RECUERDOS PROHIBIDOS

903 Words
[ALYA] La mansión está en silencio absoluto. Todo parece contener la respiración, como si la noche misma supiera que estoy atrapada entre deseo y dolor. Samuel ya se fue, dejando la casa vacía, pero mi corazón todavía late al ritmo de la gala y de algo más profundo, algo que no puedo controlar. Cierro la puerta de mi cuarto detrás de mí y me apoyo contra ella, sintiendo el frío de la madera que contrasta con el calor que todavía corre por mi piel. Me acerco a la ventana y miro la ciudad iluminada. Las luces de Miami parpadean como un millón de recuerdos encendidos. Y entonces, como si la distancia de cinco años se disolviera, mi mente me arrastra a aquella primera noche que compartimos juntos. No la primera vez que nos vimos, sino la primera noche en la que nos pertenecimos en secreto. La clandestinidad de nuestra relación hacía que todo lo que sentíamos fuera más intenso, más peligroso, más adictivo. Recuerdo su cuerpo junto al mío, la manera en que sus manos me recorrían con precisión, descubriendo cada curva, cada línea, como si estuviera memorizando un mapa secreto que solo yo podía mostrarle. Cada roce era un fuego que me consumía desde dentro. Sus labios sobre los míos, suaves al principio, pero luego con una urgencia que me arrancaba suspiros que jamás habría permitido en público. Cierro los ojos y dejo que el recuerdo me envuelva por completo. Siento su aliento caliente en mi cuello, su perfume mezclado con el mío, la forma en que sus dedos me hacían estremecer incluso cuando solo tocaba la punta de mis dedos. La memoria de esa noche se mezcla con el tacto de mi propia piel, explorando la forma en que lo deseaba, cómo mi cuerpo reaccionaba a cada gesto suyo. Cada sensación vuelve, amplificada por la ausencia y por el tiempo. El roce de su mano en mi espalda, la presión de su cuerpo sobre el mío, el calor que nos envolvía hasta que el mundo desaparecía. Mi mente revive cada instante: el sonido de sus susurros, el sabor de sus labios, la suavidad de sus manos, la manera en que me hacía sentir viva y deseada, como si cada fibra de mi ser hubiera cobrado sentido solo al estar con él. Mis dedos recorren mi propio cuerpo, siguiendo los pasos que una vez siguieron los suyos, y no puedo evitar un estremecimiento que mezcla placer y memoria. Pero mientras la pasión me invade, el dolor irrumpe. Como un puñal frío, el recuerdo de lo que perdí se clava en mi pecho. La ilusión de algo perfecto se rompe y aparece la verdad que nunca compartí: el embarazo que no pudo ser. La vida que crecía dentro de mí desapareció antes de que Zaed pudiera saberlo, antes de que pudiéramos enfrentar todo juntos. El deseo que me recorría se desvanece y deja un vacío que duele más que cualquier caricia. Me abrazo a mí misma, intentando contener el llanto, pero no puedo. Cada suspiro sensual que me recorría se transforma en un sollozo contenido. La soledad me envuelve, y por un instante todo lo que soy parece estar dividido en dos: la Alya que deseaba a Zaed con una intensidad que la hacía temblar, y la Alya que llora por lo que nunca pudo existir. El cuarto está en penumbra, pero la luz de la ciudad entra por la ventana y dibuja sombras sobre mi piel, sombras que parecen abrazarme y recordarme que Zaed sigue allí, aunque no pueda alcanzarlo. Mi respiración es lenta, temblorosa. Cada pensamiento sobre él me lleva de la excitación al dolor, del recuerdo del placer a la conciencia de la pérdida. Me recuesto en la cama, los dedos aún explorando recuerdos, y cierro los ojos. Cada gemido que alguna vez callé, cada suspiro que compartí con él en secreto, cada roce de sus manos… todo se mezcla con la melancolía, con la rabia y con la tristeza. La sensación de su cuerpo, su calor, la fuerza de su abrazo… y luego el vacío que dejó. Todo se entrelaza, imposible de separar, y siento que mi corazón se rompe otra vez. El silencio de la noche se hace más pesado, como si la mansión misma contuviera la pena y el deseo. Respiro hondo, intentando ordenar mis pensamientos, pero es inútil. Cada fibra de mi ser sigue recordando. Siento que Zaed está aquí, en cada sombra, en cada suspiro que doy, en cada recuerdo que me recorre la piel. Pero al mismo tiempo, sé que está lejos, y que lo que compartimos quedó atrapado en un pasado prohibido, dulce y doloroso a la vez. Finalmente, dejo que las lágrimas caigan libremente. Me envuelvo entre las sábanas, sintiendo el calor de mi propio cuerpo mientras el frío de la ausencia me atraviesa. El deseo y la pérdida conviven en mí como dos fuerzas irreconciliables: el placer del recuerdo, el dolor de lo que nunca pudo ser. Y mientras la noche se prolonga, siento que esta historia secreta y ardiente sigue viva, latente, imposible de ignorar. Cada pensamiento, cada suspiro, cada recuerdo me recuerda que Zaed es parte de mí de una manera que nadie más puede entender. La pasión y la tragedia se mezclan, dejando mi corazón atrapado entre el fuego y la sombra, recordándome que algunas historias prohibidas nunca terminan, aunque la vida nos obligue a enfrentarlas en soledad.
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