pesados y cálidos. –Maldita hada encantada. ¡Eso es lo que eres! – gruñó, molesto. Maximus salió del baño dejando regadas las gotas por el piso, se sacudió el cabello con una toalla y en un minuto estuvo vestido. Una mucama llamó a su puerta. El desayuno ya sería servido. –¡Espera! – le pidió a la muchacha – ¿Sabes si mi esposa ya ha despertado? –Sí, señor, pasé antes por su habitación. –Muy bien. Tenía pensado evitarla, pero, para su propia desgracia, ella salía de su habitación cuando él hacía lo mismo. Tenían que tomar el mismo camino para llegar a las escaleras. Allí se encontraron. Ella lo miró fijamente, sin vergüenza alguna, si había alguien que tenia que sentirse avergonzado era él, por lo que habia hecho, ella simplemente reaccionó, pensó Valeria, levantando el mentón y mirándolo sin pizca de remordimiento alguno. –Buenos días – saludó formal él. –Buenos días – respondió ella de la misma forma. –Lo de anoche... – él intentó hablar. Valeria se tensó, no quería darle la oportunidad de que él dijera algo para humillarla, así que lo interrumpió antes de que él pudiera soltar alguna otra palabra. –Anoche no pasó absolutamente nada, a mi me obligaron a ir a tu habitación y tú estabas ebrio, tu olor te delataba, así que no te preocupes por nada, no tienes que darme explicaciones. Maximus asintió con la cabeza, ¿Por qué parecía que quien actuaba con madurez era ella y no él? Pensó, sintiéndose repentinamente como un adolescente rebelde. –De acuerdo – aseveró, antes de que ambos continuaran con sus caminos hacia el comedor. Allí, todos estaban reunidos, contentos, esa familia era muy feliz. Annie, por supuesto, le dio la bienvenida con una cálida sonrisa a Valeria. Ella respondió con la misma actitud. –Valeria, es una lástima que no hayas podido acompañarnos anoche, pero veo que hoy te sientes mucho mejor, así que aprovecharé para presentarte formalmente al resto de la familia. Valeria sonrió con amabilidad. En medio de toda aquella farsa, había algo que a ella le hacía sentir calidez en el corazón. Al crecer Valeria no tuvo la oportunidad de tener a una familia verdadera, su abuela fue lo único que tuvo y la mujer estuvo la mayor parte del tiempo tan enferma que ella no tuvo la oportunidad de disfrutarla. Aunque se tratara de una mentira, los Stone eran lo más cercano a una familia que ella había tenido. Después de presentarse, Valeria conoció un poco más sobre cada uno de los miembros, incluida la pequeña Raquel, quien resultó ser una amante de la equitación y los caballos y prometió enseñar de ese mundo a Valeria. –Ya hemos hablado demasiado sobre nosotros, ahora, cuéntanos sobre ti, querida – dijo Annie. –Sí, yo... – ella no estaba segura de lo que debía o no decir. Maximus se dio cuenta de la incomodidad de la chica, así que intervino. –Tía, Vivian, no han dejado comer a Valeria desde que sentó en la mesa. ¿Pueden dejar su interrogatorio para después? – intervino el esposo de la joven, que había notado durante la última hora que las mujeres de su familia no la dejaban en paz. No era eso lo que le fastidiaba, sino que con ninguna otra mujer que hubiese llevado a casa, habían sido así de acogedoras, siempre las rechazaban y maltrataban, aquel fue uno de los motivos por los que Maximus jamás se molestó en llevar a Sarah a conocer a su familia, temía que la rechazaran. Pero con Valeria era todo lo contrario, lo cual era una ironía, porque cuando todo saliera a la luz y se enteraran de que Valeria solo era parte de un plan, entonces se armaría una guerra en la familia Stone. –Ay, querido, solo la queremos hacer sentir en familia. –¡Valeria no pertenece a esta familia! – habló en voz alta, provocando las crudas miradas de las mujeres y la compasión que de pronto mostraron por su esposa. Valeria pasó un trago, avergonzada. –Todo estuvo delicioso, muchas gracias... pero me gustaría retirarme