Antes de Navidad se le presentó una ocasión lógica para ir a Londres: tenía que hacer la periódica visita a su padre así como cumplir una promesa con Maggie. Pasó la primera noche en West Kensington, con idea de llevar a cabo por la mañana el propósito que más la impulsaba. No es que el afecto de su padre fuese inquisitivo, pero cuando ella le contó que unos asuntos en el campo la obligarían a coger un tren temprano, él desaprobó su excursión aduciendo el amenazante estado del tiempo. Se estaba encapotando e iba a haber tormenta: en la atmósfera se advertían todos los síntomas de un vendaval invernal. Ella repuso que esperaría a ver lo que traía la mañana; y de hecho la mañana trajo lo que en Londres pareció ser una mejora del clima. Al día siguiente iba a visitar a Maggie, y ahora que ya
