Capítulo 35
Ayliz
Alexandro se vuelve hacia mí. Sus ojos se encuentran con los míos, llenos de una mezcla de angustia y desamparo. Sin decir una palabra, da un paso y me envuelve en un abrazo fuerte y desesperado. Me aprieta contra él, su aliento en mi cabello, como si en ese gesto intentara compartir el inmenso peso de la preocupación que nos ahoga a ambos. Es un consuelo inesperado en medio del caos, un recordatorio de que, a pesar de todo, estamos juntos en esto.
Vemos llegar a mis suegros, se acercan a nosotros caminando de prisa por el pasillo del hospital, mirándonos con preocupación. Sus rostros reflejan la ansiedad.
—¿Qué ha pasado? —preguntan al mismo tiempo, con la respiración entrecortada por la agitada caminata que dieron.
—Aún no han dicho nada —les responde Alex con voz