ya – se incorporó pálida, dejando la servilleta en la mesa con ojos acuosos antes de intentar salir del desayunar. «¿Qué le pasaba? ¿Era necesario humillarla así?» Se preguntó al tiempo que un mareo la asaltaba. Valeria se aferró al filo de la mesa y Maximus notó enseguida que algo pasaba, el hombre corrió a su lado y entonces evitó que ella cayera al suelo. –¡Valeria! –Maximus Stone, te guste o no, esta muchacha es parte de nuestra familia ahora. Ella es tu familia. Te casaste con ella, por amor a Dios. ¿Por qué te comportas de manera tan fría? –Tía... –No, me vas a escuchar. Sé que ya eres lo suficientemente adulto como para tomar tus decisiones, pero... ¿Por qué te casaste con ella si la ibas a tratar así? ¿Acaso no te importa un poco que esté tan pálida y parezca enferma? –Tía, basta ya, por favor. ¿Quieres? – suspiró, hastiado, mirando a través de la ventana del despacho que daba con una parte del jardín. –No, no quiero. En el servicio hay rumores de que no durmieron juntos en tu habitación. Yo misma la llevé a la tuya creyendo que una de las mucamas se había equivocado y... –Espera, ¿Qué has dicho? – preguntó, ahora mirándola – ¿Tú llevaste a Valeria a mi habitación? –Por supuesto que lo hice, es tu esposa - respondió orgullosa. Maximus se pellizcó el entrecejo y exhaló profundo mientras negaba con la cabeza. ¡Carajo! Entonces que Valeria estuviese en su cama la noche anterior, no fue un intento de ella por seducirlo, sino idea de su tía abuela. «Le había dicho cosas muy hirientes» Pensó. Pero cosas que merecía, al fin y al cabo. Lo que había pasado entre ellos... ese beso, no fue más que un error, Maximus jamás podría olvidar que por culpa de esa mujer su prometida estaba muerta. –¿No dirás nada al respecto? – continuó Annie. –Tía, Valeria tiene problemas del sueño y por eso prefiere dormir separada de mi, no veo porque es un problema, creo que no tenemos que armar una tormenta en un vaso con agua. Annie entornó los ojos. De todo eso, algo no le cuadraba. Valeria abrió los ojos sintiéndose desconcertada. Un extraño hombre estaba a su lado. Se sobresaltó en seguida. –Tranquila, no voy a hacerte daño, soy amigo y doctor de la familia - se presentó con una sonrisa que la relajó – Te desmayaste. ¿Recuerdas? Ella se mordió el labio inferior, tímida –No mucho, solo sé que estaba en la mesa y después... me dio un mareo. El doctor asintió. –Muy bien, sí, eso fue exactamente lo que pasó. ¿Cómo te sientes ahora? –Me siento muy cansada. –Me gustaría decirte que se trata de algo normal, pero no lo es, Valeria. Creo que tienes un problema con la presión – dijo. Valeria hizo una mueca, la verdad era que últimamente, su cabeza le dolía más que de costumbre y le costaba demasiado hacer algunas tareas, se sentía cansada y desanimada a menudo. –¿Qué tengo, doctor? –Creo que tu cuerpo está somatizando el estrés, ¿Estás bajo mucha presión en este momento? – preguntó. Ella asintió. –¿Por algo en específico? Ella iba a responder cuando sintió como los vellos de su nuca se erizaban, repentinamente alzó la vista y descubrió por qué. Maximus llevaba un par de segundos bajo el marco de la puerta y ni ella ni el doctor lo habían notado. Entró rodeado de esa aura masculina que lo hacía ver como un hombre imponente. –¿Cómo la ves? –Tiene la presión normal, los latidos de su corazón se escuchan bien, pero creo que es necesario que Valeria deje de someterse a tanto estrés, no sé que es lo que está haciendo que el cuerpo de esta chica se descompense, pero estoy seguro de que se trata de estrés y en ese caso, necesita descansar, tomarse un tiempo del trabajo si es que es necesario. –Seguiremos sus recomendaciones, doctor, gracias por venir. Los amigos se estrecharon en un abrazo antes de que una mucama guiara al doctor a la salida. Cuando quedaron solos, ella evitó su mirada y miró al exterior. El cielo estaba de un azul precioso y los rayos de sol se filtraban tímidos por entre las ramas de los altos árboles del jardín y entraban por la ventana adoptando diferentes formas. –¿Cómo te sientes? – le preguntó él, con las manos escondidas dentro de los bolsillos de su pantalón. –Bien – respondió ella, fría. Al notar esa postura, volteó los ojos. –No te hagas la digna que no te queda – espetó con fastidio y Valeria al fin lo miró. Tenía los ojos un tanto rojos. –¿Por qué siempre me tratas así? Yo no te he hecho nada, siempre he cedido a lo que quieres – su voz se rompió – Sé que piensas que yo soy la culpable de la muerte de Sarah, pero… –Basta, Valeria, no tendré otra vez esta conversación contigo porque ambos sabemos cómo acabaría. Todo sería más fácil si lo admitieras y... no lo sé, comenzaras por decirme como fueron las cosas. ¡Terminemos con esto ya, carajo! – quizás así podía odiarla un poco menos. Valeria bajó la mirada, estaba claro que hasta que no encontrara las pruebas que hicieran responsable a Antonio, su palabra no valdría de nada. El la miró contenido. Carajo. Parecía tan... sincera, tan vulnerable, tan incapaz de hacerle daño a nadie, ella parecía tan indefensa que él quiso acabar con la poca distancia que los separaba, estrecharla en sus brazos y calmarla, pero contrario a hacer eso, él se contuvo, y a cambio, tomó una respiración profunda y se sentó a la orilla de la cama. –Tranquilízate – le pidió – Eso no te hace nada bien. Te acabas de desmayar y el doctor ha recomendado que no te sometas a estrés ¿Recuerdas? Ella alzó la vista, se limpió la mejilla con el dorso. –Escucha, Valeria... todavía queda mucho tiempo que debemos compartir juntos, necesito que estés bien, que seas una esposa saludable, así que lo mejor será que llevemos la fiesta en paz. –Tú te la pasas acusándome. Eres tú quien ha hecho que todo esto sea imposible. –Tú tampoco me la pones fácil. Ya te dije, si solo admitieras tu error, no lo sé, y me dijeras como fueron las cosas, tal vez… Él tensó la mandíbula y cambió la conversación. –Olvídalo, por ahora lo único que me importa es que tú estés tranquila y saludable – le dijo con extraña ternura, para entonces corregirse –... necesitamos simular ser la pareja perfecta hasta que tenga ese dinero en mi mano y si para eso debemos medianamente tolerarnos, entonces yo pondré de mi parte, ¿Lo harás tú? Ella asintió levemente después de pensarlo. –Valeria, teniendo en cuenta tu condición, tambien considero que deberías abandonar la actuación por algún tiempo. Acabas de terminar tu película, el nuevo contrato no comienza si no hasta dentro de seis meses, mientras tanto, deberías pausar. Valeria se sentía demasiado débil como para discutir ese asunto en ese momento, pero, de ninguna manera iba a aceptar aquello. –Ahora descansa, Ah, por cierto, le dije a mi tía que dormiremos en cuartos separados porque tú necesitas tu propio espacio, así que mantén esa versión si te lo pregunta. Cuando se quedó sola, Valeria suspiró y recargó la cabeza en la almohada, más tranquila, y se quedó profunda. Más tarde, despertó por el rumor de unas voces, o más bien... unos gritos. Alguien discutía. Se incorporó despacio y se asomó cuidadosa por la puerta. Era Vivian, parecía estar haciendo una escena de celos a su esposo. –¡¿Cómo es posible que me hagas esto? ¿Por qué me engañas de esta forma?! – le gritó, llorando aparentemente desconsolada. Adam tenía el ceño fruncido, realmente parecía inocente. –No sé de qué estás hablando mujer, yo no he hecho nada. Tu eres mi familia, no me atrevería a hacerte daño ni mucho menos a engañarte. Ella se acercó a él y entonces comenzó a golpearlo en el pecho. –¡Cálmate, Vivian! No podemos seguir peleando de esta forma. ¡No más! Ella le dio una bofetada a él. –¡No más, no voy a seguir soportando esto! – gritó Adam.
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